Las nuevas demandas del mercado laboral exigen repensar todo el sistema de educación.
s bastante habitual encontrar hoy dentro de la descripción de cualquier búsqueda laboral las siguientes habilidades: flexibilidad, autogestión, creatividad, iniciativa por el autoaprendizaje, curiosidad y autonomía. De hecho, en la organización híbrida del trabajo post pandemia han cobrado mucha relevancia, pero ¿cómo y cuándo es que se cultivan estas habilidades? Les propongo que vuelvan por un momento con el recuerdo a sus años de estudiantes de primaria y secundaria. ¿Recuerdan sus aulas, la disposición mobiliaria y el lugar del docente? ¿Los colores y espacios al aire libre? ¿Y los momentos de actos y recreos, el horario? Hice el ejercicio mental y me encontré con que el aula en la que mi hijo cursa hoy su quinto año de secundario no difiere en casi nada de la mía de hace 30 años ni de la de mi abuela que cursó en el mismo colegio hace 100 años. Y me hizo pensar ¿qué tan posible es el desarrollo de estas habilidades llamadas del siglo XXI en esas aulas y organización del día escolar concebido hace dos siglos?
“Si ves los planos de las escuelas son edificios pensados para el control, pero hoy sabemos que se aprende a través de la experimentación, cuando se está motivado, en colaboración con otros. Cuando el alumno está en el centro del diseño y arquitectura de los espacios educativos se siente habilitado a diseñar junto a sus pares y docentes su propio viaje de aprendizaje dentro de la escuela”. La que lo dice es la diseñadora neerlandesa Rosan Bosch, cuyo estudio de diseño y arquitectura es considerado uno de los más innovadores del mundo. En él trabaja hace 30 años al frente de proyectos arquitectónicos disruptivos en el ámbito educativo.
Uno de ellos es la Escuela Técnica Roberto Rocca, en Campana, que está estrenando un rediseño integral de sus espacios, algo que, explica Bosch, impacta en la manera en la que adquirimos y desarrollamos estas habilidades del futuro. Por ejemplo, todas las aulas y varios de sus espacios comunes -como el comedor y el patio abierto – se rediseñaron con un sistema de organización a través de áreas de aprendizaje (nodos) donde los estudiantes y docentes trabajan conectando materias similares o conceptos de una misma rama, fomentando el trabajo multidisciplinario y por proyectos. Los pasillos no son espacios muertos, sino que tienen mesas de colaboración, espacios de concentración y descanso. En las aulas hay espacios coloridos y multiforma: gradas, banquetas, bancos y mesas altas, bancos bajos, montañas (lomas con formas), cuevas de concentración, mesas que se ensanchan y angostan. No hay un lugar específico para el docente. Y más allá de nuestras aulas, el trabajo de Rosan Bosch me dejó pensando en cuán limitados estamos en general en la educación ejecutiva y en las dinámicas de oficinas en general para fomentar estas habilidades. Un pendiente más para el diseño de nuestro trabajo híbrido.