Entrevista de Jorge Fontevecchia con Martín Lousteau.
Tras tu voto en contra del DNU, el hombre más rico de la Argentina, Marcos Galperin, te criticó personalmente. ¿Por qué creés que lo hace y si podrías responderle algo?
—No sé qué es lo que dijo.
—Que estás con el kirchnerismo.
—El voto en contra del DNU es un voto con la Constitución. No hay ningún constitucionalista que diga que el DNU es constitucional, y nosotros tenemos que juzgar eso. ¿Qué le diría a Galperin? Él fundó una empresa global. Esa empresa global emula muchas de las empresas que nacen en Estados Unidos, muchos de quienes admiran Estados Unidos lo hacen porque ahí rige la ley y nadie se escapa de la ley, y porque rige la Constitución y nadie se escapa de la Constitución. Y él decidió vivir en Uruguay, calculo que entre otras cosas porque no tiene polarización y porque también ahí rige la ley. Entonces creo que el único camino para desarrollarse en la Argentina es seguir la Constitución y seguir la ley. Es algo paradójico. En otros países, cuando alguien te dice esto es ilegal, se acabó la discusión. En Argentina, cuando alguien dice esto es ilegal, empezamos: “Bueno, pero lo hago yo, que tengo buenas intenciones, es solo por un ratito”.
—O es una ley que hay que reformar.
—Y aquellos que se llenan la boca hablando de la importancia del Estado de derecho y las instituciones para el desarrollo, a la hora de implementar cosas que a ellos les gustarían, no les importa el Estado de derecho, no les importa la ley. Creo que es un grave error. Hace mucho tiempo, en los 90, tuvimos la privatización del gas con un “diputrucho”, alguien que se hizo pasar por diputado. Esa no es la forma de llevar adelante reformas duraderas en ningún lugar. Se tienen que hacer con la ley.
—En la encuesta latinoamericana sobre valores democráticos, el 30% de los argentinos respondieron que estarían dispuestos a aceptar un gobierno no democrático si la economía funcionase; nuevamente el fin y los medios con el que se justificaron las dictaduras.
—Hay una suerte de regresión democrática, particularmente en los más jóvenes. Argentina en el Latinobarómetro está mucho mejor que el resto de Latinoamérica, pero es cierto que esa tendencia empieza entre los jóvenes. En el caso argentino me parece que es más fácil encontrar una causa de por qué a los jóvenes les pasa eso. Si tenés 30 años en Argentina y el PBI por habitante dejó de crecer hace 14 años, quiere decir que desde que tenés 16, desde que tenés uso de razón como adulto, Argentina está trabada y está estancada, entonces dice: “Esto no funciona”. Eso es parte del motivo por el cual buscan otras alternativas. Igual tiene un elemento grave sobre el cual, todavía más grave, cuando se intenta cabalgar sobre ese elemento, socavando la base de la democracia, socavando cuestiones que tienen que ver con nuestros pactos fundantes. Eso es particularmente peligroso. Ya hemos visto desde Juan Linz en adelante, en el libro que se ha puesto de moda hace un tiempo, focalizado principalmente en Estados Unidos, pero hay otros ejemplos de regresiones democráticas, cómo ciertas cosas son más frágiles de lo que parece y nuestro deber es cuidarlas.
“Horacio Rodríguez Larreta tiene una afinidad emocional con un partido que ayudó a fundar”
—Recién mencionaste el tema de vivir en otro país. ¿Qué pensás de los que se fueron a vivir a otro país por cuestiones tributarias?
