La inflación sin freno y la pérdida de poder adquisitivo empujan a cada vez más gente a la pobreza. Así lo asegura el Padre Pepe, quien con su relato grafica una de las situaciones más cotidianas que reflejan el grave contexto económico que atraviesa la Argentina: “Después del día 15 hay que cocinar más; hay gente que no venía al comedor y empezó a venir”.
Con el correr del tiempo, y del avance de la inflación, es cada vez más difícil llegar a fin de mes y es por eso que muchos recurren a los comedores comunitarios como una ayuda vital para sobrevivir. Esa es una de las realidades con las que día a día convive el cura villero: “Es algo muy difícil, en los barrios se siente esta situación e incomoda bastante. Los barrios están viviendo esta realidad difícil de la Argentina”.
En este marco, todos pierden, pero fundamentalmente los trabajadores que están en sindicatos menos fuertes, los empleados fuera de convenio y quienes no están registrados, que representan aproximadamente la tercera parte del mercado de asalariados. Sin embargo, desde la mirada del Padre Pepe, uno de los grandes ‘salvavidas’ para los sectores más vulnerables son los planes sociales: “Los vemos como algo positivo, todos estos barrios no tendrían ingresos si no fueran por los planes. En medio de una crisis tan grande, tener dinero en el bolsillo para la gente es importantísimo. Lo que decía nuestro obispo es cierto, la inflación se está comiendo la economía”.Padre Pepe: «En los barrios se siente esta situación e incomoda bastante. Los barrios están viviendo esta realidad difícil de la Argentina»
Más allá de la polémica, el cura considera que esta es una de las mejores herramientas que tienen los trabajadores de los estratos más bajos para poder afrontar las dificultades económicas, ya que incluso permiten que la economía siga teniendo movimiento. “Los planes ayudan en lo esencial y generan una pequeña economía popular en el barrio. Genera todo un movimiento que no se daría si no fuera por ese ingreso que últimamente tuvo muchas discusiones. Es necesario que en el bolsillo del pobre haya un flujo de dinero para que viva con las cosas más importantes y le permita proyectar”, resaltó el religioso.
Según los datos del Indec, el valor de la Canasta Básica Total para un hogar de cuatro integrantes es de $104.216,80. Es lo que se requiere para no ser considerado pobre, en tanto para la consultora W, del total de la población un 17% pertenece a la clase media alta (C2) con ingresos promedio por hogar de $300.000 y un piso de $250.000; y un 28% a la clase media baja, con ingresos promedio de $150.000 y un piso de 120.000 pesos.
Solo un 5% pertenece a la clase alta (con ingresos promedio de $800.000 por mes y un piso de $450.000). El resto, está en los estratos más bajos, por debajo de la línea de pobreza. La complicada situación se enlaza con los años de pandemia donde la economía se vio estancada y muchos trabajadores vieron afectados sus rubros. Así también lo analiza el Padre Pepe: “La aceleración de la inflación, que se suma al arrastre de los efectos de las medidas preventivas de la pandemia de Covid-19, deja cada vez más empobrecida a la clase media argentina, que ya no puede acceder a las aspiraciones o a los consumos que la marcaron históricamente”.Con su relato, el Padre Pepe retrata una de las situaciones más cotidianas que reflejan el grave contexto económico que atraviesa la Argentina
Como si este contexto no fuera complejo de por sí, el cura villero y sus colegas también tienen que enfrentar las realidades con las que se convive casi a diario en los barrios más empobrecidos, y en muchas ocasiones está la droga de por medio. Tanto él como sus compañeros trabajan para asistir a los más chicos y sus familias para salir de las adicciones. “En estos barrios, donde hay derechos vulnerados hace mucho tiempo, hay que ayudarlos a que cada uno haga su camino. Sentimos la necesidad de ocuparnos, de que empiece la recuperación en el lugar donde viven. Es importante que la sociedad argentina entienda que es uno de los temas más importantes”, sostiene el religioso.
En ese sentido, el padre Pepe sabe que una de las causas es el narcotráfico: “Es una realidad con la que convive América Latina, no somos ajenos a una situación así. En este trabajo podemos fortalecer la prevención, a través del deporte, educación, espiritualidad, oficio, con los centros que formamos, con los hogares de cristo, centros de atención territorial de las adicciones que se manejan de una forma integral. No solamente viendo el problema de la droga y el chico, si no viendo que el chico quizá necesita capacitación, tiempo ocupado, quizás tienen enfermedades que las recibió en la calle. Son consecuencias del narcotráfico”.