A mediados de la década de 1940, la pujante ciudad de Lomas de Zamora contaba con numerosas placas conmemorativas pero pocos monumentos estatuarios. Se destacaban, por la importancia de sus pedestales, los monumentos al marino Bouchard (llamado por entonces Buchardo) y a Fray Justo Santa María de Oro, en Banfield; aunque de excelente modelado, en rigor no pasaban de ser bustos.
Al pueblo de Turdera le cupo el privilegio de crear la primera plaza sanmartiniana del partido, inaugurando en ella un busto del General San Martín en 1942, obra de Fioravanti. Aún así, seguía faltando un gran monumento al “Libertador”, cuyo apodo indubitable ameritaba en el imaginario colectivo una representación ecuestre.
El primer monumento a San Martín en la República fue erigido en la Capital, en la Plaza que hoy lleva su nombre, en 1862. Una norma de comienzos del siglo XX ordenó reproducirlo. De este modo, numerosas plazas del país, y más tarde del exterior, pudieron exhibir facsímiles de esa estatua, obra de Daumas, con la sola variante creativa de sus pedestales.La estatua ecuestre del Libertador, realizada por Daumas, en la plaza San Martín, fue inaugurada en 1862 y luego replicada e instalada en todas las capitales del país e incluso en muchas ciudades del mundo. En Lomas de Zamora decidieron encargar un monumento original
Apelar a la réplica era un recurso más simple que crear una obra original. Pero no todos se conformaban con una pieza calcada del modelo porteño: hubo ciudades, como Lomas de Zamora, que aspiraron a poseer una obra con identidad propia. Y que fuera creación de un artista argentino. Lo consiguieron, no sin gran esfuerzo (*).
El comienzo de la historia del monumento lomense
La historia del monumento comenzó un 17 de agosto de 1942, efemérides sanmartiniana ochenta años atrás, cuando el concejal Venancio Minondo presentó un proyecto que fue aprobado. La Ordenanza nº 1346, del 22 de enero de 1943, mandaba integrar una “comisión oficial” para llevar adelante las gestiones, y se fijaba la Plaza Victorio Grigera como lugar de emplazamiento.
La comisión oficial la integraban figuras de reconocido prestigio local, como su presidente, Minondo; su vicepresidente, el párroco Alejandro Schell; el franciscano Buenaventura de Aizcorbe y otros.
La comisión gestionó subsidios ante la Nación la Provincia, y designó subcomisiones recaudadoras en todas las localidades del partido: Banfield, Temperley, Turdera, Remedios de Escalada (todavía no escindida del distrito) y Llavallol. La representatividad de aquella colecta popular hace de este monumento la concreción de un logro colectivo de todo el partido de Lomas de Zamora.Lomas de Zamora-La Plaza Grigera a comienzos del siglo XX, cuando aún no existía el monumento sanmartiniano
La colecta se instrumentaba mediante “bonos de suscripción” y a través de una contribución de hasta un máximo de diez centavos por cada escolar del distrito, a fin de que también los niños aportaran su óbolo.
Pero la efectividad se vio demorada por la revolución del 4 de junio de 1943, que disolvió el gobierno comunal y motivó la renuncia en pleno de la comisión. Sin embargo, en agosto del mismo año, el comisionado municipal de facto resolvió no aceptar las renuncias y la comisión quedó normalizada.
Se colocó entonces la piedra fundamental, elegida por Schell y Santamarina, y que incluía una urna con impresos y medallas, a modo de “cápsula del tiempo”. Fue el 17 de agosto de 1944, en el marco de una ceremonia brillante y concurrida. El Padre Schell bendijo la piedra. Se incluyó otra urna con tierra del solar natal de Yapeyú, donada por el Instituto Nacional Sanmartiniano.
En el ínterin se obtuvo la promesa de la Intervención en la Provincia de Buenos Aires de contribuir con un 50% del costo del proyecto. A esto se sumaba el subsidio ya comprometido por la autoridad local y el producido parcial de la colecta popular.
