Sus allegados dejan trascender que si esta vez naufraga la gestión del equipo económico, rodarán cabezas. Pero, ¿quién agarrará?
La crisis económica y política de un Gobierno cada vez más deslucido sigue siendo la comidilla de empresarios y banqueros por estas horas. La salida elegida por el tándem Guzmán–Pesce por la escasez de dólares genera polémica. El bloqueo oficial a los importadores, que todavía no tienen autorización por parte de los bancos para operar mientras siguen evaluando las burocráticas regulaciones y permisos que lanzó el BCRA, le permite mágicamente a Miguel Pesce comprar todos los dólares que liquidan los exportadores.
«Dicen que es hasta octubre pero todos sabemos que no es cierto. Habrá importadores que tendrán que empezar a traer productos vía el CCL o directamente dejarán de importar. No descarto que haya una lluvia de medidas cautelares contra el Banco Central», comentó un abogado que, de hecho, ya está tramitando una ante un juzgado porteño a pedido de su empresa.
Parafraseando el lema kirchnerista, en esta oportunidad se podría decir que no fue «magia» sino «más cepo». El Gobierno reiteró la vieja fórmula para tapar el colador de los dólares que sufría. Tanto fue así que el BCRA compró ayer jueves otros US$ 536 millones (similar al miércoles y en línea con lo que sucede desde el feriado importador a la fuerza) y cerró el mes con compras por US$ 950 millones. En el semestre, totalizaron compras que superan los US$ 1.800 millones.
De esta manera, Pesce alcanzó la meta de acumulación de reservas del primer semestre pactado con el FMI. Hacia adelante, el BCRA espera seguir disfrutando de las mieles de la mega restricción. «Se espera que con el cambio de mes se continúe la normalización de la demanda, ajustada a la nueva normativa», dicen en Reconquista 266.
El “plan aguantar” es el único plan. Guzmán y Pesce dicen que la única opción que había era ésta o devaluar como le piden en la City. Desdoblar, la otra alternativa, es descartada por ahora. “Hay que enderezar el barco y esperar”, dicen allegados al ministro de Economía.
Otro costado de la estrategia que optó Guzmán y Pesce para la crisis de los dólares y los pesos fue que el BCRA se transformó en sostén de los bonos emitidos en moneda local.
Según cálculos privados, el Central emitió la friolera de $700.000 millones de pesos desde la segunda semana de junio para comprar deuda con CER en el mercado secundario. Esos pesos en parte son retirados vía Leliq pero otra parte van a la brecha cambiaria y la inflación. Lejos de tener solucionado eso, lo que hace Pesce es disfrazar la insolvencia del Tesoro con la maquinita de pesos.
El economista de cabecera de Patricia Bullrich y diputado nacional Luciano Laspina dice que el directorio del BCRA está violando su Carta Orgánica al salir a comprar los bonos de Guzmán. Advierte que hay límites al financiamiento monetario al Tesoro en el artículo 20 que el BCRA «ha decidido ignorar».
El BCRA podría monetizar cualquier necesidad fiscal o financiera del Tesoro Nacional al punto de gatillar una hiperinflación, llegado el caso», afirma Laspina.
Para el economista, la inflación en la Argentina está yendo al 80% anual y el desenlace es incierto porque dependerá de lo que pase con el dólar y el déficit en el segundo semestre.
Laspina cree que si Pesce sigue emitiendo 25% de la base monetaria como hizo en junio para darles salida a los bonistas en pesos, el resultado puede ser un cataclismo inflacionario.
En medio de la crisis sin fin, Alberto Fernández se refugia en un insólito relato de la realidad. Aislado, el Presidente elige frases que lo dejan expuesto por derecha y por izquierda. Sus dichos acerca de que el faltante de dólares es porque «el país crece mucho» es el último traspié lingüístico del abogado elegido por Cristina para ocupar Balcarse 50.
El politólogo y director de Synopsis Consultores lo planteó en redes sociales así: «¿Alberto Fernández es el presidente de quién? ¿De Cristina Kirchner?, queda claro que no. ¿De Massa?, lo tuvo que llevar al G7 porque está enojado. ¿De los Gobernadores del PJ? Le escribieron una carta llena de planteos, como si fueran oposición».
Lucas Romero dice que hace rato que no es solo un problema de rumbo sino de falta de conducción, que es aún mucho más delicado. «CFK le pide que use la lapicera, Massa que rearme el gabinete, gobernadores que gobierne bien; FMI que cumpla con el programa; CGT que frene la inflación; movimientos sociales que les dé un ministerio, albertistas que cree el albertismo. Alberto tiene a todos disconformes», resume.
Fernández se aferra a su círculo íntimo y piensa en que quizás, si esta vez Guzmán y Pesce aciertan en el antídoto, tenga chances electorales en el 2023. Sus allegados dejan trascender que si esta vez naufraga la gestión del equipo económico, rodarán cabezas. Pero eso choca con la realidad.
¿Quién quiere agarrar un Ministerio de Economía o BCRA de un presidente carente de poder? ¿Quién querrá inmolarse por Alberto? No habría muchos candidatos.
Mientras espera resultados, Alberto cree que a pesar de la crisis de gobernabilidad, económica y política que lo lleva a tener 62% de imagen negativa (según el último sondeo de Ricardo Rouvier, encuestador ligado al peronismo) y empata en ese ranking con CFK y Mauricio Macri, sus chances aún están intactas.
Lo único que lo aleja de esa triste realidad son sus cada vez más frecuentes viajes al exterior. En lo que va del año, según Diego Guelar (exembajador de Macri en China), Alberto fue el presidente que más viajó en el mundo. «No hay ningún presidente que haya hecho eso en tan corto tiempo. Lo peor es que no se entiende a qué va. ¿A mostrar el 80% de inflación, que su autoridad no existe? El mundo lo conoce, no puede exhibir lo que no tiene. Sus viajes son un verdadero papelón», apunta Guelar.