Casi un tercio de las personas que tienen entre 25 y 34 años en Argentina no completó la secundaria. La cifra —similar a la que reflejan en la región países como Colombia o Brasil— se desprende de la última edición del informe «Un vistazo a la Educación», publicado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
El documento busca generar y visibilizar indicadores comparables internacionalmente. Uno de sus objetivos es evaluar el impacto de la pandemia (y su gestión) sobre la realidad educativa de distintos países, en el marco del retorno gradual a la «normalidad».
La relación entre los retrocesos comprobados en el área educativa y los obstáculos que enfrentan los jóvenes en el mercado laboral conforma uno de los ejes destacados. «Un nivel educativo más alto a menudo se asocia con mejores perspectivas de empleo y Argentina no es una excepción», indican los autores.
De hecho, se comprueba que los más afectados por la desocupación a lo largo de 2020 y 2021 han sido aquellos sin un diploma secundario, particularmente las mujeres.
Tomando en su conjunto a los 34 países miembros de la OCDE —dentro de la cual Argentina tiene el estatus de país observador—, solo el 14% de los adultos de entre 25 y 34 años abandonó la escuela sin completar una educación media con una duración similar a la prevista por el esquema argentino.
En otras palabras, nuestro país –con el 27% en ese indicador– duplica el promedio en términos de deserción. En los extremos están, por la positiva, Corea del Sur (donde únicamente el 2% de los jóvenes no cuenta con un título de estas características); y, por la negativa, Costa Rica y México (con un 45% y 46% respectivamente).
Estos no son los únicos números relevados. Según la Dirección de Educación y Habilidades de la Organización, cerca del 47% de los jóvenes de 18 a 24 años en Argentina siguen estudiando o capacitándose. Nuevamente, por debajo del promedio de la OCDE, que se ubica en un 54%.
Un 12% de los jóvenes trabaja al tiempo que estudia una carrera terciaria o universitaria. Y el 29% no estudia, pero sí tiene empleo.
Por último, el análisis recopila datos de los llamados «NEET». En castellano, aquellos que no estudian ni trabajan. En Argentina, el porcentaje de los «ni ni» que intentaron pero no lograron encontrar empleo es de un 8,8% para esta franja etaria. Si se suma a los «inactivos» (definidos como aquellos que no están buscando trabajo activamente), el número escala a un 24,1%.
La palabra de los especialistas
Los expertos suelen señalar que si bien Argentina aún mantiene un considerable acceso al sistema educativo (sobre todo, desde una mirada regional), hay que poner la lupa sobre la terminalidad y la calidad de los saberes. Especialmente, de cara a la educación terciaria o universitaria, y a los requerimientos del mercado de trabajo.
«La escolarización en el nivel secundario ha mejorado en las últimas décadas. Sin embargo, no todos logran una trayectoria fluida. De cada cien chicos y chicas que comienzan primer grado, el 53% llega al último año de la secundaria en el tiempo teórico esperado», detalla Víctor Volman, director del Observatorio de Datos de la organización Argentinos por la Educación.
«Del resto, alrededor de la mitad llega más tarde y la otra mitad abandona», agrega, en coincidencia con lo relevado por la OCDE. También coincide en la hipótesis del informe: «Cuando vemos la inserción laboral y los ingresos de quienes cuentan con título secundario versus quienes no lo han completado, notamos que el mercado laboral valora a los primeros tanto en el tipo de empleo como en la remuneración, además de tener mayor habilitación el acceso a estudios superiores».
Claudia Romero, doctora en Educación, reflexiona en la misma línea: «La graduación en el nivel secundario es efectivamente un requisito mínimo para el acceso al mercado laboral. Por eso, la situación de Argentina es realmente alarmante«.
«De los alumnos que logran obtener un título, menos del 20% alcanza niveles satisfactorios en Lengua y Matemática. Esto significa que, aunque entren al mercado laboral, difícilmente puedan sostenerse», amplía.
La profesora de la Universidad Torcuato Di Tella marca la mayor vulnerabilidad de los jóvenes y adolescentes en situaciones de crisis, como la que se desató a partir del coronavirus. «En un mundo global, que basa su economía en el conocimiento, una educación deficiente reduce la capacidad de crecer internamente y de insertarse y competir en el mercado internacional», añade, desde un análisis macro.
La investigadora subraya que la problemática tiene una doble faz: por un lado, los que abandonan la escuela; por otro, los que incluso con el título no alcanzan habilidades básicas.
Su conclusión es que la cantidad y calidad de los aprendizajes y competencias que requiere el trabajo —dos elementos indisociables— deberían ser prioridades en el mundo educativo. «No solo porque es un derecho de los individuos, sino porque repercute directamente en la capacidad productiva y de desarrollo del país«.