Hasta no hace mucho, los antibióticos parecían imbatibles. Casi “mágicos”. Pero gracias al despliegue de múltiples estrategias, las bacterias que estos combaten se encargaron de demostrar lo contrario.
El desarrollo de la resistencia a los antimicrobianos, sumada a la falta de nuevos compuestos es un dolor de cabeza creciente para los sanitaristas que ven cómo infecciones banales pueden volver a convertirse en males incurables.
La situación varía según el patógeno, pero para hacerse una idea, datos internacionales indican que hasta el 60% de las infecciones hospitalarias se deben a microbios resistentes. Algunos no responden a ninguno de los fármacos de los que disponemos. La OMS estima que, si no se hace algo, el número global de muertes anuales por infecciones intratables ascenderá en el mundo de algo más un millón en el presente, a diez millones para 2050.
El país no escapa a este escenario internacional y la situación parece haberse agravado con la pandemia. Entre 2018 y 2021, el laboratorio de referencia del Instituto Malbrán detectó un aumento de las bacterias resistentes (del 17 al 60%) en muestras recibidas de 28 hospitales de siete jurisdicciones, algunas de ellas por mecanismos que no se habían documentado.
Para enfrentar este problema antes de que sea tarde, el Senado acaba de sancionar por unanimidad la Ley de Prevención y Control de la Resistencia a los Antimicrobianos, una norma pionera en la región.
“En todo el mundo y sin duda en el sistema sanitario argentino, la resistencia a los antimicrobianos es una gran dificultad, sobre todo en las infecciones asociadas con el cuidado de la salud en las unidades de cuidados intensivos, donde las bacterias multirresistentes tienden a enquistarse y transmitirse entre los pacientes, y generan una enorme carga de enfermedad, mortalidad y costos –dijo su autor, el pediatra Pablo Yedlin, presidente de la comisión de Salud de esa cámara, durante una reunión con la Red Argentina de Periodistas Científicos (RAdPC)–. La necesidad de ir ascendiendo en la complejidad de los fármacos implica un aumento en la escala de costo, de días de internación y por supuesto, el riesgo de muerte”.
Según el senador por Tucumán, entre 2019 y 2021 el Programa Nacional de Vigilancia de Infecciones Hospitalarias registró un crecimiento de las bacterias resistentes por el impacto de la pandemia. Entre otras razones, esto respondería al abuso y mal uso de antimicrobianos, a la relajación de los protocolos de prevención y a las estadías prolongadas de pacientes en unidades críticas.Enterobacterias resistentes
Descubiertos inicialmente en el moho de ciertos hongos, los antibióticos se difundieron a mediados del siglo pasado y revolucionaron el tratamiento de las infecciones bacterianas. En 2014, la Organización Mundial de la Salud dio a conocer el primer informe global sobre resistencia a estos fármacos, realizado en 114 países. Advirtió que el fenómeno se registra en todas las regiones, y que las consecuencias de esta situación podrían ser “devastadoras”.
“En algunos países se registran niveles muy altos de resistencia del neumococo [frecuente en infecciones respiratorias graves]; hay datos alarmantes sobre las Neisserias, entre las que se encuentra el gonococo [causante de enfermedades de transmisión sexual, el antibiótico que se utilizaba hasta hace pocos años, la ciprofloxacina pasó del 2 a casi el 35% de resistencia en diez años], y altísima resistencia al estafilococo dorado [que puede causar infecciones cutáneas y de las mucosas, forunculosis o conjuntivitis, abscesos profundos, osteomielitis, meningitis, sepsis y otras enfermedades graves]”, dijo en ese momento Gustavo Lopardo, ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología.
Las bacterias poseen una batería de artilugios para volverse resistentes a las drogas para combatirlas. Pueden transferirse genes cuando están en contacto, aumentar su «impermeabilidad» y hasta fabricar sustancias que protegen a otras bacterias (“defensa altruísta”). Después, solo basta que hagan su parte los principios de la evolución darwiniana, para que se vayan seleccionando “las más aptas”.
Como explicó Yedlin, los hospitales son uno de los lugares críticos en los que emergen bacterias resistentes, pero no es el único. Otro motivo de preocupación es el uso masivo de antibióticos como aceleradores del crecimiento en la cría de animales de consumo (pollos, cerdos, pescados y bovinos), ya que el hacinamiento favorece la recombinación de microorganismos y luego estos pueden pasar a sus cuidadores, y hasta contaminar el suelo y el agua.
“Esto requiere una mirada integral, compleja –destacó el legislador–. Y por eso, la ley se trabajó con las sociedades de Infectología y de Infectología Pediátrica, con el Ministerio de Salud de la Nación, con el Senasa, con el INTA, con el ex Ministerio de Ganadería y Pesca. Por lo pronto, le dimos estabilidad legal a la comisión interministerial que ya existía para que establezca un listado de qué antimicrobianos puede usar la industria”.
Qué dice la ley
Precisamente, uno de los artículos de la nueva legislación prevé que se elimine gradualmente el uso de antimicrobianos como promotores de crecimiento.
Además dispone:
- La creación de un plan de acción nacional para la prevención y de una comisión de control de la resistencia a los antimicrobianos.
- Que estos fármacos se vendan bajo receta archivada.
- Prohibir los anuncios para el público general de estos productos que tengan actividad sistémica.
- Las presentaciones deberán mantener concordancia con la dosis y duración del tratamiento. “La idea es que no sean muy pequeñas como para cumplir con el tratamiento, ni excesivas, que sobren, ni en comprimidos ni en suspensiones pediátricas”, explicó el legislador.
- Los envases deberán contar con etiquetado frontal que resalte el riesgo del aumento de la resistencia a los antimicrobianos.
- Permitirá las muestras gratis, pero deberán proveer el tratamiento completo.
“Esta ley le otorga importancia nacional a la investigación y el registro de gérmenes resistentes, y dispone que todos los hospitales públicos y privados deberán tener comisiones especializadas para limitar, mejorar y optimizar el uso de estos fármacos –subrayó Yedlin–. Esperamos que el Plan Nacional de Lucha contra la Resistencia a los Antimicrobianos estimule a la industria a producir nuevas fórmulas, más potentes o con diferentes mecanismos de acción. La resistencia no la vamos a detener con una ley, pero podemos hacer que avance más lentamente y así darle tiempo a la investigación. No cambiará la realidad sanitaria, pero ayuda. Y en ese sentido, me parece que hemos logrado una norma que será útil”.