Se podría decir que la renuncia de Martín Guzmán al ministerio de Economía fue tan inesperada como grotesca y provocó efectos que alarmaron a las principales cabezas del frente de Todos.
Su salida era deseada por Cristina Kirchner, que venía presionando con furia desde hace bastante tiempo, pero nunca imaginó que se iba a dar de esa manera. Por eso reaccionó desde El Calafate calificando a ese acto como de “irresponsabilidad” y de “desestabilización”, aunque ella se puso al margen de cualquier responsabilidad por lo ocurrido.
Pero lo que también provocó Guzmán fue el inicio de una tregua obligada en la pelea entre el presidente Alberto Fernández y su Vice. Solo el tiempo dirá si esa tregua es efímera o si tiene una buena base para que ambos tengan, a partir de ahora, la relación que necesita el país.
El otro protagonista de esta historia es Sergio Massa, quien había quedado herido por el frustrado intento de llegar a la jefatura de Gabinete para reemplazar al tucumano Juan Manzur.
Que hablaran primero Alberto y Cristina y que después se sumara a las negociaciones el titular de la Cámara de Diputados era el camino adecuado.
Pero no fueron pocos los que tuvieron que mediar para lograr el llamado entre el Presi y la Vice con el ministerio de Economía acéfalo. La figura más destacada fue Estela Carlotto, la líder histórica de las Abuelas de Plaza de Mayo.
Después de consensuar la llegada de Silvina Batakis para el sillón que ocupaba Guzmán, acordaron empezar a dar a la sociedad algunas señales de distensión y, sobre todo, empezar a evaluar el “control de daños” que la pelea de fondo había ocasionado al Gobierno.
Una de las primeras cuestiones que resolvieron fue bajar el nivel de confrontación en los discursos o declaraciones públicas. Por esa razón Alberto Fernández se llamó a silencio durante la semana ya que debía reaparecer en Tucumán, como ocurrió este sábado, por el acto oficial del 9 de Julio.
Pero quedaban dos apariciones públicas que habían despertado todo tipo de expectativas. Máximo Kirchner el jueves con un acto del PJ en Escobar y Cristina el viernes en El Calafate.
En los dos discursos hubo un común denominador. Dar señales de tregua y cargar culpas sobre Guzmán, cuya forma de renunciar provocó la furia del Presidente. Como lo dijo Cristina en el sur, con una clara intencionalidad política. Fernández lo había bancado contra viento y marea y no se merecía ese destrato.
El operativo de control de daños incluye también el análisis de qué cambios necesitaría el gabinete nacional para iniciar una nueva etapa de gobierno. Y cuándo llegarían.
Alberto, Cristina y Massa iniciaron un detallado análisis de la marcha de la economía y del mercado financiero, mientras Batakis le da la puntada final al equipo de funcionarios que la acompañará en el Ministerio, respetando la presencia de cristinistas en su gabinete, especialmente en el sector de la Energía.
Saben que, más allá de los especuladores del mercado financiero o de la cadena de precios, hay un serio problema de falta de credibilidad en la sociedad sobre las medidas que se toman, producto de la pelea entre Alberto y Cristina.
Solo ellos dos tienen la solución. Los demás, son simples espectadores de esta historia. Gobernadores, intendentes y legisladores saben que el futuro del Gobierno no está en sus manos.
Aunque todos tienen un mismo deseo, que el nuevo plan económico funcione porque las cuentas de las provincias y los municipios fueron golpeadas al ritmo de la pelea entre Alberto y Cristina. Y, sobre todo, que las elecciones del 2023 les permita seguir gobernando en sus territorios.