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El 95% de las personas sigue con algún hábito que trajo el Covid y cuál es el más llamativo

Cuatro de cada diez argentinos sigue sin compartir bombilla desde que llegó el Covid. No es solo la ronda de mate: según un estudio al que accedió en exclusiva Clarín, el 38% de los encuestados todavía prefiere chocar puños en vez de saludarse con un beso. Ni hablar del uso del barbijo, que sigue instalado aunque ya no sea obligatorio.

La consultora Readiness Global compartió los resultados de una encuesta online realizada entre 400 personas de 25 a 60 años del país, a las que les pidió que eligieran los tres hábitos y costumbres adoptados en la pandemia que todavía implementan: solo 5% dijo que ya no practicaba ninguno.

¿Cuáles fueron los más elegidos? El 56% de los participantes aseguró que usa barbijo o cubreboca en espacios cerrados, como medios de transporte, oficinas, aulas o comercios, el 43% indicó que emplea alcohol en gel con regularidad, el 40% no comparte mate y el 38% saluda con el puño o evita los saludos con un beso.

Al ser cerrada a tres opciones entre nueve puntos, los números permiten graficar solo un “al menos”. Es decir que no se puede afirmar que el 60% de los encuestados volvió a compartir el mate: el encuestado pudo preferir otro hábito entre los tres principales.

Lo que sí permite comprender es cómo, a casi dos años y medio de la llegada del Covid, y con subvariantes de Ómicron más contagiosas aunque menos virulentas en el país, hay nuevas costumbres que probablemente llegaron para quedarse por un tiempo más.

Una aclaración: las normas sanitarias son recomendadas por el Ministerio de Salud nacional, pero son los gobiernos provinciales los que tienen la última decisión. Así es que, por ejemplo, en Ciudad de Buenos Aires ya no es obligatorio usar barbijo en el subte (aunque son mayoría los que lo usan), mientras que sí lo es en los colectivos (que dependen de Nación).

Segunda aclaración: siempre sigue siendo recomendable desde el punto de vista médico tomar recaudos contra el Covid. “Creo que es una buena práctica no compartir mate y sobre todo ahora que estamos nuevamente en una ola pandémica de Ómicron BA.5, que es una variante de alta transmisibilidad que elude el sistema inmune”, destaca a Clarín el infectólogo Roberto Debbag, presidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica (SLIPE).

“Cuando pasa como en la Argentina o en Europa, que nos vemos afectados por la BA.5, algunos médicos seguimos recomendando a las personas mayores de 60 años o cualquier persona con factores de riesgo que tengan tres dosis de vacuna mínimamente y cuatro mejor, y que si están en reuniones con mucha gente en lugares cerrados sin ventilación que usen barbijo”, agregó.

El por qué de los hábitos

No es lo mismo cómo funciona la adopción del barbijo, un elemento que no era habitual más que entre profesionales de la salud, que los mecanismos psicológicos y sociales que implica romper con un hábito tan instalado, como el del mate girando hacia la izquierda entre los argentinos.Pasajeros en un colectivo de Mendoza, donde el uso del barbijo ya es optativo. Foto: Los Andes

Pasajeros en un colectivo de Mendoza, donde el uso del barbijo ya es optativo

La conclusión pertenece al psicólogo y sociólogo Martín Wainstein, director de la Carrera de Especialización en Psicología Clínica con Orientación Sistémica de la Facultad de Psicología de la UBA. Consultado por Clarín sobre cómo funciona la adopción de un hábito, afirmó: “Es muy diferente lo que implican en el intercambio de significados en la interacción”.

Las teorías más generales de formación de hábitos, explica el psicólogo, sostienen que a una persona le toma entre 60 y 90 días de repetición para que se establezca como costumbre. Por ejemplo, si Fabricio quiere comenzar a tomar agua en ayuno, tendrá que beber un vaso diario por al menos dos meses para que se le vuelva realmente un hábito.

“Un hábito es una conducta y se instala mediante algo que se llama refuerzo, que es cualquier elemento que haga que aumente la posibilidad de que una conducta ocurra. Hay refuerzos que permiten acceder a un premio y otros que se relacionan al miedo a un castigo, como una multa, por ejemplo. En el Covid el miedo a la muerte propia y de los afectos fue un refuerzo tremendo”, define Wainstein.

La cuestión es que con el avance de la campaña de vacunación, la mortalidad estadísticamente disminuyó. A su vez, el uso de barbijo quedó como una recomendación, pero opcional en algunos lugares. ¿Qué pasa entonces cuando se disminuyen esos refuerzos? “La conducta tiende a extinguirse, salvo aquellas que tienen un refuerzo que está anclado en la cultura, en los valores sociales”, advierte el psicólogo.

En el caso del barbijo, una conducta nueva fuera del mundo médico, el hábito llegó atado fundamentalmente a través de la necesidad de cuidarse del Covid. Sin embargo, señala Wainstein, también se difundía el mensaje “de cuidar a los demás, de la cultura altruista, y nada menos que a los niños y a los ancianos, que son muy importantes en los valores sociales”.El codo que luego se transformó en puño y hoy muchos ya abandonaron. Foto: Shutterstock.

