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Abuelas de Plaza de Mayo temen no poder conocer a sus nietos y reimpulsan la búsqueda de 300 personas

Han pasado, en algunos casos, 49 años desde que estos hijos y nietos desaparecieron. Han transcurrido 45 años desde que las Abuelas de Plaza de Mayo nacieron para intentar encontrar a estos bebés robados por la dictadura argentina, entre 1979 y 1983. Y en tantas, horas, días, semanas, meses y años de lucha, muchas de ellas han perdido su propia vida. Abuelas que ya son ancianas y para quienes el tiempo apremia. Necesitan rescatar a estos 300 adultos que aún no recuperan su identidad. 

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La lucha de las abuelas comenzó en octubre de 1977.

Los bebés rondan en la actualidad entre los 40 y 50 años. La lucha se reimpulsa ahora y no frena jamás. Para ellas y para estos nietos que no conocen en realidad de dónde vienen. «Los que llegan a Abuelas a hacer la consulta llegan a veces con una duda de 20 años o más, tratando de dar ese paso. Sin hablar con nadie. Hay personas que sacaron turno varias veces pero no han venido y llegan con toda esa carga», explica a la AFP María Laura Rodríguez, de la generación joven de la organización Abuelas de Plaza de Mayo y coordinadora del área Presentación Espontánea.

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Y persiste hasta el día de hoy.

Por todos los rincones de Buenos Aires estas abuelas recorren y organizan presentaciones espontáneas. Buscan sin detenerse. Más de 400 bebés y niños fueron «apropiados» en la última dictadura militar (1976-1983). Nacidos durante el cautiverio de sus madres, luego desaparecidas, a menudo fueron entregados a hogares amigos del régimen con argumentos como darle un «servicio» a una familia deseosa de un hijo y la pretensión de educarlos como seres «bien pensantes» políticamente, según ellos.

A punto de cumplir 45 años de existencia, Abuelas ha logrado restituir la verdadera identidad a 130 de aquellos niños, la mayoría con emocionantes reencuentros. En julio del 2019 la lucha se detuvo, la pandemia atravesó a las abuelas quienes no han podido encontrar a un nuevo nieto en estos tres últimos años. 

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Fue en el 2019 cuando se encontró al último nieto.

Entre 2012 y 2014 se hacían unas 600 «presentaciones espontáneas» en promedio al año; en 2020 apenas 250 y solo en forma virtual por el covid. Seis Abuelas fallecieron en estos últimos dos años.

A 40 km de Buenos Aires, la localidad de Morón acoge una de esas iniciativas de ‘presentación espontánea’ en las que Abuelas y la Defensoría de la provincia de Buenos Aires van en búsqueda, invitan, incitan a acercarse a hablar a cualquiera que tenga dudas sobre su identidad. 

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Guillermo Amarilla Molfino, el «nieto número 98».

Pero hablar «es un salto al vacío», afirma Guillermo Amarilla Molfino, el «nieto número 98», a quien le llevó años verbalizar sus dudas antes de recuperar en 2009 su identidad y sus hermanos. Hoy asesora al equipo que va a acoger en forma presencial a personas que tienen alguna suspicacia sobre su origen, nacidas entre mediados de la década de 1970 y principios de la de 1980.

«Hay muchos miedos y culpa. Esa culpa fue el motor para silenciar la duda. Uno se pregunta, ¿por qué estoy dudando de mis padres si me dieron de comer, si me dieron un techo? Es cuando el silencio a veces termina siendo un aliado con el que uno convive», afirma Guillermo. Hablar es entonces «como entregar su vida» a otro.

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De los más de 400 bebés desaparecidos falta encontrar a 300.

Así cobra importancia el trato que se dispensa a quien llega con sus dudas. Tiene que haber equilibrio entre una escucha empática y «el deber no muy satisfactorio de bajar las expectativas de la persona. Nuestra tarea es esclarecer un poco, ver cuál información es fidedigna, cuál falta, ayudarlo a descubrir la verdad, darle herramientas», dice Luciano Lahiteau, de la Defensoría.

La búsqueda sigue un protocolo establecido: confidencialidad estricta, recopilación y entrecruzamiento de documentación y datos, testimonios y elementos surgidos en los numerosos juicios por crímenes de lesa humanidad.

Si hay una presunción de que esa persona puede ser hijo de desaparecidos, se propone una extracción de sangre para comparar con el Banco Nacional de Datos Genéticos, que reúne gran parte de los ADN de las familias que buscan niños robados.

«Cuando encontramos a un nieto o nieta, ¡es como sacarse la lotería!», lanza María Laura Rodríguez.

En el área de Presentación Espontánea se trabaja «con el universo más grande», sean hijos adoptados, ilegítimos, etc. «Nos encontramos con gran cantidad de personas que no son hijos de desaparecidos. Garantizamos que todos sean atendidos por igual, en darles herramientas» para buscar su identidad, dice.

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El derecho a saber la propia identidad.

Más allá de que la búsqueda llegue o no a buen puerto, «ya hace a la identidad asumir: ‘soy alguien que tiene dudas, tengo derecho a saber quién soy, a hacer preguntas'», sostiene Lahiteau. «Cada persona se va mejor de cómo llegó. Dar el paso libera», sentencia Rodríguez

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