El mito -que es cada vez menos mito- y sostenía que una flota de submarinos alemanes había zarpado desde aguas próximas a Noruega, luego de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, con rumbo hacia hacia Sudamérica. Más precisamente, a las costas argentinas. Pero ese mito, como un caballo de Troya, escondía otro: que en esos U-Boot (Unterseeboot) de la Kriesgmarine, Adolf Hitler había escapado hacia nuestro país. Esto último, aunque los amantes las conspiraciones lo admitan, es descabellado. Sobran pruebas de la identificación de los restos calcinados del Führer y su esposa Eva Braun, enterrados en los jardines del búnker de la Cancillería en Berlín y hallados por los soviéticos. La mentira de la huida de Hitler fue instalada por Josef Stalin, pero no se sostuvo demasiado tiempo. Lo que sí es cierto es la presencia de submarinos nazis en nuestras costas, algo cada vez más evidente.
La última aparición en comprobarse fue frente a las costas de Quequén, en Necochea. Lo confirmó la agrupación Eslabón Perdido, que dirige el el investigador argentino Abel Basti, a través del doctor Fabio Bisciotti, especialista de La Liga Naval Italiana en la identificación de sumergibles de la Segunda Guerra Mundial, que peritó las pruebas recogidas y dictaminó que los restos hallados corresponden a un submarino alemán que fue “deliberadamente explotado”.
Las pruebas fueron tomadas por la Prefectura Naval Argentina, que utilizó un ROV (Remote Object Vehicle) y una docena de buzos de la fuerza, que alcanzaron a la nave, un U-Boot, ubicada a una profundidad de entre 25 y 30 metros y una zona de 80 metros de largo por 10 de ancho. Lo que aún no se pudo observar es la “matrícula” del submarino, su número. Pero se localizó el periscopio, y una torreta que, dijo Bisciotti, “muestra, en la parte superior, el final de la plataforma donde se situaban los vigías y el alojamiento antiaéreo”.Los restos del submarino hallado frente a la costa de Quequén, Necochea
Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer en la identificación de submarinos nazis en aguas argentinas. Para Basti, más al sur existe evidencia de la presencia de dos sumergibles nazis hundidos frente a las costas de Río Negro, en Caleta de los Loros, a 41°3′ de Latitud Sur y a los 64° 3′ de longitud Oeste.
Basti dice que el hallazgo es real: “Yo comprobé que hay por lo menos dos, y posiblemente haya más. Pero a diferencia del de Quequén, si baja un buzo no los verá, porque están completamente cubiertos con arena. Va a ver dos médanos, digamos. En su momento hice la presentación, con las coordenadas, a la Prefectura Naval Argentina”.
Esa aparición tiene origen en un relato de una pobladora de Bahía Creek, una playa vecina a Caleta de los Loros. A mediados de 1945, Gisella Bochi de Paesani dijo que vio, desde la cocina de su casa, ubicada sobre un acantilado, un submarino emergiendo del agua.
Más adelante en el tiempo, un señor de apellido Vidal Pereyra que estaba de pesca por la zona junto a unos amigos, descubrió una día que la marea había descendido más que lo habitual, los restos de un puente, las escotillas y la baranda del submarino.Caleta de los Loros, en Río Negro
Pero fue Eduardo Frías, un vecino de Viedma, veterinario y fotógrafo aficionado, quien tomó las únicas imágenes que existen. Ya falleció, pero su hijo Guillermo recuerda que “nosotros siempre íbamos a veranear a Pozo Salado, que es otro sector de la misma playa de Caleta de los Loros. El relato de los submarinos existió desde hace décadas. Mi viejo, en realidad, fue a hacerle fotos, allá por 1994 o 1996, a los flamencos. Hay un pastizal grande sobre el mar, donde van a comer. Su idea era tomarlo desde el aire. Contrató una avioneta (un Piper P11 piloteado por Mario Chironi) y salieron. En uno de los giros se abren hacia el mar y divisan algo que les parecieron dos ballenas. Gatilló unas cuatro fotos, las reveló en Viedma y se empezó a correr la bola que había fotografiado dos submarinos. Salió en el diario Río Negro y al poco tiempo vinieron dos personas a verlo”.
