El autor del libro «La construcción del enano fascista», Daniel Feierstein, analiza la utilización política que hace la extrema derecha del odio social. «En Argentina hemos conocido cosas terribles, pero nunca una experiencia fascista con la capacidad de interpelar a grandes sectores de la población«, afirmó.
Lo del «enano fascista» recuerda a Oriana Fallaci con Bernardo Neustadt.
La idea era aprovechar esa historia en Argentina de Oriana justamente para ponerla en cuestión, y por eso la idea del enano fascista se construye. En Fallaci era «los argentinos lo tienen dentro«, pero se construye, es un proceso.
¿Quién sería, del conjunto de los candidatos, aquellos que retienen mayor cercanía o se les percibe un enano fascista adentro?
Lo que a mi preocupaba era, por ahí, cambiar el orden de la cuestión, no estigmatizarlo en decir «este candidato, el otro candidato», sino ver como dentro de la sociedad argentina va avanzando la viabilidad de prácticas que no conocemos. Ese es el tema, más allá de sectores marginales en la política. En Argentina hemos conocido cosas terribles, pero nunca una experiencia fascista con la capacidad de interpelar a grandes sectores de la población.
¿Podría sintetizar qué determina a una persona tener el enano fascista?
Yo planteaba tres o cuatro cuestiones. Por un lado, estas capacidad de utilizar políticamente el odio a partir de campañas de estigmatización, velación, formas de proyección que tiene que ver con esto de tratar de que nuestras frustraciones y enojos, en lugar de buscar una salida colectiva más cooperativa, buscar alguien que es responsable de eso y desatar nuestro furor sobre ese grupo y en general tiene que ver con grupos que están sufriendo las consecuencias de las distintas crisis. Uno puede verlo ahora emerger con distintos grupos.
Esto es lo que me producía preocupación desde los aumentos de los ataques grupos indígenas, sobre todo en el sur del país, pero también en el Norte. La construcción de esta figura de los beneficiarios de planes sociales, la idea del planero como el responsable del malestar económico.
Usted que lo que característico es la agonalidad en la actitud política. Es decir, creer que el otro es culpable de algo y ese otro puede ser de derecha, de izquierda, puede representar al planero, la casta, los poderes fácticos. Hay un otro que es el depositario del mal y la solución es su aniquilamiento.
Básicamente está en esa clave, que tiene que ver por eso con la capacidad de utilización política.
Retomando lo de tu primera pregunta, es cierto que hay sectores que son más transversales de la oferta política actual que aprovechan esto y que lo van instrumentalizando. Por eso, cuando publiqué la primera edición de este libro, lo veía en esa transformación que fue sufriendo a partir de fines del 2017 el gobierno de Juntos por el Cambio con el rol que comenzó a cobrar Patricia Bullrich, en ese entonces era ministra de Seguridad. Pero también lo veía, en ese momento, en muchas de las actitudes de personajes del peronismo, como SergIo Berni y Miguel Ángel Pichetto.
Luego, en esta revisión aparece lo que es el fenómeno que es Javier Milei, que con mucha fuerza comienza a articular ese tipo de expresiones tanto en esta idea de la construcción de la casta política como en la estigmatización de distintos grupos de población. Lo que resulta más preocupante es cuando esos grupos estigmatizados son aquellos que tienen una situación de debilidad. Entonces, se busca al que sufre más que uno para tratar de hacerlo responsable del sufrimiento del que no se está dando respuesta.
Periodista: Hace un rato hablábamos con Leopoldo Moreau y él decía que Cristina Kirchner y Javier Milei se asemejaban en la rebeldía. ¿Qué opinión te merece una afirmación de ese tipo?
Ni Milei ni Cristina representan la rebeldía.
Lo de Milei me parece más una actuación de rebeldía que una rebeldía real. Cuando la rebeldía es una rebeldía que se articula con los que tienen más poder, y que busca caracterizar como enemigo a aquel que está sufriendo es difícil, aunque aparezca con un tono rebelde, es difícil verlo como rebeldía. Me parece que está expresando más bien algo que sí hay un núcleo de verdad en ese discurso que es la distancia creciente entre los representantes y las necesidades de la mayoría de la población argentina.
Esto sí es un problema real, y que creo que alimenta mucho la antipolítica, en la medida en que las preocupaciones de los sectores de representantes políticos están cada vez más alejadas de los problemas concretos que siente la mayoría de la población, que es la consecuencia de la inflación, la crisis socioeconómica, la inseguridad, el avance del narcotráfico en barrios populares y las transformaciones identitarias que estamos viviendo.
En la medida en la que eso no sea asumido por los representantes políticos, se abre mucho espacio a este discurso antipolítico, pero que da en la peor respuesta posible porque «dejamos salir toda esa frustración en forma de odio».
Periodista: Hay algo interesante en tu libro, y es que la figura del enano fascista. En general uno alude a ella cuando lo que aparece en cualquier persona progresista que cada tanto puede sufrir el despertar de este enano que aparece, pero lo que vos planteás es algo así como que empieza a aparecer o demasiado seguido o empieza a hacerse alarde de la figura de enano fascista, ¿no?
Claro.
Lo que trataba de destacar es esto de no pensar que siempre el fascista está fuera, esto de que hay tendencias que podemos tener todos. El odio es una emoción humana y todos podemos sentir odio. El problema es que construimos a lo largo de siglos, formas inhibición social de nuestras peores tendencias.
Lo que logra el fascismo en esta utilización política del odio es comenzar a hacer caer esas inhibiciones, es decir, permitirnos expresar lo que termina siendo muy antisocial que es expresar el enojo de la peor manera posible y, además, la más improductiva porque esto lo que genera es un profundización de los problemas en lugar de apostar una solución.
Esta lógica creo que creció en nuestro país y por primera vez interpela de esa manera a fracciones importantes de la población y esto es lo que me generaba preocupación porque incluso cuando ese enojo es articulado em términos de salidas política colectivas los problemas que podrán aparecer son otros, pero no los de esta violencia descontrolada que genera el fascismo. En todo caso tendrá que ver incluso con conflictos sociales, con disputas políticas, pero que buscan articularse en términos de proyectos.
El fascismo lo que logra es hacerlo mucho más generalizado en términos de una violencia mucho más desordenada.