Las dificultades que tienen los pacientes de salud mental estabilizados luego de ser dados de alta se acrecientan cuando quieren volver a trabajar. Los que deben continuar con sus tratamientos de manera ambulatoria se encuentran con escollos al momento de pedir licencias o permisos para las sesiones psiquiátricas, por ejemplo. Fue pensando en ellos que Laura Pérez creó un espacio que les sirve de primer empleo, en algunos casos, y que los prepara para reconectarse con el dinero y experimentar cómo es la relación con proveedores y clientes.
“El problema surge cuando afuera los estigmatizan y a veces se auto estigmatizan porque ya saben que los demás lo harán y se anticipan a ello”, resume la coordinadora de Internaciones Breves en el Sanatorio San Gabriel, de Adrogué, al sur de la Provincia.
Fue en 2020, en medio de la pandemia, que atendiendo dos claras necesidades de los pacientes y equipo médico que tuvo una idea. “Había personas a las que se les dificultaba encontrar un trabajo y cuando llegó el confinamiento decretado al inicio de la pandemia, atendiendo a las restricciones sanitarias, quienes necesitaban salir a comprar cosas típicas de kiosco no lo podían hacer. Entonces vimos ahí la posibilidad de dar solución a esas necesidades: abrir un kiosco en el interior del sanatorio y que emplee a quienes podían trabajar”, le cuenta a Infobae cómo surgió la idea.
El proyecto prosperó y pronto trajo cambios positivos. “Estar trabajando acá me cambió la vida. Antes no hacía nada, me aburría pero ahora estoy en el kiosco y tengo mis roles”, asegura Sabrina, de 28 años y una de los cinco pacientes que trabajan en el local.
El otro proyecto es el emprendimiento Sol y Luna, desde el cual venden maquillaje y bijouterie: “Tengo 62 años y hace un año salí a buscar trabajo y no lo conseguí por la edad. Sabía que eso iba a pasar. Pero desde hace unos días que soy parte y me siento útil”, señala Osvaldo sobre su tarea de vendedor en el puesto ubicado al lado del kiosco.
El Kiosco S.G funciona en el interior del sanatorio neuropsiquiátrico y atendido por cinco pacientes, cuatro de ellos viven en las residencias del lugar
La historia
Laura tiene 43 años, se graduó en la Universidad Nacional de Quilmes hace 20 como terapista ocupacional y se especializó en salud mental. En su basto curriculum se destaca que participa asiduamente como disertante invitada en eventos científicos y de divulgación tanto en Argentina como en diversos países de Latinoamérica e integra comités organizadores y científicos en Congresos nacionales y latinoamericanos de Terapia Ocupacional. Fue presidente del XII Congreso Latinoamericano y del I Congreso Mexicano de Terapia Ocupacional que se desarrolló en octubre de 2017 en la Ciudad de México.
Además, fue coautora de la Ley Nacional N° 27051/14 del Ejercicio de la Profesión de Terapeutas Ocupacionales, Terapistas Ocupacionales y Licenciados en Terapia Ocupacional promulgada el 23 de diciembre de 2014. Desde 2008 trabaja en el sanatorio San Gabriel donde realiza dos proyectos laborales.
“Cuando llega el momento de la externación de quien estuvo por años internado y bajo tratamiento, surge la necesidad de continuar con cuidados de personas y eso depende de la dimensión económica o están condicionados por la dimensión económica que alcanzan”, explica y sigue: “Garantizar el ingreso de dinero es una de las cuestiones que siempre nos ha preocupado como equipo que aborda a las personas que cursan una internación y eso hizo que pudiéramos articular ambas necesidades. El espacio laboral que ofrece el kiosco logra que estas personas aprendan aquello que requiere un puesto de trabajo, que tiene formato de cooperativa porque partimos con un capital inicial y que tiene ganancias que se distribuye entre quienes allí trabajan. Por el otro lado resolvió la necesidad que se nos generó en la pandemia”.