Una de ellas era de la Armada Argentina. “Le solicitaron los negativos para peritarlos, con la promesa de devolverlos. Lo hicieron y dijeron que había un alto porcentaje de posibilidades que fueran submarinos, pero no le devolvieron nada…”. El otro era un hombre con acento alemán del que Frías, que tenía unos 14 años entonces, no recuerda el nombre. “Era un personaje calvo, de lentes redondos y un maletín particular, de cuento. Decía que venía haciendo la ruta de Hitler. Y entre las cosas que le mostró a mi papá como evidencia había una foto donde el supuesto Hitler estaba parado junto a un grupo de mapuches en una quinta de Viedma. Con él volvió a hacer el mismo vuelo, pero nunca más hallaron nada…”
Después, cuenta, hubo una campaña de la Armada. “Estuvieron unos 15 días acampando en Pozo Salado. En ese momento había un solo vecino. Según tengo entendido, a él le dijeron que habían hallado los submarinos, pero que no lo iban a declarar porque Alemania todavía podía reclamar la potestad sobre ellos”.
Esa campaña que menciona Frías sucedió durante el gobierno de Carlos Menem, comenzó el 19 de agosto de 1997 y se llamó “Operación Calypso”. A bordo del aviso ARA Gurruchaga se rastreó la zona junto a aviones antisubmarinos S2 Tracker de la Armada. Nunca se conoció la totalidad de esa investigación, pero en 2010, la entonces ministra de Defensa Nilda Garré ordenó desclasificar parte de los documentos. Lo que se supo es que los submarinos serían en realidad, restingas, formaciones rocosas del fondo marino. Pero aún quedan documentos por revelar.Una botella alemana que halló Tony Brochado en la zona de Caleta de los Loros
Según cuenta Basti, intentó acceder a la documentación relevada por la misión, pero se la negaron. “Los submarinos que llegaron fueron varios, aunque no se puede precisar su número exacto. Surge de documentos de la Armada Argentina que muestra avistajes y operativos en el litoral marítimo. Por otro lado, hay documentos soviéticos que muestran que habría varios. Todos repitieron el procedimiento de ser hundidos después de ser abandonados para no dejar rastros. Cuando la Armada desclasificó parte de la documentación fui a Buenos Aires y pregunté dónde estaba el resto. me explicaron que estaba en el Ministerio de Defensa. Hice notas administrativas pidiendo ver esa documentación y me la negaron. Sacaron una resolución catalogándolo de ‘secreto militar’. Traté de acceder por la vía judicial, y me lo negaron en dos instancias”.
Un arma letal
Los submarinos fueron la principal amenaza naval de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Y eso fue posible por un tremendo error británico poco antes del inicio del conflicto.
El Tratado de Versalles, la expresión de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, le otorgaba a los vencidos la posibilidad de tener una pequeña armada, que no se constituyera en una amenaza para los países triunfantes. En especial, Inglaterra. Pero ordenaba que no construyeran ningún submarino. Los estragos causados por los sumergibles germanos había sido mucho: habían hundido 5.554 barcos enemigos de 1914 a 1918, según cuenta Helmut J. Kraft en su libro Submarinos Alemanes en Argentina. En 1935, los británicos cometen el grave error y le permiten a Hitler construir el 45% de los submarinos que poseían ellos. Con una diferencia: los alemanes serían todos modernos. En 1939 finaliza el tratado y los nazis se ponen a fabricar, en la ciudad de Kiel, los letales U-Boots, flota que estaría a cargo de Karl Dönitz.
Cuando comenzó la guerra, Gran Bretaña poseía 135 submarinos contra 57 de Alemania. Pero Dönitz, consigue llegar con uno de los suyos al puerto de Scapa Flow, torpedea al acorazo Royal Oak y regresa a salvo. Eso hizo posible que la construcción aumentara.
En 1940, los U-Boot alemanes hunden 471 barcos británicos. En 1941, 432. 1942 es el peor año para la flota aliada: pierden 1160 buques. Al año siguiente, la cifra desciende a 435 unidades fuera de combate. Con la ofensiva aliada en 1944, el curso del conflicto se volvió contra los nazis: sólo hunden 117 navíos, pero pierden 239 submarinos. Los bombardeos continuos a los astilleros alemanes terminar por minar el poderío naval. En 1945, más que atacar, las misiones eran para rescatar a los alemanes dispersos en distintos frentes y llevarlos a combatir para defender Berlín. Cuando Alemania se rindió, aún quedaban 49 U-Boots en alta mar. El saldo final fue 148 naves de guerra aliadas hundidas y 45 averiadas. Y 2.779 buques mercantes enviados a pique. De los 1171 submarinos alemanes que pelearon, 650 fueron destruidos en combate y 100 por accidentes, minas o bombardeos en los propios puertos alemanes. Según escribió Winston Churchill en su libro La Segunda Guerra Mundial, “El ataque de los submarinos fue nuestra mayor desgracia. Hubiera sido inteligente si los alemanes hubiesen apostado todo a esa carta”. El general norteamericano Douglas MacArthur fue aún más elogioso: “Nunca hubo un arma submarina mejor que la alemana”.
