La frustración expresada por la sociedad con la política en general sigue creciendo. En 2001 miles de ciudadanos salieron a la calle pidiendo «que se vayan todos». Fue un grito casi unánime de desesperanza. El compromiso de los dirigentes era que para preservar la Democracia era necesario imprimirle un valor moral a la actividad política, con políticos que en el ejercicio de sus cargos demuestren poseer una escala de valores, en conformidad con la cual llevarían adelante sus acciones cotidianas ejerciendo la función pública. La frustración sigue, no desapareció. La que falló no es la Democracia sino los que la representan.
Crecen los desequilibrios
EDITORIAL
1 noviembre, 2023