—Es una elección de cada uno. Argentina tiene un Estado que es improductivo. Para los impuestos que se pagan, no brinda lo que podría brindar, y creo que eso es parte del problema. Argentina no crece porque su Estado se ha vuelto cada vez peor a través del tiempo y en la comparación internacional. Una sociedad donde el Estado no funciona no puede crecer. Y no importa si uno es capitalista o comunista. China, el Estado funciona, saca gente de la pobreza. Cuba, el Estado no funciona, está sumido en la pobreza hace un montón de tiempo. Grecia, no funciona el Estado y es un país pequeño, europeo, que está en crisis. Irlanda, funciona el Estado, entonces es un país que prospera. Australia, el Estado funciona, está en las mismas latitudes que Argentina, con condiciones similares y entonces el país prosperó y Argentina está trabada. Entonces, al Estado hay que volverlo más productivo. ¿Qué creo del que toma una decisión de irse del país para no pagar impuestos por motivos tributarios? Me parece que su voz es menos potente porque tomó una decisión. Entonces, la verdad es que para modificar, lo que hay que hacer es estar en el país. El que toma la decisión de irse a otro país es una decisión individual, pero yo lo escucho menos porque no está padeciendo las políticas públicas del país. Entonces, en mi opinión, su voz pesa menos a la hora de saber qué es real y qué es concreto en la Argentina.
—Fuiste embajador en Estados Unidos, ¿qué pensás de que sea embajador un empresario como Gerardo Werthein?
—Estados Unidos tiene una cultura bastante particular y lo he visto, por lo menos me tocó una parte del período de Trump en donde es importante para un embajador en Estados Unidos, además de lo habitual, de lo que es necesario para cualquier embajador, es muy importante que los estadounidenses o las distintas agencias de gobierno sepan que el embajador tiene una buena relación con el presidente, que lo pueda “whatsappear”. Y como es una cultura donde el empresariado o el empresario es altamente valorado, me parece que es un atributo positivo.
“El único camino para desarrollarse en la Argentina es seguir la Constitución y seguir la ley”
—Otro candidato a embajador es el caso de Israel, Simon Axel Wahnish, pasó un mal momento en la comisión de acuerdo del Senado. ¿Imaginás que puede haber problemas también con otros embajadores decididos políticamente?
—Estuve con él el viernes pasado, con Axel Wahnish, y antes me reuní con la canciller, porque ahí el problema es otro. No es un tema de embajador, sino que el Presidente mencionó la mudanza de la embajada argentina a Jerusalén. Hay una resolución de 1980 de las Naciones Unidas del Consejo de Seguridad que no aconseja eso. De hecho, dice que no hay que hacerlo. Rechaza la instalación de embajadas en Jerusalén y pide que se retiren las misiones diplomáticas de ese lugar. En el caso argentino, desconocerlo sería desconocer una resolución de las Naciones Unidas, con lo cual mañana Gran Bretaña, o cualquier otro país, podría decir: “No reconozcamos ninguna de las resoluciones”, y sería gravoso para el reclamo argentino por Malvinas. Ese es el tema. Ayer me reuní con la canciller, y ella me dijo que no van a tomar ninguna decisión que ponga en riesgo la solidez de la postura argentina en el reclamo por Malvinas, con lo cual el contrapunto que hemos tenido para mí está superado.
“Hay una suerte de regresión democrática, particularmente en los más jóvenes”
—¿Qué pensás de las postulaciones propuestas por Milei para completar los miembros de la Corte Suprema, el juez federal Ariel Lijo, el constitucionalista Manuel García-Mansilla, y si creés que podrá conseguir los dos tercios que le hacen falta a cualquier miembro de Corte para ser electo?
—Primero, como ya hemos visto en el pasado con Rafecas, estoy esperando que el Gobierno efectivamente envíe pliegos y diga: “Estos son los candidatos” de manera formal, porque, si no, como en muchas otras cosas, son trascendidos, lo dicen, pero después no ocurre en la realidad. Como a veces circulan versiones nuevas de la ley ómnibus, y sin embargo, cuando uno pregunta si esta es la versión definitiva, te dicen: “No, no hay una versión formal definitiva”. Entonces primero quiero esperar que ocurra eso. En segundo lugar, es importante que el miembro que falta del tribunal y el reemplazo de Maqueda le aporten a la Corte una visión de género que no tiene, deberían ser dos mujeres. Esa es mi opinión. Con respecto a los candidatos, vamos a esperar el proceso, porque no soy un experto en la materia, pero por suerte los postulantes de la Corte Suprema tienen audiencia previa, tienen impugnaciones, y vamos a ver todas las cosas que surgen de ese proceso. En el caso de ambos candidatos, repito, si es que llegan, porque todavía no tenemos nada.
