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El presidente de industriales de San Pablo propone reformas y una nueva alianza con Argentina

Previsibilidad, estabilidad y reformas. Para el empresario textil Rafael Cervone, al frente del poderoso Centro de Industrias del Estado de San Pablo (CIESP) –brazo de la FIESP, la federación homónima que nuclea a 8 mil socios de más de cien sectores y que ha sido una de las voces económicas más poderosas de Latinoamérica-, la ausencia de un proyecto a largo plazo en Brasil no deviene tanto de las fracturas políticas como de las legislaciones que no acompañan. Es lo que pusieron sobre la mesa de los dos candidatos a Presidente en estas elecciones, Jair Bolsonaro y el ganador Luiz Inácio Lula da Silva, cuando se reunieron con ambos.

«Por supuesto que esta polarización que vivimos demanda que en su primer discurso el Presidente electo se posicione como el Presidente de todos los brasileños y no solo del 50 por ciento y que la gente contribuya a la tranquilidad. No caben dudas que los intereses del país deben ir por encima de los intereses de las personas», señala. El diálogo en San Pablo gira en torno al presente socio-económico del país, los obstáculos en su proyección global y la posibilidad de una alianza con la Argentina para internacionalizar la industria en un mundo pospandemia que abre nuevas oportunidades y desafíos.

¿Qué estuvo en juego en esta elección para el desarrollo económico del país?

Lo primero que necesitamos es una estabilidad económica que vaya de la mano de estabilidad política y que genere tranquilidad, para volver a crecer. Esperamos que el próximo Presidente asuma los primeros meses con la fuerza de un mandatario electo y entienda que lo que precisa Brasil es un proyecto de Estado, un proyecto de país y que vaya más allá de sus cuatro años de gestión. Necesitamos un plan de largo plazo que tenga una planificación y seguridad jurídica para las inversiones. Brasil ya vive una inseguridad jurídica muy fuerte y donde debemos hacer foco es en la estabilidad que la Justicia laboral y tributaria hoy no garantizan.

¿Qué tanta previsibilidad puede haber en Brasil con un escenario tan polarizado donde toda negociación se vuelve compleja?

Esta falta de previsibilidad que hoy vive Brasil está más vinculada a la legislación que a la situación política. Las personas de ambos lados de la polarización y en particular quienes están en el centro tienen que comprender que lo que Brasil precisa es un proyecto de nación, insisto con esa idea. Ningún ser humano vive decentemente de una forma polarizada. La división hoy está vigente en Brasil pero lo que hemos percibido también es que la gente está cansada ya eso. La nación es más importante que cualquier pequeñez de la grieta, va en contra de los intereses del país que tiene que focalizarse esencialmente en el bienestar social

El monumental edificio de la FIESP, sede de la CIESP, con su forma en pirámide en plena avenida Paulista

Menciona que la inestabilidad está marcada hoy por las leyes, ¿qué aspectos no pudo reformar el gobierno de Bolsonaro y deberían retomarse a su entender?

Este gobierno y mismo el de (Michel) Temer han hecho algunas reformas en la legislación laboral que avanzó bastante, en varias cuestiones, pero el mundo pasó por dos años y medio de Covid y en ese contexto, por ejemplo, las tecnologías y el comportamiento del consumo se alteró de manera exponencial, provocando nuevas necesidades. Por ejemplo, hoy San Pablo genera unos 400 mil puestos de profesionales de IT porque el Covid multiplicó los trabajos de home office. Son profesionales que actualmente prefieren trabajar en dólares para las empresas extranjeras a quienes el cambio les proporciona recursos humanos relativamente baratos a un sueldo de 4 mil dólares. Y se los contrata desde Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y en el último tiempo también desde los países árabes. Se les paga con criptomonedas. Y además ellos ya no quieren trabajar de forma híbrida, sino solamente de manera remota. Y solo quieren hacerlo unas 20 horas a la semana en lugar de las 40 habituales. A lo que apunto es que la pandemia transformó de una manera acelerada el perfil de la profesión y la legislación debe adecuarse. Lo mismo ocurre con la educación: hoy, los profesores nos tenemos que adaptar a las nuevas formas de acceder a la información. Con un celular en la mano, los alumnos ya no necesitan del profesor para acceder a las fuentes pero sí que actúe como un tutor, que lo guíe para alcanzar las fuentes más fiables.

