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 Adíos a Jesús Quintero. «Ha muerto El loco de la colina»

A los 82 años, el gran entrevistador Jesús Quintero murió tras su paso por la residencia geriátrica Nuestra Señora de los Remedios de Ubrique, en Cádiz, en la que se encontraba desde hacía unos meses, con un delicado estado de salud.

El rey de «los olvidados, los marginales, los anónimos, los oprimidos» dejó en la Argentina una huella: sus prolongados silencios televisivos mientras permitía hablar sin prisa a sus entrevistados. Entre pitada y pitada, arrancaba grandes declaraciones, como en una clase magistral de psicoanálisis ante cámara.Quintero tras recibir el reconocimiento “Uva de la comunicación”, en Huelva. (EFE)Quintero tras recibir el reconocimiento “Uva de la comunicación”, en Huelva

Desde hace unos días circula en redes un video viral con un viejo reclamo. Jesús (hijo de María y José) despotricaba contra «la clase dominante actual», y esa apología de la ignorancia: «Nunca como ahora la gente había presumido de no haber leído un puto libro en su jodida vida, de no importarle nada que pueda oler levemente a cultura, o que exija una inteligencia mínimamente superior a la del primate».

«Los analfabetos de hoy son los peores porque en la mayoría de los casos han tenido acceso a la educación. Saben leer y escribir, pero no ejercen. Cada día son más y cada día el mercado los cuida más y piensa más en ellos», se enojaba.

«Cualquier persona tiene derecho a 15 minutos de reportaje», pregonaba el andaluz de San Juan del Puerto, que se hizo popular en los ’80 en la Argentina, retransmitido primero desde la radio española, y después contratado por ATC.

Su última visita, en 1999, estuvo atravesada por un hecho violento: usaba la sala de edición de una productora porteña cuando ingresaron dos delincuentes. El español terminó con el pómulo izquierdo golpeado por un revólver y los 3.800 dólares de sus bolsillos, robados.

«Quisiera que los encuentren, no para apresarlos: para preguntarles por qué, para entrevistarlos», lanzaba entonces con ese espíritu curioso que lo llevó a hacer historia de uno y otro lado del océano.

«Sapo de otro pozo», logró durante décadas hacerse un nombre en un «pozo propio», en medio de un ambiente ajeno que iba incluso contra sus convicciones y priorizaba el rating y la velocidad. Su gran bandera eran «los nadies», esos que difícilmente podrían tener prensa de no ser que la lupa de Quintero los magnificaba.Quintero durante una firma de ejemplares en la Feria del Libro de Madrid. (EFE)Quintero durante una firma de ejemplares en la Feria del Libro de Madrid

​Maestro para una generación de periodistas que se formó escuchando su modo en la Radio Nacional de España, llegó aquí retransmitido en los ochenta. Cuenta la leyenda que divagaba sobre una canción de los Beatles (The fool on the hill) cuando confesó sentirse como un loco en una colina. Esa fue la inspiración para el programa que terminó arrasando entre la audiencia nocturna argentina.

«No transo», declaraba en repetición. Bien podría ser ese el lema de su actividad periodística. Decía querer hablarles especialmente a «sádicos, enfermos, ancianos, sonámbulos». Su relación con el medio era intermitente, se esfumaba y volvía por sorpresa para pegar un nuevo portazo. Podía rozar los límites y entregarse a charlas con asesinos. Su diálogo con Ramón Lijo Ageitos, marinero vasco que mató a su ex amante y a un amigo, entró en la historia periodística, así como Carlos Eduardo Robledo Puch, uno de los criminales más temibles de la Argentina.

Aterrizó en Ezeiza por primera vez con la hiperinflación alfonsinista de 1989. «ATC me da un espacio para mis entrevistas, pero solo me paga la oficina que tengo en el hotel», advertía sobre su mecanismo «independiente». Para 1998 volvió al país con el ciclo El lobo estepario, por FM Millenium (106.3).

Ganador de dos Premios Ondas, la Medalla de Andalucía y el premio de Periodismo Rey de España, entre otros cientos, el comunicador revolucionario admitía extensas temporadas de depresión y oscuridad. «‘No sigas por ahí’, me dijo el psicólogo una vez. ‘Vas a terminar siendo el loco de la colina'».

«Mi programa fue una terapia y a la vez una destrucción. Los delicuentes me cuidaban el coche, los locos se escapaban del manicomio para venir a la puerta de casa. Yo metabolizaba y metabolizaba», se desangraba en confesiones. «Yo entrevistaba a un marinero y me volvía marinero, entrevistaba al suicida y… era el suicida»​.

Conversaciones con Jorge Luis Borges, Diego Maradona, Charly García, Facundo Cabral. La colección de entrevistados argentinos incluye al ex presidente Carlos Menem. Lo visitó en la Quinta de Olivos, en 1999, luego de haberse citado con los presidentes de Cuba (Fidel Castro), España (Felipe González) y Francia (François Mitterrand). «Así como China tuvo a Mao, Menem está convencido de que la Argentina lo tuvo a él», analizaba. «Tiene un discurso mesiánico».Con Carlos Menem en 1999.  (Foto Archivo Clarín)Con Carlos Menem en 1999

Nacido el 18 de agosto de 1940, El perro verde eligió ese título de programa como homenaje a lo que había escuchado durante sus primeros años de vida. «Eres más raro que perro verde», le repetía su madre. En su juventud fue actor, el paso laboral previo hacia la radiofonía. 

Uno de sus grandes orgullos fue el «Quintero-móvil», un proyecto en el que pudo cristalizar el gran sueño de recolectar historias de vida pueblo a pueblo. Llamó a la movida El hombre de la roulotte. Compró una suerte de motorhome, lo convirtió en un estudio rodante de radio, y se obsesionó con registrar la poesía del ignorado. 

«Es verdad que estuve a punto de volverme loco», vomitaba el padre de Lola y Andrea. «Estuve en psicoanálisis más de 20 años. La depresión me hundió y se apagó todo».

«¿Por qué los silencios? Los andaluces tenemos un sentido del tiempo heredado de los árabes. Tanto silencio permite que hables de dentro para afuera, subraya lo que dice el otro y le da tiempo al espectador para que reflexione«, regalaba como en una cátedra.Jesús Quintero (Captura de video)Jesús Quintero

Acostumbrado a los vaivenes económicos, podía pasar de una suite cinco estrellas a la austeridad. Vivió en «pensiones con pulgas y edificios como de la NASA» y atravesó grandes golpes hasta perderlo todo. «Me interesa más hablar para diez personas atentas que para diez millones de distraídos», romantizaba, como ajeno al mecanismo de la publicidad y la industria.

Con Quintero se muere algo así como el mutismo en radio y TV, esa mala palabra que él llevó a los más altos niveles de periodismo. También se muere un justiciero que podía gritarle al sistema: «No es posible que la mitad del mundo se muera de hambre y la otra mitad de colesterol».

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