Si los mosquitos supieran leer, ésta sería una buena noticia para ellos. No así para el lector promedio, cuyo destino parece sufrir este año la alineación de los planetas bajo la consigna “salven al vector”. Dicho de otro modo, a más de un mes de iniciado el otoño, se pronostica para esta semana un veranito con máximas que podrían superar los 30 grados en el centro y norte del país.
Humedad y calor, para ser más precisos sobre el fenómeno climático inusual que ya está en curso y que se espera termine de eclosionar entre el viernes y el domingo, con mayor impacto en las provincias que hasta ahora han acaparado la peor parte de la epidemia de dengue.
El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) anuncia que las temperaturas mínimas y máximas irán en aumento hasta llegar a picos de 33 grados en Córdoba, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Chaco, Formosa y Santiago del Estero.
En Capital y provincia de Buenos Aires el panorama es similar, pero menos extremo: las máximas para viernes y sábado rondarían los 27 grados, aunque a causa de la humedad la sensación térmica sería más elevada. Las mínimas, además, superarán los 20 grados.
En más de la mitad del territorio argentino el clima mostrará ese comportamiento, con el matiz agregado de que en algunas provincias, como Tucumán y Jujuy, el ascenso paulatino del termómetro será el corolario de lluvias abundantes. Lluvias que por un lado traen algo de alivio a la sequía, pero por otro suman riesgo en lugares donde el descacharrado para evitar la proliferación del Aedes aegypti se vuelve una utopía.Las autoridades sanitarias insisten con el descacharrado para evitar los criaderos de mosquitos
El fenómeno es parte de lo que se venía anunciando: un otoño más cálido de lo habitual. El promedio climático histórico de abril indica máximas de 22 grados y mínimas de 16. Este año, en cambio, el frío tardó más en llegar y -tras el debut de las bajas temperaturas- duró relativamente poco, para dar lugar nuevamente a un clima cómplice del mosquito transmisor del dengue.
En síntesis, se da el combo perfecto pero oportunamente advertido: la epidemia que se repite cíclicamente cada tres años, cada vez más recargada por los efectos del cambio climático, cuyo resultado son en estos eventos atípicos que contradicen y siguen poniendo en crisis las categorías estacionales.
Celeste Saulo, directora del Servicio Meteorológico Nacional, lo dijo en una nota publicada en Clarín el último fin de semana: “Observamos que los veranos serán cada vez más extensos y los inviernos más cortos. En algunas regiones del mundo como la nuestra se está alargando el espacio cálido. Esto es algo que llegó, se instaló y va continuar, ya lo tenemos encima”.Dos ejemplares de mosquitos Aedes aegypti, transmisores del dengue
El informe climático trimestral del SMN, para abril, mayo y junio, prevé temperaturas más altas de lo normal en el noroeste, Cuyo, Córdoba, centro-sur de Santa Fe y Entre Ríos. Y valores normales o superiores a lo normal en el norte del Litoral, Buenos Aires y La Pampa. En el resto del país las condiciones previstas son las normales para la época.
Ese escenario se da mientras el fenómeno de La Niña ha finalizado luego de tres años de acción consecutivos y, tras un breve periodo neutral, se anuncia para el segundo semestre de 2023 la llegada cada vez más probable de El Niño, variación que promete un incremento de la temperatura en la superficie de los mares y lluvias más abundantes.
En este contexto, Argentina atraviesa hoy la mayor epidemia de dengue de su historia, con un total de 50 muertes y más de 65 mil casos registrados. El mapa de víctimas fatales se distribuye de la siguiente manera: Salta (10), Jujuy (10), Tucumán (9), Santa Fe (8), Santiago del Estero (4), Córdoba (2), Ciudad de Buenos Aires (3), Buenos Aires (2), Entre Ríos (1) y Corrientes (1).
En rigor de las alertas que existían, tanto climáticas como epidemiológicas, surge la pregunta sobre si el Gobierno podría haber anticipado las acciones preventivas y apurado la aprobación de la vacuna contra el dengue, en función de proteger a la población más vulnerable. Si los mosquitos supieran reír, probablemente en ese gesto habría una respuesta.