El intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner vuelve obligada la pregunta por los antecedentes locales de episodios igualmente repudiables. La respuesta es clara: la Argentina no está afuera del friso mundial narrativo de atentados contra primeros mandatarios, hayan sido gestados por grupos políticos de envergadura como por verdaderos “lobos solitarios”.
Es el caso de un intento de agresión (que no suele protagonizar los capítulos dedicados a este tema) contra el expresidente Nicolás Avellaneda, quien, en un evento por el centenario de la independencia estadounidense, el 4 de julio de 1876, habría sido protegido a tiempo por uno de sus ministros: Adolfo Alsina.
Pero, dejando esos episodios de lado, suelen contabilizarse siete grandes intentos parecidos al experimentado por la Vicepresidenta. Ninguno fue fatal.
Vayamos hacia atrás en el tiempo.
Alfonsín sufrió un atentado en San Nicolás.
Raúl Alfonsín
Los detalles del que es considerado el atentado más importante de los tres que pretendieron quitarle la vida al primer presidente democrático tras la última dictadura militar, Raúl Alfonsín, están acá. Pero vale resumirlo en estas líneas.
Alfonsín (presidente entre 1983 y 1989), en medio de una gira para de algún modo “levantar” el desinflado partido radical, daba un discurso en la ciudad de San Nicolás, provincia de Buenos Aires, cuando un hombre con un arma apareció al costado del palco y apuntó.
Los custodios del expresidente lo frenaron a tiempo. Más tarde, Alfonsín contaría lo vivido con estas palabras: “Me pegaron un empujón, me tiraron al piso y me tuvieron allí un rato. Luego seguimos el acto, desde luego”.
Hipólito Yrigoyen y un atentado en 1929.
Hipólito Yrigoyen
Hay que remontarse a 1929, pisando la “década infame”, para encontrar, hacia atrás, otro caso caso de atentado a un presidente o expresidente argentino. Fue Hipólito Yrigoyen. Era 24 de diciembre.
Era mediodía e Yrigoyen salía desde su domicilio hacia la Casa Rosada, cuando, en la intersección de Brasil y Tacuarí, su coche recibió tres disparos. El responsable, un mecánico dental italiano llamado Gualterio Marinelli.
El chofer del Presidente logró acelerar a tiempo, dejando atrás al atacante, que comenzó un tiroteo con la Policía. El resultado, un subcomisario herido y la muerte del agresor.
Victorino de la Plaza sufrió un atentado en 1916.
Victorino de la Plaza
Hay quienes consideran inexplicable el atentado a Victorino de la Plaza, ya que no solo tenía 76 años sino que prácticamente estaba retirado de la escena política, por quedarle solo tres meses de mandado. De hecho, Hipólito Yrigoyen ya era Presidente electo.
De la Plaza había asumido en reemplazo de Roque Sáenz Peña -de quien era vicepresidente-, quien debía gobernar de 1920 a 1916. Sin embargo, falleció dos años antes de terminar su mandato.
Era 9 de julio de 1916. Junto a otros funcionarios (incluyendo un par de embajadores), De la Plaza contemplaba un desfile militar desde el balcón presidencial, mirando, desde ya, a Plaza de Mayo. De repente, de una de las columnas (en este caso, una de tipo cívica, se reportó), apareció un hombre armado y pegó dos tiros (errados) hacia el balcón, con su revólver.
Fue identificado como Juan Mandrini, de 24 años.
Tras el atentado declaró algo interesante: había impostado un ataque, dijo, en protesta por la pena de muerte que había sido aplicada contra Francisco Salvatto y Giovanni Lauro, por el asesinato (con 36 puñaladas) del contador Frank Carlos Livingston.
El intento de asesinato de Figueroa Alcorta se produjo en 1907.
José Figueroa Alcorta
Estamos en febrero de 1907. José Figueroa Alcorta preside el país (1906-1910) con muy poco apoyo político, mientras Julio Argentino Roca presiona por un tercer mandato para sí.
La crisis nacional se respira en todas partes, pero especialmente en Corrientes, provincia intervenida recientemente, y también en el Congreso: el Senado se niega a tratar el Presupuesto para 1908, por lo que (cualquier semejanza con la actualidad…) se prorroga el del año anterior.
En este contexto, el Presidente suspende el período extraordinario de sesiones legislativas y, descontentos, los legisladores intentan sesionar igual. Sin embargo, Ramón L. Falcón, el entonces jefe de la Policía, bloquea el ingreso al Congreso con la presencia de cien bomberos.
Fue en medio de ese aire que Figueroa Alcorta recibió dos atentados a su vida en la misma semana, la última de febrero.
El primero, a través de una simple canasta de frutas que debía estallar en la propia casa del Presidente. El artefacto falló.