Un altisonante Manifiesto al vecindario nacional y extranjero, educadores, profesionales y obreros del distrito de Lomas de Zamora apelaba, con retórica epocal, al patriotismo individual y colectivo para obtener contribuciones: “Todos y cada uno de los vecinos de Lomas de Zamora está en el deber de aportar su óbolo, grande o modesto, para tener derecho a decir, al mirar la estatua ecuestre del gran guerrero argentino, ‘yo contribuí con mi ayuda a levantar este monumento que hoy reverenciamos’…”“Todos y cada uno de los vecinos de Lomas de Zamora está en el deber de aportar su óbolo, grande o modesto, para tener derecho a decir, al mirar la estatua ecuestre del gran guerrero argentino, ‘yo contribuí (a) levantar este monumento que hoy reverenciamos’…”
El concurso
Se examinaron nueve propuestas de cinco oferentes. La comisión de selección procedió por descarte, desestimando aquellas propuestas que no se ajustaban a las bases: unas, por ser copias de la estatua porteña; otras, por lo elevado del costo; otra, por provenir de un artista extranjero. Finalmente optaron por la del escultor Ángel Eusebio Ybarra García, que proponía tres variantes. Se descartaron las dos primeras versiones por su alto costo, quedando la tercera, con la condición de que el artista aceptara introducir algunas modificaciones.. La propuesta aprobada fue girada al gobierno provincial para hacer efectivo el subsidio. También se solicitó a la comuna local un aumento de los fondos acordados. Ambas instancias respondieron favorablemente.
Así, con los aportes oficiales incrementados, más $10.000 obtenidos en las colectas populares, la comisión dispuso de los fondos suficientes para afrontar la encomienda y el 7 de mayo de 1945, procedió a la firma del contrato con el escultor, que era un artista prestigioso, adscripto al lenguaje academicista, y dotado de soltura y elegancia para el manejo de la escala monumental.
Características del proyecto ganador
El compromiso del escultor no consistía en la sola entrega de la escultura, sino en su emplazamiento en el punto indicado. La pericia de Ybarra García como ingeniero obraba a su favor para esta operación. El artista se ocupó también del entorno del monumento y presentó un plano de arreglo de jardinería, que fue aprobado; se trató de una operación patrimonial integral.La firma del artista en el basamento del monumento
El monumento era un conjunto de dos miembros: el basamento y la estatua ecuestre. Sobre el basamento, en la cara frontal, se debía colocar la leyenda “SAN MARTÍN”, en letras de bronce aplicadas; en la base, la dedicatoria del monumento; y en la cara posterior, otra leyenda recordatoria de la comisión y autoridades intervinientes.
Una prueba quedaba por sortear: una vez aprobado el modelo en escala en arcilla, recién podría pasarse al tamaño definitivo en arcilla también; y sólo tras la aprobación de esta pieza de mayor tamaño podría pasarse a yeso para, luego, ser fundida en bronce y patinada.
El plazo de ejecución del monumento se estipuló en once meses, con la posibilidad de una prórroga, por causa de enfermedad o fuerza mayor. El precio pactado fue de $58.000, lo que incluía los materiales, mano de obra, fundición, colocación, fletes y honorarios.
Era un contrato exigente para el artista, pero la seriedad profesional de Ybarra García no iba a defraudar en absoluto. Por otra parte, conociendo a los miembros de la comisión, no cabía esperar arbitrariedades ni exigencias extravagantes, aunque sí hubo algún pedido adicional.La imponente estatua ecuestre de San Martín en Lima, Perú, también es una creación original
La ejecución de la obra
El 8 de octubre de 1945 Ybarra García logró la aprobación de la maquette menor. Las leyendas epigráficas, redactadas por el profesor Santamarina, decían:
Atravesó las montañas más altas del continente y en las jornadas gloriosas de Chacabuco, Maypú, Callao y Lima dio libertad a media América del Sud, forjando el destino de tres naciones independientes: Argentina, Chile y Perú.