—¿Te resulta verosímil esa hipótesis sobre un acuerdo entre el kirchnerismo y los libertarios para que Lijo pueda obtener los dos tercios?
—Eso es parte de las contradicciones que tiene siempre el Gobierno. Cuando voté en contra el DNU, me decían: “Votó con el kirchnerismo”. No. Al kirchnerismo le habrá surgido súbitamente un corazón más constitucionalista y principista, pero voté a favor de lo que he creído siempre. La contradicción del Gobierno es que si quiere que le aprueben los pliegos, si eventualmente los mandan, va a tener que convencer al kirchnerismo y votar con el kirchnerismo.
—A esos fines, ¿creés que fue un error de Villarruel sacar el busto de Néstor Kirchner?
—Hay ciertas gestualidades, no sé si llamarlas gratuitas, pero no sé si tienen mucho sentido. La explicación que dio es que el resto de los bustos que hay en el salón han sido senadores o han sido vicepresidentes y han tenido algo que ver con el Senado. En el caso de Kirchner no, pero a veces hay una gestualidad que básicamente lo que busca es solamente una polarización y una noticia, y que eso tapa muchas veces lo que ocurre en la realidad.
—Dijiste que Milei es un presidente que ataca a su vicepresidenta; ella manifestó estar en desacuerdo con el no aumento de sueldo a los legisladores, dijo que debían ser altos para que la función que cumplen la puedan cubrir personas que no sean pudientes, millonarios o narcos. ¿Estás de acuerdo con que los sueldos de los legisladores deben ser altos? ¿E imaginás una vicepresidenta conduciendo el Senado con una agenda distinta al Presidente?
—No. Creo que la vicepresidenta conduce el Senado con la agenda del oficialismo, pero creo que la vicepresidenta tiene más criterio de cuáles son las restricciones, porque sabe que hay otros que piensan distinto. Sabe que en el Senado tiene solo siete senadores de La Libertad Avanza. Y el Presidente, que tiene un sesgo mucho más autoritario en ese sentido y que no admite ninguna diferencia, no admite ni el debate. Le cuesta más entender las restricciones de la realidad y le cuesta más entender que tiene que dialogar y debatir. Y ante la frustración, lo que elige es inmediatamente agredir. Lo hace con periodistas, como lo hace con conductores de televisión, o lo hace con artistas o lo hace con políticos, y eso genera un microclima complejo, porque una de las cosas que hace es empezar a inducir a una suerte de autocensura. La gente empieza a pensar: “Creo esto”, ¿pero vale la pena el costo de decirlo? No tengo miedo a líderes que tienen sesgos autoritarios, siempre y cuando la sociedad sea sana y no tenga miedo. Cuando empieza a ocurrir lo contrario, me preocupo y creo que hay que marcar el camino y decir que no hay que tener miedo de hablar.
“El problema con la ley fue más la mala praxis en la gestión para llegar a un resultado positivo”
—¿Ves un plan económico real o solamente un plan de ajuste?