El desarrollo es el mismo que tiene un kiosco externo, pero en este caso es manejado por cinco pacientes que abren el comercio en dos turnos, de dos horas cada uno. Laura es la única profesional que los acompaña. “Hoy ya tienen una autonomía que hace que mi tarea con ellos allí sea pasar, ver en qué andan y conversar, son ellos los que se organizan en cuánto van a cobrar, en la manera en que pagan los pedidos. Yo sí miro el pedido, pero nada más en ese punto”, dice orgullosa.Otra vista del kiosco atendido por pacientes
Cuatro de ellos están alojados en la residencia de la institución en la que conviven doce personas y concurren a su lugar de trabajo y uno está cursando una internación psiquiátrica. “Todos cumplen el horario. Abren y cierran en dos turnos: de 9.30 hasta 11.30 y por la tarde desde las 15.30 hasta las 17.00. La duración de los turnos, que comparten los cincos, no se debe a una capacidad de ello, sino porque son las dinámicas propias de la institución y fuera de esos horarios es muy poco probable que el kiosco tenga demanda”, explica la terapista.
Esta dinámica es más que positiva para los pacientes ya que les devuelve el sentido de “ser útiles”, dicen, y “hacer algo”. “Estoy en el kiosco hace un año y medio, empecé cuando ya estaban funcionando y mi experiencia es buena. Me encargo de organizar los pedidos y pagarles a los proveedores”, cuenta Sabrina, de 28 años y fanática del Heavy Metal sinfónico.
“Lo que más vendemos —sigue— son gaseosas cola, galletitas y snacks; también panchos, pero tenemos mucha variedad como productos sin TACC. Por suerte nos va bien”. “Ella es la que está a cargo del kiosco, está cursando la internación psiquiátrica y quiere estudiar inglés. También es la que maneja el celular del kiosco y pudo terminar la escuela secundaria aquí en la institución porque somos Sede FinEs y tenemos una articulación con la escuela primaria de adultos mayores”, la presenta Laura.
Sabrina no vive en la residencia pero está internada en uno de los pabellones. Llegó a la institución en 2014. Desde entonces y hasta hace poco no había tenido un celular en sus mano y debió aprender a usar un smartphone. “Antes de ingresar tuve un BlackBerry sin tanta tecnología así que debí aprender a usarlo. Me costó adaptarme a todo lo nuevo. La app que más me gusta es Spotify porque puedo escuchar música”, asevera.
Quien también trabaja en el kiosco es Emmanuel, de 25 años, y que fue internado por primera vez en 2017. “Primero estuve en el Hospital Borda y después en otra institución de Congreso. Ahora acá ya estoy dado de alta y tengo un trabajo. Al kiosco viene mucha gente a comprar, pabellones enteros. Cuando la gente sale al parque a tomar sol siempre vienen a comprar algo”, señala.
En el caso de Cristian, de 41 años, que ingresó a la residencia en septiembre de 2019, su tarea comenzó hace unos meses como repositor y en la panchera. “No se venden muchos panchos y cada tanto me como uno”, bromea. “Me gusta mucho trabajar en el kiosco y como no trabajamos los domingos me aburro. Pero descanso y escucho música con Sabrina, porque también me gusta el metal”, agrega. Este empleo le significa “estar con ganas de emprender y hacer algo más por mi”, asegura.
Al lado del kiosco, la experiencia es la misma para quienes son parte del emprendimiento Sol y Luna, llevado adelante por cuatro pacientes que montan una mesa al lado y venden artículos de maquillaje y bijouterie.
Una de las vendedoras es Claudia, de 52 años. “También vendemos bien. Lo que más vendimos fueron sombras para ojos y aritos, eso ya hay que reponerlo. A lo mejor sumamos otra cosa, están tirando ideas”, señala y confía: “Gracias a este proyecto me siento realizada porque antes estaba sola y aburrida. Vivo en la residencia y como no tenía qué hacer me sentía mal, pero ahora estoy con mis compañeros y con ellos organizamos todo”.
