Un extenso muro verde y natural hecho de plantas flotantes corta en dos, desde hace varias semanas, una sección de la laguna Setúbal, el espejo de agua sobre el cual está recostada la ciudad de Santa Fe, que este año cumple 450 años de existencia y que todavía recuerda con estremecimiento la inundación que –hace justo 20 años atrás– arrasó la mitad de sus barrios y dejó decenas de víctimas.
Abrir una brecha en ese embalsado hecho de camalotes y otras especies como canutillos y catay, que se fueron enganchando en viejos pilares de un antiguo ferrocarril hasta volverse una pared homogénea de vegetación nativa, es la tarea que esta semana van a emprender un grupo de profesionales para permitir el regreso de la actividad náutica y deportiva.
Las tareas de remoción, que en principio durarán unas dos semanas, empezarán mañana bajo la coordinación de la Secretaría de Protección Civil y Gestión de Riesgos del Gobierno santafesino y estarán a cargo de personal del Ejército.
Un paisaje dinámico
¿Cómo fue el proceso que llevó a la construcción natural de este muro de plantas flotantes? La vegetación (camalotes, canutillos y catays en su gran mayoría) que en la actualidad corta en dos una sección de esa laguna es nacida y criada en la planicie aluvial y los cauces secundarios que alimentan a la Setúbal y que forman parte del complejo sistema asociado al Paraná, que recién ahora está saliendo de una bajante extraordinaria de tres años y medio de duración.
Según explicó Zuleica Marchetti, doctora en ciencias biológicas e investigadora de Conicet Santa Fe, durante el larguísimo período de aguas bajas la vegetación nativa proliferó y tuvo durante el verano una explosión de crecimiento: “Cuando el agua comenzó a subir, las lagunas se reconectaron con los cauces secundarios y toda esa vegetación se liberó para empezar su migración natural aguas abajo, algo que pasa todo los años en verano cuando crece el río, que es que la vegetación se descalza y migra”.
El sistema de humedales del Paraná, apuntó la experta, es ante todo muy dinámico y cambiante y sus islas y orillas se redibujan al ritmo de los ciclos de crecidas y bajantes de las aguas, tal como demuestra el embalsado de la Setúbal. El repunte del cauce de este año trajo una enorme oferta de vegetación ya que las lagunas secundarias se reconectaron y se fueron encallando embalsados a los que ya estaban, al tiempo que crecían nuevos.
“El río tiene un pulso anual según el cual en invierno baja el agua y en verano sube, de allí que tengamos un paisaje dinámico que se mueve en determinado rango. La bajante extraordinaria corrió esos umbrales y generó más espacio para la colonización de la vegetación”, dijo la científica, que agregó que más allá de las dificultades para la navegación el muro verde “no representa ningún peligro ni ambiental ni social”.
Una tarea inédita
Después de varias reuniones entre diferentes organismos nacionales, provinciales y municipales y con el asesoramiento de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), finalmente se resolvió remover de a poco el embalsado, un trabajo que comenzará a hacerse mañana y que va a estar a cargo de personal del Ejército que usará embarcaciones preparadas para este tipo de tareas.
La idea es ir fraccionando la vegetación en pequeños embalsados para no causar inconvenientes aguas abajo, donde están ubicados tanto el emblemático puente colgante de la ciudad capital santafesina como la zona comercial del puerto.
Para eso, según explicaron desde el Gobierno provincial, habrá una coordinación general a cargo de Prefectura, a cargo de las tareas de control y seguimiento y de seguridad en la zona de operaciones. Se trabajará de lunes a viernes durante al menos dos semanas, mientras que los fines de semana (cuando hay mayor movimiento náutico y uso recreativo de la Setúbal) se usarán para evaluar el curso de los trabajos de remoción.
Desde la Secretaría de Protección Civil de Santa Fe comunicaron que la decisión se tomó después de escuchar y consultar a diferentes actores como el ministerio de Ambiente y Cambio Climático provincial, el Instituto Nacional del Agua (INA) y la UNL. Profesionales de esos organismos midieron las diferentes profundidades de la laguna, así como la velocidad de la corriente, para interferir lo menos posible en la propia dinámica del sistema hídrico.
Convivir en equilibrio
Si bien la decisión final fue la de remover el embalsado, vale la pena recordar que, tal como señaló Marchetti, lo que ocurrió (la deriva de la vegetación flotante) fue un proceso natural que se convirtió en un problema cuando encontró un obstáculo construido y abandonado por el ser humano, en este caso los viejos pilotes de una línea de ferrocarril que atravesaba esa parte de la laguna.
“Somos los humanos quienes invadimos los ecosistemas. En esta ciudad vivimos a la vera de un sistema de humedales con un ensamble de fauna natural y vegetal complejo y denso”, dijo. Y agregó que se trata de un paisaje con características propias dentro de las cuáles está su dinamismo constante.
“Tenemos que aprender a convivir con estos cambios y buscar estrategias de adaptación, mucha gente de los deportes náuticos está descontenta porque no puede pasar, pero los embalsados son parte del ambiente en el que vivimos. Lo que pasó es parte de la dinámica natural de este paisaje”, dijo.