—Veo una obsesión. Veo a un presidente que tiene una obsesión, que tiene una mirada muy sesgada de lo que es la economía. Su obsesión es el déficit fiscal y cree que eso va a resolver todos los problemas argentinos. El problema de la Argentina es que gasta mal. Tenemos déficit porque se gasta mal, y como se gasta mal, hay que gastar más. Y creo que hay una suerte de reduccionismo que en la secuencia lógica muchos economistas la paran en un lugar, que es: “¿Es cierto que nosotros tenemos inflación porque emitimos?”. Sí. “¿Es cierto que emitimos porque tenemos déficit?”. Sí. Y ahí terminó. La pregunta que hay que hacer es: “¿Por qué tenemos déficit?”. Porque la política no sabe o no ha sabido resolver la puja que existe y decir: “Esto sí, esto no, esto es prioridad y esto no”. Recuerdo cuando asumió Pepe Mujica, dijo en la Asamblea: “Nuestra prioridad número uno es la educación, la dos es la educación, la tres es la educación. Y la asamblea estalló en aplausos. Y cuando terminó el aplauso, dijo: “Ahora, si le vamos a decir un gran sí a la educación, nos vamos a tener que poner de acuerdo en muchísimos no que hay que decirle al resto de las cosas”. Eso en la Argentina la política no lo viene sabiendo hacer. Entonces, no veo que hoy haya una modificación de eso. No veo que haya un acuerdo sobre qué cosas sí, qué cosas no, a pesar de que la gente reclama eso. La agenda de la gente es correcta, Milei la lleva adelante de una mala manera. ¿Qué quiero decir con esto? Nosotros tenemos un Estado, el otro día lo leí a Oscar Oszlak, que está deformado, tiene un montón de deformidades, entonces no le rinde al ciudadano, y eso es lo que hay que corregir. Ahora, ir a un no Estado no es una solución. No hay ningún país que crezca con un no Estado. Una vez, en una conversación con Ricardo Hausmann, que es profesor de Harvard, me decía: “El desarrollo es como jugar al Scrabble, sobre lo que hay, uno tiene que ganar puntos formando más palabras”. ¿Con qué? con las letras que tenés en tu atril. Y él me dijo: “Las vocales las provee el Estado; las consonantes las provee el sector privado. Si el Estado no te da vocales, no hay nada para hacer. Si te dan una sola vocal, vas a hacer muy pocas palabras, entonces esa es la riqueza que hay que construir. ¿Qué creo que hace Milei? Se obsesiona con el déficit. Y entonces, para arreglar el déficit transitoriamente, lo que hace es generar un descalabro en la economía real y en la parte social, y no está generando un mejor Estado. Está usando la inflación para bajar el déficit. Entonces, el gasto que era malo no lo corrigió, solo lo bajó. El gasto que era bueno también lo bajó. ¿Está haciendo una reforma profunda del Estado que haga que la Argentina vaya a crecer? En mi opinión, no. No veo un plan de acuerdo con lo que la gente solicitó. Veo que hay recortes en la salud, en la educación, en las jubilaciones, en infraestructura. ¿En qué momento esas cuestiones generan un mejor estándar de vida y mayor crecimiento? En mi opinión, no lo generan; si maneja así el Estado, le va a costar mucho a la Argentina crecer.
—¿Será que él, con una visión más de empresa privada, cree que si se baja el gasto luego se va a empujar a que se use bien, porque si queda menos se va a ser más exigente en el uso de esos fondos?
