Era miércoles y Sofía (31) había tenido un buen día. Una reunión productiva por la mañana y su rutina de entrenamiento a la tarde. Volvía con los auriculares puestos a su casa cuando sintió un dolor en el pecho que empezó a subirle hacia la garganta. Sin entender bien por qué, lloró. No había nada grave fallando en su cuerpo, no era un infarto. En realidad, estaba angustiada, triste. Pero, ¿qué era lo que le hacía tan mal?.
Al día siguiente, en terapia, pudo volver atrás en la escena y reconocer lo que le estaba pasando. A su relato sumó el detalle de la canción que sonaba en ese momento, que quedó pegada a un recuerdo de su adolescencia y a esa amiga con la que ya casi no se veía. Estaba empezando un duelo que venía negando o al menos minimizando hacía un tiempo, un duelo por la pérdida de ese vínculo.
Pérdida, no muerte. No había sido una pelea, no se habían dicho cosas feas, solo que ya no era como antes y estaban distanciadas de una forma que Sofía sentía irreversible. Ninguno de esos elementos -le dijo después su psicóloga- hacían que esa “ruptura” fuera menos que otra. Ahí estaba y dolía.
Sofía dice que la canción es “11 y 6”, de Fito, y que la transporta a la noche en la que cumplió 16 años. Cuenta que su amiga, a la que prefiere no ponerle nombre, estuvo ahí. No solo fue un gran sostén ese día y durante esa etapa. Sofía va más allá y asegura que esa amiga “representa” su adolescencia. “Con ella, se va parte de lo que vivimos”, comparte.
Distanciarse, separarse, cortar un vínculo de amistad -siempre que esa amistad sea fuerte- implica un duelo. Ese duelo, según confirman los especialistas consultados, no está tan reconocido, aceptado ni charlado como el de una pareja, pero también existe y debe atravesarse.
“Dicen que los amigos son la familia que elegimos y a veces es así: distanciarse de algunos amigos puede ser equivalente a alejarse de un hermano”, sostiene Claudia Borensztejn, médica psicoanalista y representante latinoamericana de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA).
Según la especialista, “todos los duelos tienden a negarse». «Pero en casos como el de un amigo y más si no existe una pelea, es muy probable que se transite en forma inconsciente”, afirma. Y sigue: “Para algunas personas, perder a un amigo o amiga es como perder una parte de uno”.
“Cada decisión que tomamos nos abre y cierra puertas y, en algunas ocasiones, nos aleja de personas y nos acerca a otras. A veces las relaciones se cortan o pierden la intensidad e importancia que tenían por mudanzas de país o porque las partes se encuentran en etapas diferentes (una tiene hijos y la otra no, por ejemplo). También se puede dar por peleas, aunque es ´normal´ que los amigos discutan y que se arreglen”, resume.
Y aporta: “El duelo de un amigo no está reconocido al nivel del de una pareja, no se le da el peso que puede tener en la práctica”.
Efecto pandemia
Borensztejn destaca que la pandemia impactó también en los vínculos. “Creo que la famosa esencia de la amistad, esta idea de ´estar en las malas´, se cumplió en épocas de Covid. De la manera que se pudo, con la ayuda de la virtualidad o con excusas para reunirse, las relaciones significativas se mantuvieron e incluso se reforzaron con gestos en los momentos más difíciles”, remarca.
Se refiere a detalles como hacer las compras en el supermercado para un amigo en plena cuarentena o acercar un termómetro cuando el otro estaba aislado.
Sin embargo, aclara que esto no aplica a todos los casos: “Algunos vínculos menos relevantes quedaron en pausa”.
“La pandemia fue como mudarse a un departamento más chiquito. Al menos por un tiempo, tuvimos que aferrarnos a lo que considerábamos más importante. En general, los verdaderos amigos se quedaron”, opina Borensztejn.Amigos en pandemia. El Zoom fue una forma de mantener los vínculos.
“Las diferencias ideológicas también generaron distancia aunque eso no es nuevo, siempre pasó”, agrega.
Para Alejandro Schujman, psicólogo especialista en vínculos, la pandemia “amplificó las relaciones de amistad”. “Fue una época en la que tuvimos tiempo para reconectar y recuperar vínculos”, sostiene y resalta que, además, “en momentos complicados, como los que vivimos por el coronavirus, todos intentamos acercarnos”.
“Si bien durante semanas y hasta meses casi no se pudo salir de las casas, la gente se la ingenió para mantenerse en contacto e incluso reforzar algunas relaciones apoyándose en la virtualidad”, suma Schujman.
Consultado por las diferencias políticas durante esta etapa, sostiene: “No creo que los cuestiones ideológicas hayan separado más amigos en pandemia. Todos tenemos amigos con los que no coincidimos y, en general, solemos evitar esos temas”.
Terapia de amigos
Sobre la explicación por la que el duelo de amigos no tiene el mismo reconocimiento que el de una pareja señala que, en cierta medida, seguramente tenga que ver con que uno suele tener una sola pareja (cuando hay un contrato de exclusividad) y muchos amigos. A pesar de esto, Schujman afirma que distanciarse de un amigo puede doler y pesar tanto como la separación de una pareja.
“En mis años de experiencia, vinieron muchas parejas a atenderse juntas pero nunca tuve una terapia vincular de amigos«, comparte.
Y suma: «Hay muchísima literatura sobre amor de pareja y muy poca sobre los amigos cuando, en realidad, la amistad es tan necesaria, imprescindible y valiosa como la pareja”.La terapia de parejas existe, pero no hay casos de terapia de amigos
En esta misma línea, se expresa Martín Wainstein, sociólogo, psicólogo y director de la carrera de Psicología Clínica de la UBA. “Hegel decía que amar es crecer en el otro. Cualquier separación produce un desgarramiento”, señala Wainstein. Y advierte que “siempre algo nos pasa cuando perdemos una relación significativa, siempre queda un hueco, más allá de lo que la persona declare”.
Como ocurre con las parejas, ese corte puede ser compartido o darse como consecuencia de una decisión unilateral. Superarlo rápido o más lento va a depender de la personalidad de cada uno. “Hay personas que lloran pérdidas durante toda la vida y otras que siguen adelante con mayor facilidad”, expresa Wainstein.
Gastón (30) se alejó de un amigo importante, de esos de “toda la vida”. Charla con Clarín sin muchas certezas de qué fue lo que pasó. “Las últimas veces le escribía solo yo para vernos, lo invité a lugares, le dije de pasar por su casa a visitarlo pero no hubo caso. Del otro lado recibí varios no”, cuenta.
“Hoy no puedo”, “Después arreglamos”, “Lo vemos más sobre la fecha”, “Al final se me complica”. Fueron varias situaciones que lo llevaron a Gastón a dejar de insistir.
Dice que no discutieron, no hubo una diferencia irreconciliable entre ellos o al menos él no la detectó y que nunca se sentaron a hablar sobre lo que había pasado. “Si me lo encuentro en la calle pienso darle un abrazo”, asegura.
Él lo quiere y mucho, pero sabe que algo cambió, algo se rompió, algo ya no es como antes. “Es un tema que me tiene mal, no sé si puedo hablar de duelo, pero lo extraño y espero que en algún momento podamos reencontrarnos”, cierra.