Pero, curiosamente, los dos últimos submarinos nazis en enarbolar la bandera blanca y rendirse lo hicieron en el puerto de Mar del Plata. Fueron el U-530 y el U-977.
El primero de ellos llegó a las costas bonaerenses el 10 de junio de 1945. Un repaso de sus últimos momentos indica que partió del puerto de Kiel el 19 de febrero de ese año y su destino, luego de hacer ejercicios en Noruega, fue la costa norteamericana, frente a Nueva York. Allí compartió la misión con otros 18 submarinos. El 12 de mayo se alejó, volvió a comunicarse con su base y fue allí cuando se enteró que la guerra había concluido y debían entregarse. El capitán, Otto Wermuth, deja que la tripulación escoja dónde quieren hacerlo. Las opciones eran España o Argentina. Y pusieron proa al Atlántico Sur, ya que para el largo viaje tenían, según refiere Kraft en su libro, “suficientes cigarrillos y alcohol”.
A las siete de la mañana del día que divisaron la costa, el submarino emergió y transmitió un mensaje en código morse. El acorazado “Belgrano” lo respondió y allí los alemanes ofrecieron su rendición. Habrá que recordar que Argentina le había declarado la guerra a Alemania ese mismo año.Submarino U-530 en el puerto marplatense
El capitán Wermuth se rindió oficialmente al capitán de fragata Julio C. Mallea junto a sus54 tripulantes. En una declaración, Mallea deslizó además que “no se cree que entre los tripulantes jóvenes se puedan haber infiltrado civiles ajenos a la dotación del submarino”. El sumergible, tiempo después, fue entregado a la marina de los Estados Unidos y hundido por éstos el 28 de noviembre de 1947 frente a Cape Cod.
El segundo submarino en arribar a Mar del Plata, el U-977, lo hizo el 17 de agosto de 1945. Al mando del capitán Heinz Schaffer, de 24 años. Su última misión había sido frente al puerto inglés de Southampton. Pero una rotura del periscopio le impidió entrar en combate. El 8 de mayo recibió la comunicación de la rendición alemana. Al día siguiente recibieron la orden de los aliados de emerger y entregarse. Pero el capitán hizo lo contrario: se sumergió aún más. Como en el caso del U-530, la tripulación votó por su destino. En su bitácora, el comandante escribió: “de los 48 integrantes de la tripulación, 30 votaron por el viaje a Sudamérica, 2 por España y los 16 restantes expresaron el deseo de volver con sus familias”.
Para cumplir con quienes querían regresar a Alemania, se dirigió a Noruega. En la madrugada del 10 de mayo los dejaron cerca de la costa y se marcharon. Hicieron 66 días sumergidos para evitar a los aviones y buques aliados. En ese momento fue un récord. Schäffer escribió: “Siete largas semanas. Sin cambio. Siempre las mismas caras. Los nervios tensos. Desechos y suciedad por todos los lados. Solamente existía la posibilidad de expulsar los desechos por la tubería del torpedo. Había que sacar una bomba de la tubería y ponerla dentro del submarino, para expulsar la basura por esa vía con aire comprimido”.Submarino U-977 amarrado en Mar del Plata
Emergieron frente al puerto de Mar del Plata de madrugada, rodeados por barcos pesqueros. Enseguida, el barreminas “Comodoro Py” y dos submarinos comandados por el teniente de fragata Rodolfo Saénz Valiente los escoltaron dentro del puerto.
El 18 de agosto a las 20.15 se firmó la rendición. Al mando del submarino se designó al teniente de navío Daniel Victoria. Más adelante en el tiempo, el U-977 tuvo el mismo destino que su predecesor: fue enviado a los Estados Unidos y torpedeado el 13 de noviembre de 1946 por el submarino Atule frente a Cape Cod.
En este caso no hubo tanta amabilidad con los prisioneros. La tripulación fue enviada a Buenos Aires en dos micros de la empresa Cóndor y luego confinada en la isla Martín García. El capitán Schaffer –que terminó sus días viviendo en Argentina- fue interrogado por el capitán de fragata Mallea. Querían saber tres cosas: si el U-977 había hundido al barco brasileño Bahía, por qué habían llegado a la Argentina tres meses después del final de la guerra y si a bordo del submarino habían transportado a jerarcas nazis. Ninguna de las tres preguntas tuvo una respuesta contundente.
El propio Schaffer lo escribió en sus memorias: “Siempre era la misma pregunta hasta el cansancio: ¿dónde ocultó a Hitler? dónde desembarcó el Führer?”. Lo que el capitán no sabía, no podía saber, es que muchos, a 77 años del final de la Segunda Guerra Mundial, aún se hacen la misma pregunta que le hicieron a él.