—Puede ser que esa sea la visión. Ahora, es una visión que le hace pagar a la sociedad un costo enorme por un aprendizaje que debería hacer la política de otra manera. Curiosamente, cuando Milei exagera, porque exagera en casi todas las cuestiones de sus políticas públicas, y la sociedad y muchos sectores afectados reaccionan con temor, hay un enorme margen para poder iniciar una negociación. La CGT ahora empieza a decir que está de acuerdo con la reforma laboral. Es el momento de hacerla, porque además esa parte del DNU está trabada en la Justicia. Cristina Fernández de Kirchner dijo lo mismo. Hay espacio para hacerlo. Estamos todos de acuerdo en que el Estado como venía no puede seguir. Sin Estado no vamos a ir a ningún lugar. Y es cierto que él cree que el mecanismo de disciplinamiento es solamente a través del mercado, porque él lo dice, no cree en el Estado. Contradicciones. Él anuncia un plan de ayuda escolar para los sectores de clase media baja que manda a sus hijos a un colegio privado. Lo anuncia cuando ya hay un montón de gente por ahí tuvo que sacar al hijo del colegio, lo anuncia tarde y lo implementa más tarde aún. Ahora, la educación privada ya recibe subsidios. Una enorme, abrumadora, mayoría de los colegios privados reciben subsidios para pagar a los docentes. Entonces, ahora hay subsidios para los docentes y subsidios para algunas familias que lo necesitan, por lo abrupto de la decisión de Milei, pero hay un doble subsidio. Mientras tanto, retira el Fondo de Incentivo Docente. Mientras tanto, dice que la educación pública es adoctrinamiento, mientras él va a adoctrinar a su vieja escuela. Mientras dice, por ejemplo, que en la UBA, en materia de ciencias económicas, en la Facultad de Ciencias Económicas también hay adoctrinamiento, a pesar de que de ahí salen Caputo y Kicillof. O reniega de la educación pública y su ídolo, Hayek, se formó en la Universidad de Viena, que es pública, y dio clases en la London School of Economics, donde yo hice mi maestría, que también es pública. Entonces, hay una suerte de no sé si llamarlo mala fe, falsedad ideológica, manipulación o desconocimiento o falta de pensar los problemas dos veces. Y ese presidente, que tiende a excesos, que es agresivo y que no se detiene a pensar y no le gusta el debate, le va a costar mucho más encontrar las soluciones correctas.
—Usaste la palabra “excesos”. ¿La desmesura no es una característica, una invariable, en la política argentina, simplemente que Milei es el paroxismo de una tendencia que se viene dando en la Argentina hace mucho tiempo?
—Puede ser. La desmesura en la Argentina siempre es una respuesta a que el anterior fracasó. Entonces, en lugar de sentar un rumbo a futuro, los presidentes tienden a decir: “Yo no soy lo que pasó antes”. Entonces, tratan de hacerlo, y en los tiempos que corren actuales, con la comunicación, necesitan hacerlo de manera mucho más exagerada, mucho más hiperbólica. Pero él es desmesurado hasta en las medidas. Por ejemplo, está claro que si el dólar de hoy está bien, la devaluación que hizo en diciembre fue excesiva. Exageró precisamente para generar un ajuste, él exageró en la devaluación para crear más inflación sobre la que ya teníamos antes, para poder ajustar las jubilaciones, para poder ajustar las partidas públicas que manda a las provincias, para poder ajustar lo que va a los municipios, para poder ajustar la obra pública. Entonces generó un ajuste, exacerbando la inflación de una manera muy insensible con el dolor que eso genera. Entonces, él es excesivo por un lado e insensible por el otro, y esa es una combinación peligrosa.
—Y al mismo tiempo también para producir recesión y que la recesión frene a la inflación. O sea, las dos cosas, licuar y luego producir recesión a propósito para parar la inflación; aquella famosa frase: “La operación fue un éxito, pero el paciente ha muerto”.
—Ese es el camino que él ha elegido. Está claro que al plan, o a las medidas, le falta una coordinación de hacia dónde vamos en el futuro. Si hubiera un consenso y una coordinación, todo sería menos costoso desde el punto de vista social y económico. Es como tratar de cruzar muchas avenidas que se intersectan. Si somos un grupo y tenemos un plan, cuando corta el semáforo cruzamos acá y llegamos a esa esquina, no se va a morir nadie. Si en el medio decimos: “Preparados, listos, ya, lleguemos al otro lado”, unos van a salir para un lado, otros para el otro y muchos van a quedar en el camino. Entonces, esa parte de coordinación, que es la parte casi más importante de la política, es la que él desdeña, es la que hace que la sociedad esté pagando un costo hoy desmesurado, mucho más grande de lo que debería ser, por ordenar las cuentas públicas y por ordenar el tema inflacionario.
