El ex campeón del mundo de boxeo Horacio Accavallo murió a los 87 años.
El púgil fue el segundo argentino en alcanzar un título mundial.
“Honesto, humilde, personaje, buen tipo, referente”. Así definía Horacio Accavallo Jr. a su padre —y homónimo— en una nota de Clarín de 2019, a 53 años de la obtención del título mundial.
Murió Horacio Accavallo. La despedida de su hijo en Instagram.
Esa misma nota recordaba que Nicolino Locche llamó a Accavallo “el mejor boxeador argentino de la historia”.
Campeón mundial entre 1966 y 1968, Accavallo representa —señalaba hace tres años la periodista Jazmín Bazán— al deportista devenido en héroe nacional, al pibe de una villa del sur que se hizo a las piñas.
Horacio Accavallo nació en 1934 y sobrevivió los primeros años de su vida juntando basura en una quema; fue trapecista, equilibrista, faquir, lustrabotas, botellero y boxeador.
Cuando tenía 14 años, mientras trabajaba en un circo, vio que tenía condiciones para el pugilismo. Para entretener al público, desafiaba a los más grandotes y siempre ganaba. Medía un metro y medio, y contaba con la ventaja de ser zurdo.
Cuando se abrió un gimnasio cerca de su casa, fue a anotarse. Llegó con un cigarrillo negro en la boca. El primer día, lo hicieron guantear con tres personas. Tomó el apodo de “Roquiño”.
En el 58, Accavallo viajó a Italia por once meses y venció al campeón nacional Salvatore Burruni. No había dudas de su talento. Sin embargo, le costó hacerse una carrera. Según relataba, fue aceptado en el circuito del Luna Park gracias a su carta más valiosa, el cariño de sus seguidores.
En 1966 llegó la conquista del campeonato mundial en la categoría “mosca”, cuando venció en Japón al nativo Katsuyoshi Takayama, en una pelea a 15 rounds, por decisión dividida. Aquel día, las casas de su barrio se convirtieron en verdaderos búnkers donde los vecinos se agolpaban para escuchar la transmisión radial del combate.
Una comitiva argentina de reporteros viajó a verlo a tierras niponas. Emilio Laferranderie, el enviado de El Gráfico, más conocido como “El Veco”, sintetizó esa jornada mejor que nadie: “Es el gran día, Horacio. Esta cumbre que alcanzás a los 30 años reservaba en un cofre la gran sonrisa. ‘Hay mucho llanto debajo de todo esto’, nos dijo [su mánager] Vaccari. Entonces, reíte, Horacio… Reíte sin parar”.