El codo que luego se transformó en puño y hoy muchos ya abandonaron

Un segundo refuerzo cultural en torno al barbijo puede vincularse a “la higiene personal” y “el cuidado del cuerpo”. “En el mundo occidental moderno, porque hay que recordar que el 70 % del planeta vive todavía en el Siglo XIX, el cuerpo se transformó en un elemento completamente diferente que lo que era 20 años atrás. Hay una valorización del cuerpo que va desde las dieta a los tatuajes. Una valoración inclusive hasta en la sexualidad, en el sentido amplio del termino”, propone.

El mate es un tema aparte. Primero porque de lo que se trata no es incorporar un hábito sino discontinuarlo, lo que es todavía más dificil o, al menos, podría tomar más tiempo que los 90 días. Eso podría explicar por qué menos personas marcaron en la cuesta que dejaron de compartir mate que lo que aseguraron que siguen usando barbijo. Pero además, aporta Wainstein, “el mate tiene todo un sistema de valores muy importante, que no tienen nada que ver con el café o el té”.

“El mate, en nuestra cultura rioplatense, es relativo a un valor de solidaridad, de familiaridad, de cariño y transmite un montón valores. Cuando se comparte el mate, se primarizan las relaciones. La relación deja de ser secundaria y pasa a ser familiar. Es muy difícil romper eso, porque tiene que ver con la forma en la que nos vinculamos”, afirma.

Un ejemplo: “Viene la cuñada, que es como de la familia, y ¿cómo no vas a compartir el mate?”. Hay otros, algunos comparten mate con amigos, pero no con colegas de trabajo. ¿Qué pasa cuando se juntan en un mismo espacio ambos? “Mientras que el barbijo es un instrumento médico, de higiene personal o un comportamiento de solidaridad social, el dejar de compartir el mate determina otras cosas”, agrega Wainstein.

Polarización y hábitos en el mundo

Una porción de los argentinos decidió sacarse el barbijo. ¿Por qué? ¿Qué valores influyen es esta decisión? Quien ayuda a comprender una arista relacionada a este fenómenos es Ignacio Ramírez, sociólogo por la UBA y diploma en estudios avanzados (DEA) en Comunicación, Cultura y Política por la Universidad Complutense de Madrid.Limitaciones que impuso la pandemia. Foto, Shutterstock.

Limitaciones que impuso la pandemia

«La polarización política desborda los contenidos ‘explícitamente políticos, se vincula también con un proceso de segregación ideológica, de dietas cognitivas cada vez más encapsuladas, con endogamias electorales», dice en diálogo con Clarín y agrega que «la profundidad de tal de proceso se puso de manifiesto tanto en Argentina como también en Estados Unidos y otras sociedades».

Durante la pandemia, siguió Ramírez, «las investigaciones comprobaron que las percepciones de riesgo al contagio y la gravedad atribuida a la eventual infección cambiaba mucho en función de las inclinaciones políticas«. ¿Qué significa? «El ojo y el cuerpo están infiltrados sensorialmente por la ideología, que no comporta solo un tipo de opinión sino mas bien un tipo de percepción del entorno», agrega.

«En nuestro caso, los votantes opositores al Gobierno, así como los republicanos en Estados Unidos, tendieron proporcionalmente a mostrar percepciones sanitarias más ‘suaves’ que las registradas en el electorado del Frente de Todos, cuyas actitudes se inclinaron comparativamente más hacia discursos y políticas mas ‘proteccionistas‘», describe.

En síntesis, sigue Ramírez «la ideología de un ciudadano no se agota en su opinión sobre el macrismo o el kirchnerismo sino que, al contrario, su opinión sobre estas dos fuerzas es la expresión más visible de una constelación de valores subyacente que estructura sus percepciones y comportamientos en el espacio publico: dieta mediática, redes o voto, entre otras». 

«En algún sentido -concluye Ramírez-, la ideología está ‘envasada al vacío’, en el sentido de que no se disuelve por «datos» del entorno que la pongan en duda. Reformulando una clásica frase de nuestra historia política: la unica verdad es la percepción de la realidad».

Otros hábitos que se conservan

El estudio arroja que un 46% de los encuestados continúa haciendo compras on line, como un hábito que incorporó en las épocas de mayor aislamiento. Un 30% está más atento a la higiene y cuidado personal, un 28% adoptó como hobby “maratonear” series y un 26% continúa haciendo cursos y capacitaciones on line.

Por otro lado, un 25% decidió tener una alimentación más sana, mientras que un 20% decidió cambiar sus prioridades de vida, según la encuesta de Readiness Global.

“La pandemia nos exigió hacer cambios drásticos en nuestra vida, de un día para otro. Al principio muchos se resistieron pero creo que en la gran mayoría terminamos entendiendo que ese tipo de modificaciones a nuestra cotidianeidad eran necesarias para seguir adelante. Quizás por eso ahora es difícil volver a como estábamos antes. Ahora nos encontramos en un proceso de adaptación a lo que éramos y a lo que somos”, analizó Juan Galo Martinez, CEO de la consultora.

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