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El pueblo que desde hace 40 años ayuda a pagar el viaje a Bariloche de sus estudiantes

El viaje de egresados representa un gasto muy grande en cada familia y últimamente es un sueño difícil de cumplir o que termina resignado. Pero donde se mantiene intacta la tradición de llevar a cabo ese cierre de etapa es en Pozo del Molle, un pueblo de Córdoba que desde hace 40 años mantiene una iniciativa con el objetivo de que ningún estudiante del pueblo se quede sin la posibilidad de viajar: prestan un boliche para que los jóvenes administren y puedan costear los gastos.

La idea comenzó en 1983. “El papá de una chica de la promo, Juan Carlos Fiuri, nos dio una propiedad y nos dijo: ‘Hagan lo que quieran’”, contó Claudia Grosso, una integrante de Mamut, el primer local bailable del pueblo.

Fue durante una reunión de amigas que propusieron hacer de la antigua casa, la caverna de un mamut, cobrar entrada y poner buena música. “En aquella época escuchábamos mucho rock nacional”, recuerda Claudia sobre el que fue su boliche. “Fuimos la primera promo que se animó a tener un boliche propio”, destaca sobre la tradición pozomollense que se mantiene hasta la actualidad, con Oasis.

Cada año, los jóvenes redecoran el lugar y lo administran con la ayuda de sus padres. (Foto: TN)
Cada año, los jóvenes redecoran el lugar y lo administran con la ayuda de sus padres

“Somos 38 participantes en la promo y nos organizamos en cuatro grupos para pagarnos el viaje de egresados que nos cuesta $160.000 cada uno”, contó a TN Mateo Arias, presidente de la comisión de Oasis, a través de la cual pasa la administración de las noches.

Desde 1983 hasta este año, el proyecto pasó por tres edificios del pueblo, le dio la posibilidad de ir a Bariloche a más de 2.000 jóvenes sin que el viaje de egresados sea un gasto para los padres; tuvo 40 nombres y cada año hace que 50 estudiantes, aproximadamente, se organicen bajo un mismo objetivo.

“Se valora, porque lo trabajaste, no te lo regaló nadie. Estamos superorgullosos”, asegura Claudia sobre la idea que le permitió también a su esposo y a sus tres hijos, concretar su viaje de egresados. “Juanjo fue de Nasser; Juli, de Kiupper; y Chucho, de Vancouver”, recuerda orgullosa los nombres de cada uno de los boliches de sus hijos.

Su marido viajó con ella a Bariloche en 1983. “Cada estudiante se había llevado, además, casi el doble de plata de lo que salía el viaje”, hace números sobre el monto de dinero recaudado con la administración del local, que siempre está supervisada por los padres.

“Mi pareja, antes de ir, le compró a la mamá un lavarropas, un secarropas, una mesa, sillas y claro, se llevó plata para disfrutar en el viaje”, contó todavía sorprendida.

Este año, son 30 promociones las que siguieron la tradición. (Foto: TN)
Este año, son 30 promociones las que siguieron la tradición

A lo largo de estas cuatro décadas en el pueblo abrieron además otros espacios nocturnos que muchas veces pusieron en riesgo el objetivo, “pero siempre se llegó a pagar el viaje”, destaca Claudia, aunque algunos años se llevaron más dinero extra y otros menos.

“Tenemos grandes expectativas sobre cómo nos va a ir este año, porque venimos bastante bien, somos una promo muy unida, que trabajamos y damos lo mejor para poder irnos todos juntos a Bariloche en diciembre”, dice motivado Mateo, mientras organiza sus días de estudio, amigos y responsabilidades para con la promo.

Mientras Claudia recuerda el esfuerzo que hacían para viajar a los pueblos de la región a pegar carteles publicitando a Mamut y sus noches, Matías tiene entre sus manos el celular con redes sociales que envían mensajes difundiendo a Oasis, como “el lugar” de los viernes. Entre ellos hay miles de anécdotas de personas que crecieron en un pueblo y recuerdan con orgullo que, al viaje de egresados se lo pagaron ellos, trabajando.

Cronograma

Cada enero, el boliche abre sus puertas los viernes bajo la administración de la promoción de ese año con la consigna de “asalto” al espacio que fue de la promoción anterior. Durante febrero cierra al público mientras los jóvenes votan un nuevo nombre, elijen colores, lo pintan y disponen de nuevos espacios “bolicheros” dentro del edificio que es propiedad del municipio. La inauguración es siempre el primer fin de semana de marzo, desde ese viernes, y hasta el primer viernes de diciembre, cada noche Pozo del Molle congrega a personas del pueblo y la región para bailar, divertirse y colaborar con la causa: irse todos juntos a Bariloche.

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