Para evitar la lucha entre hermanos, se despojó, voluntariamente, de todos los honores y mandos, conquistados en su épica campaña emancipadora y tomando el camino del exilio fue a rendir su espíritu al Supremo Hacedor en tierra extraña.
Entre noviembre y diciembre de 1945 se aceleraron los preparativos del acto de inauguración. En el aspecto ceremonial, el 12 de noviembre se resolvió invitar al Arzobispo de La Plata, monseñor Juan P. Chimento (que había sido párroco de Lomas), a bendecir el monumento y celebrar, a sus pies, una misa de campaña. También se resolvió encargar dos placas y un escudo nacional, todo ello de bronce, y acuñar medallas de oro para entregar a los padrinos de la ceremonia: el Presidente, el Interventor en la provincia, el Comisionado municipal, y a invitados especiales.Otra creación sanmartiniana de Ybarra García: San Martín con sus nietas. Estatua ubicada en la Plaza Grand Bourg, en la Capital Federal
Mientras tanto, proseguía la intensa campaña popular de recaudación de fondos, que de tan exitosa terminó arrojando superávit, por lo que se decidió cerrar la colecta en marzo de 1946. Esta favorable respuesta de vecinos, escuelas, comercios, clubes y otras entidades nacionales y provinciales tuvo, sin embargo, alguna nota disonante, que debe leerse a la luz de las tensiones políticas de la época y la toma de posición de las empresas de capital extranjero frente al nuevo escenario, marcado por el triunfo electoral de Perón en febrero de 1946: la empresa Firestone S.A., cuya planta fabril estaba radicada en Llavallol, había devuelto el bono contribución, con una nota en que expresaba su negativa a colaborar. La comisión insistió y la respuesta fue una exigua contribución de…$25.
El excedente de fondos, se resolvió aplicarlo a las medallas de oro, escudo y placas de bronce, a la impresión de la “Memoria” de la comisión, los pergaminos para el acta de inauguración, la impresión de invitaciones y programas, y de mil láminas de la estatua para obsequiar a los contribuyentes. Adicionalmente, se aprobó la fabricación de un banderín de lanilla con la imagen del monumento, para los invitados especiales. Y, más tarde, la impresión de 3.000 postales con la fotografía oficial del monumento tomada por la conocida Casa Forero.
A comienzos de abril de 1946, Ybarra García informó que la estatua no estaría terminada para las fiestas del 25 de Mayo: la casa fundidora requería setenta días más de labor. Era muy probable tener la estatua montada sobre el pedestal el 10 de agosto, para inaugurarla el día 17.El nombre de San Martín en el pedestal en letras de bronce incrustadas
Demoras, inflación y algunas malas noticias…
Una medida del gobierno nacional provocó una actividad administrativa extra de la comisión: ahora, los homenajes al Libertador debían ser sometidos a la opinión consultiva del Instituto Nacional Sanmartiniano. Todo lo actuado fue remitido a esa institución oficial.
La situación económica ofrecía una nueva dificultad: a mediados de mayo, Ybarra García comunicó que el aumento en el costo de los materiales lo había colocado en un quebranto de $6.500, solicitando que, de ser posible, se lo resarciera con fondos del superávit. El artista elevó otra solicitud: que se redujeran las leyendas epigráficas, por ser demasiado extensas.
A esta altura, las buenas noticias se mezclaban con las demoras: mientras el ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Juan Bramuglia, aceptaba pronunciar el discurso apologético el día de la inauguración (aunque finalmente no pudo concurrir), el escultor comunicaba que el monumento tampoco estaría listo para el 17 de agosto… Ybarra García y el fundidor Radaelli expusieron ante la comisión una serie de inconvenientes que imposibilitaban la entrega para la fecha anunciada. La comisión resolvió conceder una última prórroga, fijando como nueva fecha el 12 de octubre.
