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Parechovirus, un patogéno común que puede convertirse en una amenaza letal para los recién nacidos

Dos semanas después de nacer, Ronan, el hijo de Kat DeLancy, se empezó a poner mañoso y dejó de comer bien. La madre, de 34 años, supuso que estaba mal de la panza y que se le iba a pasar. Pero a Ronan también le salió un sarpullido rojo en el pecho, así que Kat, que vive con su esposo e hijo en Connecticut, lo llevó a ver a la pediatra. El bebé no tenía fiebre y sus signos vitales eran normales, así que la médica le sugirió a Kat, que estaba amamantando, que tratara de eliminar de su dieta los productos lácteos.

Más tarde ese mismo día, Ronan parecía mucho más cansado que de costumbre y costaba hacerlo comer. Kat llamó nuevamente a la pediatra y la médica le dijo que siguiera su instinto y que llevara al bebé a una guardia de emergencias. Kat tenía miedo de estar exagerando, pero en el hospital los médicos rápidamente detectaron que los niveles de oxígeno del bebé estaban por el piso, y poco después el niño empezó con convulsiones.

Cuatro días después, tras una batería de análisis y exámenes que revelaron que Ronan tenía una importante inflamación en parte del cerebro, Kat y su esposo Mitchell finalmente tuvieron la respuesta para la súbita enfermedad de su bebé: tenía parechovirus, un patógeno común que suele ser asintomático o a lo sumo provocar síntomas leves parecidos a los de un resfrío. Peor en algunos casos, y sobre todo entre los bebés menores de un año, puede desencadenar una enfermedad grave con daño irreparable al tejido cerebral, como ocurrió con Ronan. El niño falleció en los brazos de sus padres, 34 días después de su nacimiento.

La semana pasada, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) emitieron una alerta sanitaria notificando a médicos, enfermeras y departamentos de salud pública que el virus ha estado circulando a nivel nacional desde mayo. E instaron a los médicos a considerarlo como un posible diagnóstico para cualquier bebé con fiebre inexplicable, convulsiones o síntomas similares a la sepsis.

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Tras la muerte de su hijo en junio, Kat DeLancy decidió compartir la historia de su familia a través de gacetillas de noticias para difundir los efectos de un virus del que se habla poco y nada. “Nos agarró desprevenidos”, dice Kat, y agrega que durante la pandemia, antes del nacimiento de Ronan, su “familia fue increíblemente cuidadosa”, evitando los contactos innecesarios y cumpliendo a rajatabla con el uso de barbijo.

Los síntomas

Hay cuatro “especies” de parechovirus, y cada una de ellas contiene varios tipos diferentes del virus. Según los CDC, es un virus tan común que la mayoría de los chicos ya lo tuvieron antes de ingresar a jardín de infantes.

“Los parechovirus forman parte de un grupo más grande de virus llamados enterovirus, y todos ellos tienen más o menos los mismos síntomas”, explica Kenneth Alexander, jefe de infectología del Hospital de Niños Nemours, Florida.

Esos síntomas son muy parecidos a los de un resfrío común: dolor de garganta, tos, congestión nasal, mocos, estornudos, “y ese tipo de cosas”, enumera Alexander. Otros síntomas frecuentes del parechovirus son fiebre, náuseas, vómitos, diarrea y sarpullido viral, conocido como exantema.

“La mayoría de las veces, el parechovirus tiene síntomas muy leves –coincide Ami Patel, médico de la División de Infectología Pediátrica del Hospital de Niños Robert H. Lurie de Chicago–. Los casos graves son muy poco frecuentes”.

Sin embargo, en Estados Unidos hay varios estudios sobre casos graves de parechovirus en bebés, incluido uno donde el síntoma más pronunciado era la severa inflamación del abdomen del niño.

Menores de tres meses

Los más expuestos a un cuadro grave de parechovirus son los bebés menores de tres meses, y especialmente los menores de un mes, según advierten los CDC, porque esos niños todavía no desarrollaron inmunidad contra el virus, que se contagia tanto a través de superficies contaminadas como por aire.

“El virus tiene la capacidad de atravesar la barrera hematoencefálica y causar inflamación de las meninges que recubren el cerebro, o incluso del propio tejido cerebral”, detalla Alexander. Esos cuadros se conocen, respectivamente, como meningitis y encefalitis.

