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El argentino que le dijo que no a Elon Musk

Dentro de unos 15 años, allá por el 2037, el ingeniero Miguel San Martín (63), espera formar parte de algún modo de la mayor proeza tecnológica de la NASA: llevar a un ser humano a Marte.

San Martín es un hombre singular. Nació en Buenos Aires, pero pasó sus veranos en la Patagonia, Villa Regina. Se trata del Alto Valle de Río Negro, donde el clima cálido es una constante y los cielos inmensos y despejados.

San Martín soñó con las estrellas aunque no se convirtió en astronauta sino en pieza clave del prestigioso Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA, donde ayudó a que los primeros rover aterrizaran seguros en la superficie del Planeta Rojo en los últimos 20 años. En breves palabras, San Martín es una indiscutida estrella de la industria aeroespacial norteamericana.

Por estos días visita Bariloche participando del evento “Migración de ideas”, organizado por la Fundación Balseiro, que este año está dedicado al presente y futuro de la industria aeroespacial argentina..

En la próxima década están puestas todas las fichas para que el ser humano alcance en cuerpo y alma un destino que puebla la ficción y la ciencia desde hace siglos. Marte es una obsesión. Pero no una barata. El presupuesto anual de la NASA ronda los 25.000 millones de dólares, de los cuales casi la mitad están dedicados a la exploración lunar, un capítulo anterior y necesario a la llegada a Marte.

San Martín ha sido jefe de Ingeniería de Guiado, Navegación y Control de Sistemas de la misión Curiosity y consultor en la misión Perseverance, responsabilidades que lo ubican muy arriba en la tabla de expertos en viajes espaciales.Siempre trabajando. Miguel San Martín con su notebook, en el hotel en el que está parando en Bariloche.Siempre trabajando. Miguel San Martín con su notebook, en el hotel en el que está parando en Bariloche.

“La llegada de una tripulación a Marte podría ocurrir en la próxima década. A fines de los 30 o principios de los 40. Y espero estar trabajando en el JPL todavía, eso es lo que quiero”, dice el ingeniero a horas de haberse instalado en la Cordillera.

“En el JPL soy de los viejos, muchos ya se han retirado, pero entiendo que es mi momento de traspasar el conocimiento a los más jóvenes. Espero estar ahí cuando lleguemos a Marte, no tengo planes de retirarme, y me veo por lo menos 10 años más trabajando ahí. Acá no te apuran, algunos se han muerto de viejos en el trabajo”, cuenta.

San Martín reconoce que la tensión entre los “viejos” y los profesionales jóvenes existe, pero que finalmente puede considerarse un entrecruce muy saludable.

“El trato diario es con mucho respeto, también tenemos una modalidad, una cultura donde los jóvenes pueden discutir o no estar de acuerdo con lo que dice una persona de mayor experiencia, desafiarla. Nos gusta que la gente tenga la libertad de pensamiento, aunque siempre hay situaciones en las que prevalece la experiencia y uno dice: tengo unos años más que vos (risas)”, explica.

“Me jubilaré el día que no me divierta más, que no tenga ganas de ir a trabajar, ahí colgaré los botines”, subraya en jerga futbolera quien es “pincharrata”.

El hombre que le dijo no a Elon Musk

Lo paradójico en la vida y la misión de San Martín es que aunque el pico de su carrera puede llegar en 15 años o tal vez 20 años, también es factible que gente como Elon Musk, aterrice en Marte antes del final de esta década.

El ingeniero no será parte de esa súper millonaria e intensa misión del empresario tecnológico y automotriz, pero podría haberlo sido. Profesionales de la empresa SpaceX lo tentaron tiempo atrás para que protagonizara lo que habría sido el “pase del año” en la industria. Ir de la NASA a SpaceX para ocuparse de la misión que alcanzará Marte con una tripulación y en tiempo récord.

“Esto no lo conté antes, no lo saben ni en el JPL”, dice entre risas. Cierto pero real, después de la llamada de los expertos de la compañía lo convocó el propio Elon para tener una conversación personal, magnate a científico. San Martín asistió más por respeto y curiosidad, que tentado por la lógica del negocio y sus millones.

“Me han ofrecido trabajar en SpaceX y estuve con Elon Musk pero… si estuviera saliendo de la universidad, podría ser. A esta altura de mi carrera me cuesta, implica trabajar a un nivel de intensidad que para hacerlo se necesita ser una persona joven. En su planta hay muchos jóvenes menores de 30 años. Para mí hubiera sido como empezar de cero. Y además el JPL es mi casa”, relata.

San Martín no tiene dudas de que los esfuerzos de Musk y su gente pueden alcanzar el objetivo porque poseen la motivación y los recursos.

“Estos empresarios ya no necesitan de la NASA para hacerlo y para algunos es casi un hobby. Tienen lo que necesitan para llegar a Marte que es dinero y, según parece, los inversores les dan mucha cuerda”, dice.San Martín en la NASA en 2012, con una réplica del robot Curiosity. Foto ArchivoSan Martín en la NASA en 2012, con una réplica del robot Curiosity

“Si Starship le funciona a Musk, lo cambia todo. Se aceleraría todo. Para fin de esta década lo habría logrado, mucho antes que la NASA. La NASA es más lenta pero más segura, donde pone el ojo pone la bala, somos muy conservadores, pisamos en firme, no haremos algo que no sabemos que no va a funcionar, no tomamos riesgos”, explica.

“Existe una tensión en tratar de no reinventar, nuestra labor es científica, no es inventar por que sí. Nuestro trabajo hoy es determinar si hubo vida en Marte. Cómo evolucionó. Resulta ser que cuanto más avanzamos, más sofisticadas son las necesidades tecnológicas y eso nos obliga a innovar porque lo que teníamos antes no es suficiente, pero no innovar por innovar”, explica.

Las misiones a Marte

El profesional argentino resalta la propia evolución de las naves que han tocado la superficie de Marte en las últimas misiones de la NASA.

“En anteriores misiones había lugares científicos extremadamente importantes y de gran interés, pero las técnicas de aterrizaje eran muy riesgosas. Entonces desarrollamos un sistema que nos permitió aterrizar con mayor precisión porque el combustible es limitado. El Perseverance aterrizó en un lugar peligroso pero funcionó. Nada de este trabajo es fácil porque cuesta dinero y se aprueban por un número. Nunca te sobra la plata en la NASA”, cuenta.Recibido con honores. Llegando a la conferencia de prensa posterior al aterrizaje del robot en Marte, en agosto de 2012. Foto EFE ArchivoRecibido con honores. Llegando a la conferencia de prensa posterior al aterrizaje del robot en Marte, en agosto de 2012

Otra gran revolución del conocimiento que impulsa la industria aeronáutica se relaciona con Internet y la democratización del conocimiento, según San Martín.

“El interés por el sector viene muy bien, con las redes su actividad llega más a los chicos y hay un impulso muy grande en la NASA y en la Unión Europea para que los jóvenes sean participes de la aventura. Ahora pueden ver en vivo, o por Twitter, cómo aterriza una nave”, señala.

“Noto un gran interés, más que nunca. Y el campo ha aumentado de tamaño, ya no tienes que irte a Estados Unidos, como hice yo mismo, para ser parte de la industria aeronáutica, puedes hacerla acá trabajando en el INVAP, en Bariloche. Ya no es el dominio de unos pocos países o agencias o compañías. Hoy los smallsat (satélites pequeños) son otro avance y los construyen en la universidad y en escuelas secundarias”, concluye.

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