Alberto Fernández sigue encerrado en su albertismo puro. La crisis desatada con la salida de Martín Guzmán, el recambio por Silvina Batakis y la intensa charla con Cristina Kirchner no alejaron al Presidente de su esquema de poder encerrado en su círculo íntimo para dar con una receta inevitable: mantener el plan económico que no está dispuesto a modificar por el momento.
En su larga charla en la residencia de Olivos con la flamante ministra de Economía el Presidente exigió a Batakis la necesidad de sustentar la segmentación de tarifas, controlar el déficit fiscal, analizar aumentos salariales por decreto, atender las negociaciones con el FMI y el Club de París. En definitiva: respetar el plan económico en su plenitud.
A pesar de la estampida del dólar y la reacción negativa de los mercados de ayer por la llegada de Batakis a Economía, los allegados al Presidente aseguraban anoche que «no habrá cambios de timón ni medidas que puedan llevar a una locura».
Todo esto lo ratificó la propia Batakis tras asumir en la Casa Rosada: «Creo en el equilibrio fiscal, vamos a seguir con el programa económico que el Presidente viene marcando», dijo la flamante ministra.
DIALOGO CON CRISTINA
Desde el plano estrictamente político quedó claro que Alberto Fernández nunca quiso hablar con Cristina Kirchner. No tenía pensado hacerlo. «Los dos sabemos que tenemos cosas en común y cosas que diferimos pero que son públicas» reiteró a sus allegados.
Sólo el arrastre de la crisis por la salida de Guzmán y los reclamos de Sergio Massa y gran parte del Frente de Todos emplazaron a Alberto Fernández a hablar el domingo por la tarde con la vicepresidenta para consensuar el reemplazo de Guzmán. Después del frenético lunes para el Gobierno, Alberto anoche cenó con Cristina Kirchner en Olivos. Hasta ahora sólo trascendió que dejaron en claro sus diferencias.
Pero en los hechos concretos, el diálogo que el Presidente mantuvo con su vice no le harán cambiar el rumbo del Gobierno.
Descarta, por ahora, la idea de ampliar los cambios en el Gabinete, le bajó línea a Batakis sobre los pilares sobre los que quiere seguir adelante y eludió cualquier tipo de planteo de Cristina Kirchner relacionado con una redefinición del vínculo del Gobierno con los movimientos sociales.
«No se puede hacer una ruptura en el rumbo económico de un día para el otro», sostuvo un allegado al jefe de Estado. Otro funcionario albertista fue más gráfico: «hay que calmar las aguas en lugar de agitarlas», dijo.
Algo de todo esto se percibió anoche en el juramento que le tomó Alberto Fernández a Batakis en el Salón Blanco de la Casa Rosada. Entre los escasos empresarios presentes y los sindicalistas presentes imperaba la idea de que el cambio de Guzmán por Batakis no implicará modificación alguna en el rumbo del Gobierno. «Sólo un parche», resumió un empresario presente.
Es probable que la llegada de Batakis le imprima un perfil un poco más social al Ministerio de Economía por la historia personal que tiene la nueva ministra de Economía. Pero no mucho más allá de eso. Incluso hasta ahora no hay decisión presidencial de modificar el plan de segmentación de tarifas a pesar de que ayer renunciaron los funcionarios que habían elaborado este esquema resistido por el kirchnerismo duro.
CAMBIOS DE GABINETE Y PLANES SOCIALES
El jefe de Gabinete, Juan Manzur expresó ayer tajante en la Casa Rosada «No habrá más cambios por ahora», dijo. Desechó de esta manera la idea que Sergio Massa le había acercado a Alberto Fernández de armar un Gabinete más flexible y abierto.
El presidente de Diputados se había autoimpulsado para ocupar una suerte de «superjefatura de Gabinete» con alcances en el Ministerio de Economía y la posibilidad de reordenar más cambios ministeriales. Massa, en coincidencia con buena parte del kirchnerismo, buscó convencer a Alberto Fernández en avanzar hacia una reforma estructural profunda en el Gobierno.
Sin embargo, nada de esto será factible por ahora. Alberto Fernández no quiere hacer cambios estructurales de fondo. Mucho menos tomar medidas que disrumpan en actual modelo, por más que este no ofrezca aún resultados favorables.
Nada de esto se hará por ahora. Tampoco avanzó la idea que deslizó Cristina Kirchner de eyectar del Gobierno a los referentes de los movimientos sociales vinculados con Fernando Chino Navarro y Emilio Pérsico. Allegados a estos dirigentes dijeron que «no hay señal alguna del Presidente de que se quiera desarticular del Gobierno todo el trabajo que vienen haciendo los movimientos sociales».
El Presidente no sólo elude por ahora este reclamo: también desecha la idea que lanzó el piquetero allegado al Papa Francisco, Juan Grabois, y que avala el kirchnerismo duro, de imponer un plan de ingreso universal. Alberto Fernández cree, en cambio, que se debe ir hacia un proyecto de ley de monotributo social para atender a los sectores desprotegidos y arrastrarlos a la economía formal. Es que en el Gobierno creen que hoy es imposible financiar un plan de ingreso universal como el que está planteado para 10 millones de beneficiarios.
El Presidente sigue aferrado su círculo íntimo de poder. Son los que lo alientan a seguir en este esquema intacto. Allí están, entre otros, el secretario General de la Presidencia, Julio Vitiobello; la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra; el canciller Santiago Cafiero; el ministro de Trabajo, Claudio Moroni y el asesore presidencial, Juan Manuel Olmos.
En medio de la crisis económica, un dólar por las nubes y malestar en la City con la llegada de Batakis algunos de esos referentes cercanos al Presidente se animaron a ratificar ayer la idea de que el «proyecto reeleccionsita 2023» se mantiene en pie.