“El Presidente tiene un sesgo autoritario, no admite ninguna diferencia ni el debate”
—El mundo financiero festeja la reacción de las acciones argentinas en alza, los bonos de la deuda, la compra de dólares por parte del Central. ¿Hay un desfasaje entre el mundo financiero y el mundo de la producción, el mundo real, como otras veces ya sucedió?
—Sí, lo hay. Primero, está claro que si hacés un ajuste, incluso con cualquier costo social, los mercados de bonos van a celebrar, porque quiere decir que vos tenés más plata para pagarles, por lo menos en el corto plazo. Entonces, primero hay una disociación entre lo que pasa en ese mundo que él todo el tiempo reivindica, porque los indicadores que muestra son el riesgo país, que es la contracara de que suban los bonos, si suben o no las acciones, si el dólar está planchado. Mira lo financiero, no está viendo que se venden 10 millones menos de medicamentos por mes, no está viendo que cae el consumo de alimentos, no está viendo que la economía se contrae a un ritmo del 5% o del 6%. No está viendo que las ventas minoristas caen al 20%, que los jubilados están cada vez más ahogados y que las universidades tienen cada vez más problemas para iniciar las actividades de clase y de investigación. Eso él no lo ve, no es su preocupación. Por otro lado, hay un sesgo, no sé cómo llamarlo, de selección, de que el que va a trabajar a los mercados financieros en general tiene una mirada, no importa si social, no importa si profesional de estudio o de actividad. Tiene una mirada específica sobre la realidad y acotada, una mirada sobre lo que le toca observar y su interés. Entonces celebran cosas muchas veces inconscientes de lo que pasa en el resto de la sociedad.
“Veo a un presidente que tiene una obsesión, una mirada muy sesgada de lo que es la economía”
—Toto Caputo es una persona que, dedicada a las finanzas, hizo mucho dinero. ¿Alguna vez te preguntaste si hubiera sido mejor que todo tu conocimiento en economía, en lugar de haberlo aplicado a la función pública, lo hubieras aplicado a hacer dinero? ¿Alguna vez te lo cuestionaste o te lo cuestionaron tu esposa o tu papá?
—No, mi esposa seguro que no, porque eligió una profesión en donde cuando arrancás, no sabés si vas a poder vivir de eso, y lo eligen por vocación. A ella le fue muy bien, pero los artistas…
—Podría querer un marido que compense.
—… Tienen esa cualidad particular. Me ofrecieron ir a trabajar a Londres, en finanzas, en el año 2000. Fui de hecho a una entrevista, pero me di cuenta de que no es lo que a mí me gusta, no es lo que me conmueve. A mi padre probablemente le hubiera gustado que me dedicara a eso, pero yo tomo una decisión consciente hace mucho tiempo. Primero, cuando estudié mi posgrado, estudié pobreza-distribución de ingreso y teoría de los juegos, y recién después, porque tenía clientes que el 70% eran en Wall Street, me dediqué a estudiar finanzas, pero me preocupan más los problemas del mundo real.
—Que el ministro de Economía tenga sesgo financiero ¿dice algo?
—Sí, porque uno de los problemas que tiene la Argentina es que producto de las inconsistencias macroeconómicas, a los economistas nos entrenan solamente a buscar bombas, bombas monetarias, bombas cambiarias, bombas financieras, que es básicamente la pregunta, cuánto dura esto, cuándo explota. Pero hay muy poco amor de la profesión por lo social y particularmente por lo productivo. Y los países no crecen porque tengan determinado marco macroeconómico o cambiario, monetario, fiscal. Crecen si los marcos ponen en funcionamiento los recursos reales a producir. Ese es el gran problema de la Argentina, que los recursos reales están poco puestos a producir, porque en el Estado hay sobreempleo. Entonces, desde el punto de vista de la productividad, hay más gente de la que tendríamos y esa gente podría estar haciendo otra cosa. En los planes sociales pasa lo mismo. No es un problema de si lo puedo pagar o no lo puedo pagar. Es qué estamos generando con los planes, ¿hoy o a futuro? Y en el sector privado, dado que los incentivos, este Estado grande que te abruma y que te genera todo el tiempo incertidumbre, hace que inviertas menos y contrates menos gente. Entonces, el problema es cómo ponemos los recursos reales a producir.
