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Derecho a la verdad. Se enteró a los 42 años que es adoptada y busca a su familia biológica

Todo surgió hace cinco años en San Luis, cuando falleció el papá de Gabriela Lucero Molina. La familia inició los trámites para la herencia y de repente llegó algo que le cambio la vida para siempre: un llamado anónimo que le avisaba que no era hija biológica del matrimonio.

La situación abría un panorama lleno de incertidumbre y dudas. “Pensé que era una broma de mal gusto y le pregunté a mi hermana mayor, que me lo confirmó”, contó GabrielaA partir de ese día, comenzó la búsqueda de su familia biológica con la que aún no tuvo un reencuentro.

Desde que se enteró, su vida dio un vuelco de 180°: “Me movilizó mucho, tenía sentimientos encontrados. Al principio no sabía si creer o no porque no tengo muchos datos concretos. Es difícil encarnar la búsqueda, pero no imposible”.

Procesar y asumir la situación en la que estaba le costó. En ese sentido, expresó: No sospechaba nada, fue un baldazo de agua fría para mí. Durante 42 años viví una vida y de repente se me presentó una realidad que todavía me resulta increíble. Es un panorama nuevo porque es algo por descubrir”.

Gabriela descubrió a sus 42 que era adoptada. (Foto: Gabriela Lucero Molina)
Gabriela descubrió a sus 42 que era adoptada

“Yo no juzgo a nadie porque no sé en qué condiciones me dieron, ni tampoco juzgo a mis papás adoptivos. Ellos fueron los mejores padres que me pudieron tocar y, más allá de lo material, me dieron su amor incondicional”, señala. Sin embargo, admite que le hubiera gustado que le dijeran ellos la verdad, y no enterarse de esa manera tan repentina.

“Con mis hermanos nos llevamos bastante diferencia de edad, entonces ellos sabían que yo era adoptada y mis primos también. Fue todo un secreto y eso me molestó, sabían todos menos yo. Al principio me enojé, estaba dolida y desde ese mismo dolor buscaba, pero con el paso del tiempo estoy mejor parada”, profundizó.

El día que se develó el secreto, Gabriela se sentó a hablar con sus hermanos y ellos le aseguraron que la apoyaban para encontrar a su familia biológica, pero descartaron tener datos concretos para aportarle. Esta situación, de cualquier manera, no quebró su vínculo.

Por otro lado, Gabriela tiene un hijo de 24 años que se emocionó ante la posibilidad que se presentó en 2017: “Lo tomó demasiado bien, él se convirtió en mi apoyo emocional que me acompaña en esta búsqueda”.

Según el testimonio de su niñera, Gabriela tiene rasgos similares a su mamá biológica. (Foto: Gabriela Lucero Molina)
Según el testimonio de su niñera, Gabriela tiene rasgos similares a su mamá biológica

Los pocos datos que tiene Gabriela para reconstruir su historia

Para empezar a armar el rompecabezas, la mujer se contactó con la nursery que la cuidó de bebé y ella le brindó varios datos sobre su pasado.

En primer lugar -y es el dato que más la shockeó- fue que tiene un hermano gemelo. Según lo que le contó la niñera, ellos no nacieron en San Luis: “Pudimos haber nacido en Córdoba o La Plata, pero no recordaba porque era una persona mayor y pasaron muchos años”.

Gabriela, en su bautismo. (Foto: Gentileza Gabriela Lucero Molina)
Gabriela, en su bautismo.

“Sí me comentó que soy muy parecida físicamente a mi mamá biológica. Ella la vio, la conoce, pero lamentablemente no sabía su nombre ni por qué nos dio”, detalló Gabriela.

Gracias a ese relato, reconstruyó sus primeros días de vida: “Con mi gemelo fuimos sietemecinos y nuestra salud estaba complicada, incluso yo era la que más delicada de salud estaba. Por eso tenían que trasladarnos a Río Cuarto para ponernos en una incubadora porque acá -en San Luis- no había. Pero sabían que no iba a sobrevivir y trajeron la primera incubadora a la provincia”.

“Nos dejaron en el Sanatorio Ramos Mejía y cada uno tenía una familia asignada. Aunque nacimos el 17 de diciembre de 1974, la partida de nacimiento dice 24 de diciembre, día en el que fue adoptada”, sostuvo y contó que cuando visitó el hospital para pedir los papeles, le dijeron que “todo se había quemado hace años”.

Gabriela tiene 47 años ahora y no se da por vencida, es una deuda que tiene con ella misma: conocer sus raíces. “No me quiero ilusionar porque no sé si los voy a encontrar, pero soy muy positiva”, dice después de haber recurrido a las redes y a organizaciones dedicadas a la búsqueda de personas durante estos años.

“Con mínimo que sea el dato, a mi me sirve. Ahora estoy con las pilas más recargadas y tengo la esperanza de encontrarlos”, cerró emocionada.

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