Pero hubo que cambiar esa fecha por el 20 de octubre porque el presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, no podía ausentarse de la Capital. En cuanto a la ceremonia inaugural, el Rotary Club propuso la plantación de un “retoño” del Pino de San Lorenzo y el cónsul italiano residente en Lomas ofreció una placa de la colectividad. Ambas propuestas se aprobaron. Hasta los rubros más prosaicos, como los dos barriles de cerveza para convidar a la banda militar y tropa, o el servicio de lunch encargado a la confitería La Ideal de Banfield, eran motivo de diligente atención de la comisión.El monumento lomense representa al Libertador en un ademán original, dinámico y reposado a la vez
La fiesta y el rito de la inauguración
Y el día llegó, por fin. Comenzaron a hacerse presentes los funcionarios comunales, la comisión oficial en pleno, los gerentes de las sucursales de los Bancos de la Nación Argentina, de la Provincia de Buenos Aires y de Avellaneda, el jefe de la oficina de Correos, el presidente de la Sociedad Popular de Educación y otros invitados. Junto al palco oficial instalado en la plaza, a la derecha del monumento, ya se había congregado un público numeroso, destacándose los contingentes de escolares. Allí, el comisionado municipal y los miembros de la comisión recibieron a las autoridades nacionales y provinciales (Perón no pudo asistir y tampoco el canciller Bramuglia). En el palco ubicado a la izquierda, estaban otros integrantes de las fuerzas vivas locales, legisladores provinciales y las madrinas, Elena C. de Mercante y Élida Zuanich, cónyuges del gobernador de la Provincia y del comisionado municipal, respectivamente. En los balcones y en las azoteas del entorno de la plaza había numerosos espectadores.
La ceremonia comenzó con el izamiento de la bandera nacional en el mástil de la plaza, acompañado por una salva de 21 bombas de estruendo. Luego se entonó el Himno Nacional. La bendición del monumento la realizó el padre Shell, en representación del arzobispo Chimento. Hubo discursos del comisionado municipal, del profesor Minondo, del canciller Bramuglia (leído por su delegado), y del profesor Santamarina. El señor Francisco Mansilla recitó el poema “Mármol y bronce”, compuesto por el vecino Ismael Navarro Puentes. Finalizada la ceremonia, las autoridades e invitados de honor se trasladaron al Palacio Municipal, donde se hizo entrega de las medallas de oro y luego se realizó un brindis.Lomas de Zamora- La pulcra belleza de la Plaza Grigera hacia 1950, con una vista del Palacio Blanco de la Municipalidad y el monumento al Libertador
Pasada la inauguración del monumento, surgió una nueva iniciativa, que tuvo importantes proyecciones patrióticas en Lomas de Zamora, hasta el presente. En la sesión del 7 de noviembre, se resolvió dejar constituida una filial sanmartiniana local, “a los efectos de que en cualquier momento haya una entidad capacitada para rendir el debido homenaje al Libertador en las diferentes fechas de su gloriosa vida, lo que se aprobó por unanimidad, invitándose por los diarios locales al vecindario a una asamblea, fijándose el día 14 del corriente en los salones de la casa parroquial”.
Valoración patrimonial y artística del monumento
El monumento sanmartiniano de la Plaza Victorio Grigera representa el esfuerzo de toda una comunidad, en solidaridad de recursos aportados, tanto por la sociedad civil, como por sus autoridades comunales, provinciales y nacionales. Hasta entonces, y luego de aquella empresa colectiva, no se registra en Lomas de Zamora un programa monumental de análogas características, por la vastedad de su convocatoria, la capilaridad de su metodología, el costo de la obra, la transparencia en la administración de los fondos y los valores artísticos implicados.Detalle de la cabeza del corcel romano-árabe que monta San Martín; el tipo de caballo usado en nuestras guerras de independencia
Numerosos factores, tales como el ambiente político de época, contribuyeron al éxito de la iniciativa. Pero dos fueron decisivos: el compromiso personal de Ybarra García con el proyecto y la labor ejecutiva de la comisión oficial, que fue dinámica, decente y patriótica. El superávit en la recaudación indica la escrupulosidad en materia de cuentas.