—Miguel Ángel Broda dijo esta semana que falta bastante para la salida del cepo. ¿Creés que pueda haber una salida rápida del cepo o, como dice Broda, que van a tener que hacer muchos deberes para poder salir del cepo?
—Coincido en que estamos más lejos de lo que dice el Gobierno. También tengo el temor de que este es un gobierno propenso a generar cambios abruptos, propenso a los excesos y que tiene una única mirada, que muchas veces desdeña los riesgos de esa mirada o de su posición. Entonces, tiendo a coincidir con Broda, pero también tenemos un gobierno que…
—Que por ahí lo hace y se pega una piña.
—Algunos dicen que es un gobierno valiente. Creo que a veces es más temerario que valiente.
—El Presidente estuvo el martes en un evento de empresarios y dijo que estaba llevando adelante “el ajuste más grande de la humanidad”, lo que fue festejado por el auditorio. ¿Imaginás la posibilidad, como ellos creen, de un crecimiento en V o te parece un delirio?
—No me lo imagino, pero ojalá me equivoque. Me encantaría que Argentina vuelva a crecer. Por qué pienso que no va a ocurrir, porque las economías crecen cuando la gente puede consumir más, cuando los empresarios deciden invertir más, cuando el Estado gasta más o cuando exporta más.
—Nuevamente los brotes verdes o el segundo semestre de Macri.
—Entonces vamos a ver que el consumo, a menos que los salarios le ganen a la inflación, no va a subir. El gasto público, a menos que decidan empezar a abrir la canilla de gastos que tienen trabados, no va a subir. Si hace cualquiera de esas dos cosas, Argentina puede volver a crecer. Esas dos cosas, dado como él encaró la estabilización, pueden complicar el frente fiscal o el frente inflacionario. Invertir, hasta que no haya más acuerdos en la Argentina y no sepamos cuál es el tipo de cambio real, cuál es la competitividad de Argentina, no vamos a recibir inversiones reales porque es muy difícil. Competís con importaciones o querés exportar, y si no sabés cuál es tu competitividad, cuál es el tipo de cambio con el que Argentina va a funcionar, es muy difícil invertir en el sector real. Y con un atraso cambiario es difícil exportar. Me cuesta mucho pensar que la Argentina va a hacer un rebote en forma de V. ¿Qué creo que piensan aquellos que lo miran de ese lado? Esta suerte de canción que hemos visto de manera repetida en la Argentina de “el shock de confianza va a hacer que”. Y que entonces va a haber primero desde aquellos que tienen más conocimiento y acceso a ciertas cosas y que después se va a derramar. Yo creo que eso a lo largo de la historia en Argentina se ha mostrado entre volátil, poco duradero y a veces inexistente. Pero como dije, ojalá me equivoque, ojalá que tengamos un crecimiento en V sustentable.
“Hay otra salida que es menos costosa, menos lesiva para la gente y más duradera”
—Si en diciembre se llegara a una inflación mensual del 6% como pronostica el promedio del REN o del 3%, que sería un éxito absoluto. Igual, en 2025 habría una inflación anual todavía alta (101% en el primer caso y 43% en el segundo). ¿Es posible derrotar a la inflación, que implicaría tener una inflación anual de un dígito, solo con políticas monetarias en un país que ha tenido persistentemente altas tasas de inflación, o es necesario un acuerdo, algo heterodoxo, parecido a lo que hizo Israel en el 85?
