Las mujeres de la familia en la vida de Andrea Colicheo fueron fundamentales para que ella hoy, a sus 35 años, pudiera recibirse de licenciada en hotelería. Le agradece a su mamá Sara y a su abuela Eva haberles abierto el camino de la superación y la perseverancia.
Andrea nació en General Roca, provincia de Río Negro. Su infancia no fue fácil, y en el hogar no sobraba nada. Cuando era chiquita acompañaba a su papá a juntar cartones mientras su mamá trabajaba en casas de familia. El secundario lo terminó haciendo changas para ayudar con los gastos.
En 2006 partió hacia Bariloche buscando nuevos horizontes. Fue acompañada de Emanuel, su pareja, y sus dos hijos que hoy tienen 14 y 15 años. Una vez radicados en la ciudad turística, empezó a estudiar hotelería en la Universidad de Río Negro que se fundó en 2007.
“Lo vi como una oportunidad ya que Bariloche básicamente se sostiene en base al turismo. No fueron años fáciles, porque tenía que repartir mis tiempos entre el trabajo, el estudio y mis hijos”, contó.
Sin embargo, a pesar de tener que recorrer 28 kilómetros entre la lluvia y la nieve para ir a estudiar, nunca bajó los brazos y ahora su esfuerzo tuvo recompensa. Además, Andrea se transformó en la primera generación de universitarios en su familia.
“Tengo que agradecerle a los profesores que me apoyaron en este camino. Y quiero resaltar la importancia que tiene la educación pública, porque sin eso yo no podría haber estudiado”.
Actualmente, la joven está terminando una pasantía que le otorgaron en la universidad y trabaja en un estudio contable.
La importancia de las mujeres de la familia en la vida de Andrea
Si bien el abuelo de Andrea la incentivó a estudiar, su abuela Eva fue fundamental en su desarrollo. La mujer no fue al colegio y siempre trabajó en una chacra carneando animales. Ahora está jubilada y descansa de las duras tareas que realizó toda su vida.
También Sara fue un pilar importante. Siempre trabajó en casas de familia, tarea que sigue realizando hasta la actualidad. A la par de que su hija terminaba la primara, ella hacía lo mismo en la escuela nocturna.
Sara la llevaba y la iba a buscar a la escuela. En el camino paraban a tomar la merienda en la casa de Eva, que a pesar del cansancio se hacía un rato para recibirlas.
“Fueron mujeres deconstruidas antes de que se hablara de esto. Ellas me marcaron el camino. Lejos de quedarse en su casa mientras los hombres salían a trabajar como era costumbre hace muchos años, mi mamá y mi abuela lucharon por sus derechos”.
Las tres forman un equipo irrompible. Solo las separan algunos kilómetros de distancia, pero siguen unidas a través de la fuerza, el empuje, la superación y el amor.