Fue el caso del hijo de Maddison Hood, el pequeño Waylon, que cuando tenía unas tres semanas de vida empezó a manifestar síntomas de parechovirus.

El parechovirus tiene mayor circulación a fines del verano y principios del otoño
El parechovirus tiene mayor circulación a fines del verano y principios del otoño

“Empecé a notar que no comía normalmente. Tardaba mucho en terminarse la mamadera y me rechazaba el pecho. Y estaba pálido, con un color raro”, recuerda Maddison, que tiene 27 años y vive en Texas. Waylon había nacido el 26 de marzo y en sus tres semanas de vida había sido un bebé totalmente sano, que se la pasaba comiendo y durmiendo.

Hood llevó inmediatamente a Waylon al pediatra de la familia. El médico les dijo que la temperatura y los niveles de oxígeno estaban bien, pero la palidez del rostro no le gustaba nada y recomendó trasladarlo al hospital, donde el cuadro de Waylon se deterioró rápidamente: le bajó mucho la temperatura y le costaba respirar, y empezó con convulsiones que se prolongaron durante días. Las resonancias magnéticas y el análisis del líquido cefalorraquídeo de Waylon dieron positivo para parechovirus. El 28 de abril, falleció.

Igual que DeLancy, Maddison también comparte en las redes la historia de Waylon para ayudar a prevenir más pérdidas como la suya. No existe tratamiento para el parechovirus, pero un buen diagnóstico puede ayudar a los médico a manejar cada caso particular y dar respuesta a las dudas que atormentan a los padres.

Además, la infección se puede prevenir aplicando el tipo de precauciones que normalmente hay que tomar cuando llega un recién nacido a la casa: lavarse las manos con frecuencia y evitar el contacto del bebé con cualquier persona que no se sienta del todo bien.

La intención de Hood no es asustar a otros padres, sino que su historia ayude a otras familias a estar atentas a los cambios en la alimentación o el aspecto de sus bebés. La Academia de Pediatría de Estados Unidos subraya que la fiebre en los recién nacidos siempre justifica una llamada al pediatra, pero ni Waylon ni Ronan tenían fiebre.

“Nos parece muy importante que la gente tome conciencia de esta enfermedad, tanto los médicos como los padres”, advierte Maddison, y agrega que con su esposo están “sobrellevando” su pérdida lo mejor que pueden.

¿Hay un aumento de casos?

El parechovirus tiene mayor circulación a fines del verano y principios del otoño y, por lo general, una oleada del virus alcanza su punto máximo cada dos años, según los CDC. Más más allá de eso, sin embargo, es poco lo que se sabe a nivel epidemiológico sobre las tasas de infección y el aumento de casos.

“No hay cifras porque no es un virus que se suela buscar en los análisis de los pacientes, simplemente porque no hace falta. En Estados Unidos, el parechovirus no se rastrea a nivel nacional, como sí ocurre con el virus de la gripe”, dice Patel.

La reciente alerta que emitieron los CDC consigna que desde mayo se reportaron casos, pero no especifica cuántos ni en qué lugares. Sin embargo, sí señaló que todos los casos fueron de un subtipo de parechovirus conocido como A3, la variante más vinculada con cuadros graves de la enfermedad.

Los expertos señalan que posiblemente haya un aumento inusual de casos más graves, exacerbados por Alex Greninger, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, llama “efecto 2022″: durante el confinamiento y las cuarentenas para evitar exponernos al Covid, también nos expusimos menos a los patógenos más comunes, y eso podría haber debilitado nuestro sistema inmunológico. Ahora la gente sale cada vez más, llevando y trayendo gérmenes de un lado a otro, sostiene Greninger.

Otra posible explicación para el aumento de casos es que los pediatras, ante un bebé con síntomas típicos de meningitis, también soliciten un análisis para detectar la posible presencia de parechovirus –algo que usualmente antes no hacían– y eso puede generar un aumento aparente de los casos. En los últimos años, muchos hospitales empezaron a analizar el líquido cefalorraquídeo en busca de una variedad de patógenos causantes de meningitis y encefalitis, incluido el parechovirus.

“Tenemos mejores ‘ojos’, y por lo tanto, vemos más”, sintetiza Alexander.

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