—Estoy convencido de que ese es el camino. Y hablé con varios economistas en Israel, particularmente cuando el Presidente fue a visitar Israel. Algunos hablaron con funcionarios y les dije: “Ojalá que los hayan podido convencer de que el camino es otro”. No me parece que pueda ser con un solo instrumento, primero porque la realidad es muy compleja, pero además porque, insisto, cuando uno hace esa suerte de genealogía del déficit y la pregunta es por qué nosotros siempre tenemos déficit, porque no podemos ordenar las demandas. Ordenar la demanda requiere acuerdos; si no, es imposible. La Argentina, en mi opinión, oscila entre dos visiones, una que es la del kirchnerismo o llamémosle panperonismo, que cree que la política siempre va a domesticar a la economía y a la larga las inconsistencias macroeconómicas se manifiestan. Uno puede hacer cualquier cosa con la economía menos evitar las consecuencias. Y el otro lado les pide a economistas, sin un cauce político, sin saber cuál es la fortaleza, tráiganme un plan. Y el plan tiene que depender del cauce político que uno construya. Cuando mayor capacidad de concertación, cuando mayor capacidad de diálogo, de incorporar demandas distintas sin ceder el objetivo final, cuando mayor comprensión del otro de verdad uno tiene, más es posible crear un cauce más grande para que ese plan económico quepa. Si no, siempre hay tensión. Entonces, esa es la tensión de la Argentina. Pablo Guerchunoff y Martín Rapetti lo ponen de otra manera, que me gusta mucho, dicen: “En Argentina hay una parte del espectro político que va hacia el equilibrio social y político, entonces quieren tipo de cambio bajo y más gasto público. Eso es muy poca competitividad y genera problemas. El otro quiere el equilibrio macroeconómico, que quiere poco gasto público y tipo de cambio muy alto, y eso genera problemas sociales. ¿De qué depende la distancia entre los dos? De la calidad del gasto, porque si para lograr tu equilibrio social tenés que gastar de más, te volvés menos competitivo y entonces la devaluación que necesitás o el tipo de cambio alto que necesitás para poder exportar ese Estado te socava lo que estás tratando de resolver, que es la situación social. Entonces, hemos crecido producto de hacer el Estado cada vez peor, en una distancia cada vez más grande entre las dos coaliciones que oscilan en la Argentina a cargo del poder”. Hay que reducir eso, y es con acuerdos. La sociedad está pidiendo eso, dice: “Este Estado no va más, dame otro. Eliminar las deformidades; los gastos que sean superfluos no los queremos, los gastos que sean para la política no los queremos. Los gastos que no sean prioridad hoy pueden ser más adelante, pero hoy no”. Eso es lo que reclama la sociedad y que Milei interpreta esa demanda de la manera en que a él le gustaría, que es el minarquismo. Es decir, no quiero un Estado.
—O un Estado lo más pequeño posible.
—Y cuando uno mira las cosas que dice Milei, y lee a Hayek, porque esta es la otra obsesión, Hayek y Keynes. Hayek fue profesor en la London School of Economics y lo contrató la universidad para rivalizar con Keynes, que estaba en Cambridge. Son dos monstruos de la economía mundial. ¿Por qué me tengo que quedar con uno? ¿Por qué en todo, uno de los dos tiene que tener razón? ¿Por qué no puedo tomar el contexto en el que escribieron para matizar las cosas que dijeron? Pero el propio Hayek habla de fallas de mercado, de externalidades, de niveles mínimos de ingreso, de la necesidad de la regulación para evitar el fraude, porque, si no, no existen los mercados. Entonces, a veces la lectura maniquea, sesgada, la contraposición versus la riqueza que los distintos actores me dan me parece que disminuye la comprensión más acabada de la realidad, que siempre es más compleja.
“Me cuesta mucho creer que se vaya a firmar un pacto que tenga contenido de verdad»
—Y requiere menos esfuerzo cognitivo también.
—Requiere menos esfuerzo cognitivo, es verdad.