Hasta allí llegan no solo quienes están en el sanatorio o sus familias sino vecinos. “Me gusta el contacto con la gente. Descubrí que me gusta vender”, señala.
Quien la acompaña es Osvaldo, de 62 años, que pasó unos días decepcionado por no conseguir trabajo afuera. “Apenas me vieron, me dijeron que necesitaban una persona joven. Es una edad difícil y en todos lados debe ser lo mismo. No te voy a mentir: yo esperaba que me dijeran eso; y no volví a salir a buscar trabajo. Empecé en el emprendimiento hace cinco días y me siento muy feliz”.
“Son personas con historias, no solo personas con enfermedades. Lo importante para que puedan avanzar en sus vidas es darnos y darle al otro la oportunidad de conocernos. También es importante pensar estas patologías como si fuera otro tipo de enfermedad, como la diabetes, por ejemplo, o pensar los ajustes que cualquiera haría si tiene hipertensión. Ese es el foco para dejar de estigmatizarlos”, finaliza.Algunos de los pacientes de la residencia que son parte de los proyectos laborales
La ley de Salud Mental y el empleo
La Ley Nacional de Salud Mental 26.657 —normativa vigente desde el año 2010 y que plantea un abordaje del padecimiento mental desde el paradigma de los derechos humanos, situando a los/as usuarios/as del sistema como sujetos de derechos— explicita que la atención de los pacientes debe estar basada en los principios de la atención primaria de la salud, implementándose “acciones de inclusión social, laboral y de Salud Mental comunitaria”.
En este aspecto, y como forma de batallar contra la problemática de la exclusión de las personas con sufrimiento mental, una de las iniciativas más relevantes es promover el acceso al trabajo de quienes fueron estabilizadas, con el objeto de que puedan desarrollar proyectos de vida significativos.
“La idea de rehabilitación debe trascender la de recuperación, reaprendizaje o aprendizaje de habilidades, aunque las contiene, y constituirse en una de las estrategias de intervención que permite la reconstrucción de la ciudadanía plena de los sujetos con sufrimiento mental, favoreciendo la externación e inclusión social”, asegura Gabriela Montanari, psiquiatra (MN 109.009 – MP 227.916) y subdirectora médica en el Sanatorio San Gabriel, institución privada que trabaja con las habilidades sociales prácticas como autonomía, cuidado corporal, intercambios cotidianos, utilización del dinero, participación en espacios sociales, y con las capacidades sociales.
Por ello, instrumenta distintas estrategias para que los pacientes alcancen un proyecto de vida autónomo, que incluya vínculos personales estables y satisfactorios e inserción social, laboral u ocupacional, a través de un abordaje terapéutico interdisciplinario y uno de los dispositivos es el emprendimiento sociolaboral Kiosco SG, que está dentro de las instalaciones, gestionado por los propios pacientes rehabilitados y que fomenta la inclusión social a partir del trabajo productivo, creativo y remunerado.
“En línea con la Ley 26.657, que trata la inclusión social de las personas que tienen un sufrimiento mental y deja de lado el estigma de quien tiene un padecimiento, la economía social y solidaria funciona en redes comunitarias inclusivas que posibilitan al usuario recuperar su autonomía”, señala la directora Médica del Sanatorio, Adriana Fernández (MT. 88.098) que explica que el kiosco “apunta a la capacitación en oficio de manera secundaria a nivel de la estrategia terapéutica e incentiva el despliegue de los saberes, capacidades y habilidades al tiempo que se promueve la toma de posiciones con grados de responsabilidad creciente, en función de lograr así el desarrollo de la mayor autonomía posible de cada una de las personas que allí se desempeñan”. Además, aclara que se mantiene el seguimiento por parte del equipo interdisciplinario tratante.