Necesitamos un plan de largo plazo que tenga una planificación y seguridad jurídica para las inversiones. Brasil ya vive una inseguridad jurídica muy fuerte y donde debemos hacer foco es en la estabilidad que la Justicia laboral y tributaria hoy no garantizan.

¿Cómo impactó la pandemia en la formación de las nuevas generaciones en Brasil?

De una educación del 100% en cuatro paredes estamos yendo a una educación con hologramas y realidad aumentada y en nuestras escuelas de San Pablo -las que forman parte del sistema que promueve la FIESP- ya estamos haciendo incluso entrenamientos en metaverso. Todo esto también se aceleró en la pandemia en apenas un año y medio y necesitamos seguir modernizando nuestra legislación para que acompañe. Lo que hemos visto durante estos años en las escuelas, en cambio, ha sido otro gran retroceso en los resultados de los exámenes que miden el rendimiento de los alumnos acorde al conocimiento correspondiente a cada nivel. El retroceso fue de ocho años. Los resultados de los exámenes postCovid son equivalentes a los que veíamos hace una década. Si no llevamos adelante un proceso de reformas rápido corremos el riesgo de perder a toda una generación y eso es muy grave.

¿Tuvieron oportunidad de dialogar todas estas cuestiones de reformas necesarias con los dos candidatos?

Sí, lo hablamos con los dos candidatos de manera personal y también con sus equipos con quienes hay un trabajo que sigue adelante desde hace meses. Debatimos aquellos puntos que consideramos los más importantes en sus propuestas de gobierno y no solo en lo que refiere a la industria sino también todo lo vinculado a lo que es clave para el desarrollo económico futuro de Brasil como la descarbonización, la explotación de metales raros, etc. Les entregamos un documento de más de 60 propuestas para los candidatos a la gobernación del Estado de San Pablo y para la Presidencia. Y esperamos que el 1 de noviembre podamos ya empezar a trabajar con los equipos de transición para la elaboración de políticas de gobierno.

El ex presidente de la FIESP, Paulo Skaf, se pronunció a favor de Jair Bolsonaro. Como autoridades de la FIESP y la CIESP, ¿ustedes respaldaron a Lula?

No, porque nuestro estatuto prohíbe la partidización. En la CIESP somos 8 mil asociados que pueden ser naturalmente de A, B, C o D pero como entidad nucleamos a más de 120 organizaciones de 120 sectores diferentes, no nos cabe respaldar a un candidato. Lo que hacemos es apoyar o criticar constructivamente las propuestas y proyectos, siempre buscando el crecimiento no solo de la industria sino de Brasil.

¿Creen que en esta campaña se discutieron propuestas como las que ustedes están pensando que son imprescindibles?

En esta campaña se habló de algunas propuestas, pero mucho más se utilizó el tiempo en críticas cruzadas. En los debates, fue casi un 95% del tiempo en ataques y un 5% en propuestas. Y eso es un problema, el bajo nivel técnico en los debates. Llegamos a esta instancia sin tener muchas propuestas claras, sobre todo en lo económico. Brasil tiene una gran deuda con su población y las oportunidades para su gente. Hay que entender que el país es mayor que los intereses personales.

Les entregamos un documento de más de 60 propuestas para los candidatos a la gobernación del Estado de San Pablo y para la Presidencia. Y esperamos que el 1 de noviembre podamos ya empezar a trabajar con los equipos de transición para la elaboración de políticas de gobierno

¿De qué manera impacta eso sobre las expectativas de las nuevas generaciones que serán la fuerza productiva de mañana?

Estamos frente a una nueva generación de jóvenes con mucha menos paciencia que la que teníamos nosotros. No queremos que Brasil sea considerado el país del futuro. Es el discurso que vivo desde hace 54 años cuando nací: «Brasil es el gigante adormecido». Basta de eso: necesitamos que Brasil sea el país del presente y empezar a construir futuro desde ahora. Y lo que no vemos es que hoy haya una voluntad política en esa dirección, sea del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Estamos viviendo un momento en el que los tres poderes se pelean y eso no puede seguir así. Cada uno debe estar concentrado en su función y focalizado en que Brasil crezca.

Tradicionalmente el sector industrial paulista tuvo peso en la discusión pública, ¿hacia dónde debe apuntar un nuevo gobierno la promoción industrial?

El Covid ha demostrado la importancia estratégica de la industria porque los países más desarrollados han atravesado esta situación de una manera más fácil. