En el edificio de Bartolomé Mitre 363, a metros de la Plaza de Mayo, hay olor a nuevo y caras conocidas. Se ven por los pasillos, escaleras y oficinas veteranos de mil batallas electorales, algunas ganadas y otras perdidas. En los nueve pisos –seis para arriba y tres para abajo- hay afiches de antiguas campañas, y las caras de los candidatos Sergio Massa, Agustín Rossi, Axel Kicillof y Máximo Kirchner, entre otros. Dice por todos lados Unión por la Patria (UP) y abunda el celeste y blanco, y la forma y el fondo peronista, pero all’uso nostro.
Se trata del búnker, la usina y reducto donde los distintos sectores del PJ decidieron confluir para ordenar la campaña y elaborar una estrategia donde participen todos los sectores con un objetivo que obliga a disimular antiguos recelos y suturar heridas del pasado: ganar las elecciones con Massa y Kicillof, pero también con todos los candidatos de los 24 distritos del país. Usan ahí la palabra “coralidad”, para no decir “juntar un cura de cada iglesia”.
En los equipos de Unión por la Patria -donde tienen un rol central el jefe de campaña Eduardo “Wado” De Pedro y el asesor de comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí, uno de aquellos veteranos- ya definieron el trazo grueso de las próximas semanas, los roles y hasta los voceros y protagonistas que tendrá cada etapa de un proceso electoral que se apuran a definir como “difícil, imprevisible y con resultado abierto”. Es un gobierno nacional en campaña, donde tendrán tareas específicas los candidatos, los ministros y referentes diversos. Sin exclusiones. “Coralidad”, insisten, aunque eviten mencionar a Juan Grabois, el otro precandidato de UP.
Indecisos y “momento Massa”
En el comando de campaña de Unión por la Patria saben que enfrentan una campaña que es, en los hechos, un plano inclinado. Y que Sergio Massa debe lidiar con una economía que enfrenta una coyuntura con claroscuros –ciertamente, menos claros y más oscuros-. Pero miran con una perspectiva más larga que los 20 días que quedan de campaña hasta el 13 de agosto, cuando se voten las PASO.
“Falta muchísimo”, es el mensaje que transmiten y cuentan los 90 días que restan para las elecciones generales y los 120 días para el balotaje, los turnos donde de verdad se juegan el partido. “Es una elección difícil, impredecible y con resultado abierto”, aseguran, mientras trabajan con la misma hipótesis que expuso primero Cristina Kirchner y quedó ya grabada en piedra: un escenario de tercios, con UP, Juntos por el Cambio y los libertarios de Javier Milei, como principales animadores del certamen electoral de esta Argentina modelo 2023.
Y se plantean que hay que ir etapa por etapa. Hablan para afuera, pero más para adentro. Es que algunos reconocen en los otros una pasión irrefrenable por desayunarse la cena. “En las PASO se vota lo que se quiere, en las generales lo que se debe y en el balotaje lo que se puede”. Con esas coordenadas es que están diseñando los movimientos, los mensajes y el público a quienes ir a hablarle.
Ellos: Cristina y Néstor Kirchner. Una de las gigantografías que visten las paredes de los pisos del búnker de Mitre al 300
Admiten que el hartazgo social y la emocionalidad que domina las relaciones humanas le imponen a la política límites y al mismo tiempo condiciones. De esos polvos surgen los que votan a Milei, votan en blanco, lo anulan o ni siquiera entran al cuarto oscuro. Pero hay un universo difuso e impreciso que puede tener la llave que abra el camino al triunfo: los indecisos, que son muchos.
A ese objetivo se movilizará la campaña, para llamar a votar por un bien altruista o cívico –cumplir con el derecho y la obligación electoral- pero también partidario, porque aquel que llama a ir a las urnas se pone como señuelo y destino final de ese voto, de esa voluntad esquiva.
Entre los aspectos a tener en cuenta que plantean en los laboratorios electorales de Unión por la Patria (UP) es que la campaña enfrenta en estos días un momento de desinterés por las vacaciones de invierno. Es una desconexión que podría revertirse recién a partir del 28 de julio. De ese día hasta el viernes 11 de agosto -el tope antes de la veda- se abrirá la “temporada alta” para la comunicación política. En el búnker de UP se menciona que en las últimas elecciones de España un porcentaje muy significativo de votantes decidió qué hacer menos de 72 horas antes de entrar al cuarto oscuro.
Con ese rango de atención reducida, el precandidato presidencial tiene que lidiar con el staff del FMI –ajenos, aunque no indiferentes a las urgencias del ministro-candidato- y al mismo tiempo fortalecer en la sociedad aquello que lo distingue para bien y no tanto. Tiene la misión de aprovechar algo que definen como “el momento Massa”, donde encastren las urgencias de una coyuntura adversa con cualidades y atributos que se le reconocen. Desde la capacidad de negociación, la audacia, la autoridad, firmeza, gestión. Y también el costado negativo de esos mismos atributos, sobre los que machaca la oposición y que también eran mencionados en otros tiempos, sus actuales compañeros de ruta. Cristina Kirchner ya lo dijo: “Los agravios prescriben a los seis meses en política”.
Moderado y sin cerrar puertas
Entre los objetivos de la campaña está la de fijar un rumbo, que vaya de menos a más. Esa perspectiva implica apuntar a que el panperonismo encuentre en la boleta que encabeza Massa el “aeropuerto” donde poder aterrizar. No desde una perspectiva de los dirigentes, sino entre los electores que se reconocen peronistas y que, en su mayoría, se identifican con Cristina Kirchner.
Pero es una campaña que requiere una dosis superior de elasticidad, porque requiere atraer al voto PJ, “sin cerrar puertas”, para que también el elector que quede vacante identifique a Massa como “la mejor segunda opción”. Hay dos instancias donde el ministro-candidato podría “pescar” en otras peceras: aquel que no supere las PASO, todos los que queden en el camino al balotaje.
¿Y Javier Milei? Al libertario lo miran en el equipo de campaña como la expresión más extrema de la oposición de Juntos por el Cambio, que estira los márgenes y contamina la narrativa de la coalición donde compiten Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. Entre esas tres opciones, dos precandidatos no llegarán al balotaje, por eso se plantean que la campaña contenga a esos potenciales votantes. “Mejor segunda opción”, reiteran.
Impronta catalana
En toda la nomenclatura de la campaña sobresale un nombre que siempre subraya, en privado y cuando expone en público que la comunicación siempre va detrás de la política. Antoni Gutiérrez-Rubí nació en Barcelona en 1960, es director y fundador de la consultora Ideograma. Según se lee en su CV, lleva más de 35 años inmerso en el mundo de la comunicación y la consultoría política; cuenta con casi 20 libros publicados, el más reciente “Gestionar las emociones políticas” (Gedisa, 2023), que contó con un prólogo de Jaime Durán Barba, que supo diseñar la estrategia electoral victoriosa de Macri y el PRO.
Es director del Diplomado de Comunicación Política y Campañas Electorales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero; codirector del Máster Universitario en Comunicación Política y Social de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna-Universitat Ramon Llull, en Barcelona, entre otras actividades académicas. Comparte gran parte de su actividad y reflexiones en su página web, que fue reconocida en Washington con el Premio Victory Award al Blog Político del Año durante 5 años.
En Latinoamérica fue el principal asesor de la campaña presidencial de Gustavo Petro, que lo convirtió en el presidente de Colombia con la mayor cantidad de votos de la historia. Mientras que en Argentina fue asesor de Cristina Kirchner en la elección del 2017, y del Frente Renovador en 2019. En el 2021, en el marco de las elecciones legislativas de medio término, asumió la dirección estratégica de la campaña del Frente de Todos. Ganó, pero no siempre.
Búnker y usina de campaña
En el edificio -que estuvo cuatro años vacío, se alquiló hasta fin de año y donde trabajan unas 300 personas de distintos sectores del peronismo- el piso 5 es para Sergio Massa y su equipo. El 4 es para Antoni Gutiérrez-Rubí y los demás estrategas de la campaña, y también tienen espacios asignados los gremios de la CGT, los gobernadores y los candidatos del interior. En el 3 tienen oficina Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Rossi y Leandro Santoro, candidato a jefe de gobierno porteño de Unión por la Patria, entre otros.
Es búnker y a la vez usina porque desde allí saldrán las piezas que nutrirán de contenidos y material audiovisual para los medios y para las redes sociales –algunas ya se están haciendo con inteligencia artificial, según pudo saber Infobae– de la campaña nacional de Massa, la bonaerense de Kicillof y la porteña de Santoro. “Y también para las provincias que tiene campaña con las nacionales y para otras que están un poquito flojas”, admitieron.
El piso 2 está destinado a los distintos equipos que trabajan en el diseño de piezas y materiales para las redes sociales, los spots que se distribuyen para los candidatos de todo el país. En el resto de los pisos hay lugares para hacer conferencias, hay espacios asignados como set para hacer videos y transmitir en vivo, hay salas de reuniones, espacios para prensa y un auditorio con lugares para 120 personas.
Evita y Perón. En los pasillos del búnker también están presentes las figuras míticas del PJ
El inmueble fue alquilado para concentrar todas las tareas vinculadas a las PASO, las generales y la eventual segunda vuelta. Está a dos cuadras de la Plaza de Mayo, de la Casa Rosada y el Ministerio de Economía, desde donde llegan muchos de los ministros-candidatos que tendrán que pelear el voto, que este año está más cuesta arriba que nunca.
De todos modos, el búnker desde donde se seguirán los resultados será, como ocurrió en los últimos comicios, el Complejo C, en la avenida Corrientes al 6200, en el barrio porteño de Chacarita. Allí festejaron. Pero no siempre.