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Fracasó Manzur en cambiarle la imagen al gobierno, ahora se quiere experimentar con Massa

El contenido del almuerzo de tres horas del fin de semana, cara a cara entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, fue guardado celosamente. A tal punto que sólo trascendió que habían coincidido en términos económicos en la necesidad de no devaluar y en dejar de lado, por ahora, la discusión sobre la estrategia electoral 2023. Pero, ¿qué es lo que no era conveniente difundir de la larga charla entre el Presidente y su vicepresidenta?

Pocos sabían que hasta el viernes a última hora, estaba todo muy avanzado para que, finalmente, se produjera el remanido desembarco del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, al gabinete nacional.

A tal punto había un importante acuerdo, que el diputado Eduardo Valdés, amigo de Alberto y con diálogo con Cristina, iba y venía en su rol de intentar cumplir, pero también validar con la vicepresidenta, los pedidos del tigrense.

Pero todo entró en un impasse con la reunión del sábado entre los máximos exponentes de la coalición gobernante. Las fuertes diferencias comenzaron en el inicio del encuentro en la residencia de Olivos, porque ambos plantearon diagnósticos diferentes sobre la crisis económica y de qué manera enfrentarla.

Con el correr de los minutos, las diferencias se transformaron en una tensión entre Alberto y Cristina, que hizo peligrar la continuidad del cónclave. Tal vez, conscientes que la situación es muy delicada, con un dólar que se disparó en tres semanas de 239 pesos a 322; una inflación que ya algunos proyectan en el 100%; y un parate comercial producto del desabastecimiento de algunos productos por problemas en la importación o por el fracaso de precios cuidados, optaron por continuar con la discusión.

Con el correr de las horas, fue tomando nuevamente forma la llegada de Massa a la Jefatura de Gabinete. Algunas versiones no confirmadas daban cuenta que Juan Manzur iría a la Cancillería y que Santiago Cafiero, mano derecha de Alberto, volvería a un cargo más cercano al Presidente, en la Casa Rosada. Se habla de anuncios al regreso de Silvina Batakis de su viaje a Washington.

Lo cierto es que unas semanas atrás, el principal impedimento del arribo de Massa al Gobierno, con el Ministerio de Economía bajo su órbita, y pidiendo también el manejo del Banco Central y de la AFIP, había sido Cristina. Pese a que Máximo Kirchner y La Cámpora empujaban para la creación del Superministerio, fue la vice que clausuró esa idea con un mensaje de whatsapp: «A mí no me condiciona nadie. Máximo es el jefe de la Cámpora». ¿Habrá cambiado de opinión o, urgida por la crisis, se ve en la necesidad de probar con la incorporación del tigrense?

En el massismo, no todos aprueban la incorporación del tigrense al gabinete. Consideran que ya es tarde, que Massa tendría las manos atadas porque su gestión sería, como la del resto de los ministros, presa de la interna interminable de Cristina Kirchner con Alberto Fernández. Y, sobre todo, que la compleja situación económica no da tiempo para una recuperación que Massa pueda capitalizar para su proyecto político personal.

Es vox populi que Massa quiere mostrar gestión, de manera tal de revertir la imagen negativa que le impediría en 2023 ser por segunda oportunidad candidato presidencial. Claro que la jugada tiene un doble filo, que con ironía graficaba un dirigente del peronismo bonaerense: “Sergio está a bordo del Titanic. Pero quiere agarrar el timón e intentar esquivar el iceberg en lugar de sentarse a esperar a que Alberto y Cristina lo choquen”.

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