En lo tocante a una valoración crítica de la obra, ya la comisión fiscalizadora municipal había consignado expresiones que no han perdido validez: “El monumento de San Martín erigido en Lomas de Zamora es hermoso y original. No ha merecido sino elogios. Hace honor al pueblo que lo costeó, al escultor que lo ideó y materializó en la piedra y en el bronce, y honra a la grande e insigne figura del prócer máximo de los argentinos. Tiene líneas soberbias de quietud y fortaleza en su basamento; de acción, vida y pujanza en el corcel; y de serenidad, inspiración superior y decisión en la augusta marcialidad del jinete”.Detalle de las botas y espuelas. En la foto se aprecia la perfección del modelado en la anatomía del caballo
El Libertador fue representado en un ademán que es del todo original, y se destaca por su reposado dinamismo y su naturalidad. Se muestra en el momento del triunfo, pero no exento de aquella cordialidad que le atribuyen sus contemporáneos y sus biógrafos. Mira al sur, con la mirada puesta en un punto imaginario en el nivel peatonal, por debajo de su cabalgadura, como si saludara al espectador con el sombrero, que sostiene con elegante gesto en la mano derecha.
Los detalles del uniforme y de su paño, de las botas y espuelas, de las condecoraciones y entorchados, del rostro, el cabello y las pobladas patillas, así como la montura y el trabajo anatómico del caballo, exhiben una marcada perfección en el modelado, de inspiración clásica. Respecto del caballo, el autor se ha ajustado al rigor cronológico y su corcel se presenta acorde con las demandas portantes de la guerra de nuestra Independencia, que son las mismas de las campañas napoleónicas: un corcel ligero, de raza romano-árabe, con apoyo bipedal lateral abierto.La cabeza y el rostro de San Martín, detalles de su uniforme y el saludo con el sombrero
Ybarra García retrató a San Martín en la plenitud de su vida política y en la cúspide de su gesta emancipadora, probablemente durante sus triunfos en Chile (1817- 1818) o en el momento de su entrada victoriosa en Lima (1821). Y casi podemos imaginar, al pie del conjunto, a los chilenos y a los peruanos, hombres y mujeres, que lo aclamaron en las plazas de Santiago o de Lima.
En cuanto al pedestal, resuelve su volumen (base y fuste) en forma escalonada, con clivajes de escasa inclinación. Ha sido revestido en travertino de San Luis y opera como concesión al lenguaje de la vanguardia racionalista, en logrado contraste con el ostensible clasicismo de la escultura. Prolijamente cincelada sobre la placa de piedra del basamento luce la firma del escultor.Vista posterior del monumento. El pedestal de Travertino con sus líneas de vanguardia dialoga con la arquitectura modernista del Palacio Municipal, el cual, hasta hace unos años, lucía en su fachada la monocromía original que le valió el mote epocal de «Palacio Blanco». Hoy ya no es así
¿Cómo ponderó Ybarra García su creación? Hay versiones de familia que sostienen que el monumento de Lomas era su obra predilecta. Sin duda que esta escultura, junto con El Abuelo inmortal y el Collar de la Orden del Libertador, fueron las tres manifestaciones más cabales de su reconocida admiración por San Martín. Es sugestivo que, treinta años después de la inauguración, en 1966, al momento de enviar una misiva a dos sobrinos que residían en los Estados Unidos, eligió la postal del monumento lomense: “Les envío esta foto para que recuerden al tío escultor. La estatua ecuestre tiene 4,40 de alto por 4,40 de largo…”Lomas de Zamora- Monumento al Libertador- Postal enviada a sus sobrinos por el eximio escultor Ybarra García en 1966 (cortesía familia Ybarra García)
El monumento fue declarado en la categoría de Bien de Interés Artístico Nacional por decreto del PEN nº 1020, en agosto de 2004, por impulso del historiador lomense Alberto de Paula, que presidía la Comisión Nacional de Monumentos, y a quien tuve el privilegio de acompañar en el trámite.
[(*) La historia de este monumento excepcional forma parte de un trabajo que publicaré el año próximo titulado: “El Patrimonio monumental, escultórico y conmemorativo de Lomas de Zamora”]