El segundo (el 28 de ese mes) se produjo cuando un hombre (luego identificado como Francisco Solano Rejis, anarquista nacido en Salta) intentó depositar un artefacto explosivo en la entrada de la finca presidencial.
El presidente llegaba en vehículo, luego de la jornada laboral. Al descender, logró empujar el artefacto a tiempo con el pie.
A Manuel Quintana intentaron matarlo durante su presidencia, entre 1904 y 1906.
Manuel Quintana
Hablando de Figueroa Alcorta, hay que decir que asumió tras la muerte de su compañero en la fórmula presidencial, Manuel Quintana, quien solo gobernó dos años, de 1904 a 1906.
Pero fue tiempo suficiente para que también transitara un intento de asesinato. En este caso, en el contexto de los coletazos de un intento revolucionario radical encabezado por Hipólito Yrigoyen.
Quintana iba en carruaje de su casa a la Rosada cuando, en la intersección de Santa Fe y Maipú, frente a Plaza San Martín, un hombre se acercó a la ventanilla del carro, revólver en mano, y gatilló, sin éxito.
Dicen que corrió a la par varios metros y que intentó accionar el arma varias veces, ninguna con éxito.
La Policía identificó al agresor como Salvador Enrique José Planas y Virella, un catalán anarquista en sus veintes, que vivía hacía un par de años en el país. Buscaba dar un giro copernicano a la conducción política del país, declaró.
Planas y Virella quedó en el friso local como el primer anarquista que intentó matar un presidente. En 1911 huyó de la cárcel en un emblemático escape, junto a otros 12 presos de la Penitenciaría Nacional. Quedó prófugo.
Julio Argentino Roca también sufrió un intento de asesinato.
Julio Argentino Roca
“Un incidente imprevisto me priva de la satisfacción de leer el último mensaje que como Presidente dirijo al Congreso de mi país. Hace un momento, sin duda un loco, al entrar yo al Congreso, me ha herido en la frente no sé con qué arma”. Las palabras fueron de Julio Argentino Roca, el 10 de mayo de 1886, cinco meses antes de terminar su primer período presidencial, comenzado en 1880.
Debía iniciar las sesiones legislativas, para lo cual caminó desde Casa de Gobierno hasta el Congreso, entonces ubicado en una de las laterales de Playa de Mayo, sobre la actual avenida Hipólito Yrigoyen. Entre otros, lo acompañaban sus ministros.
De un puñado de personas que se dispusieron a ver pasar al Presidente emergió un hombre (luego se supo que era un correntino de 26 años, llamado Ignacio Monjes) con una gran piedra en la mano.
Se acercó a Roca y lo golpeó fuertemente en la frente. Cuando estaba por hacerlo por segunda vez, el entonces ministro de Guerra y Marina, Carlos Pellegrini, logró detener al atacante. Dicen que la herida fue profunda y grande, de unos 7 centímetros.
El atacante declaró más tarde que había querido terminar con la vida del Presidente por considerarlo “responsable de la situación política del país, insoportable desde hace un año y medio”. Y que quería “salvar la patria”.
Domingo Faustino Sarmiento sufrió un intento de asesinato en 1873.
Domingo Faustino Sarmiento
Todas las crónicas de atentados a presidentes argentinos arrancan con el experimentado por Domingo Faustino Sarmiento en pleno centro porteño. Era 1873.
Si hay un dato de color en esta historia es que Sarmiento se había separado de Benita Pastoriza, su esposa, y a diario visitaba a su amigo Dalmacio Vélez Sársfield. El objetivo, reunirse con su hija Aurelia, con quien mantenía un romance.
¿El error? Hacía esas visitas sin custodia y desarmado, detalle que los atacantes obviamente conocían.
Cruzaba por Corrientes y Maipú cuando se generó una explosión aledaña a su coche. Los responsables, dos anarquistas italianos, Francisco y Pedro Guerri, que luego declararon haber sido contratados por hombres que respondían al militar y político argentino Ricardo López Jordán.
Lo importante es que el atentado falló (a Francisco Guerri le reventó el trabuco en la mano), Sarmiento salió ileso y además nunca escuchó nada: padecía una importante sordera.
Tras nueve años en prisión, los Guerri, arrepentidos, le pidieron que intercediera para conmutarles la pena. Sarmiento se negó.
Con información del sitio buenosaireshistoria.org y serargentino.com, en base a las siguientes fuentes: Rodríguez, A.E., “El peligroso oficio de Presidente” en revista Todo es Historia (1968); Luna, F., Soy Roca (1989); Chávez, F., Historia del país de los argentinos (1977); García Hamilton, J., Cuyano alborotador. La vida de Domingo Faustino Sarmiento (1997).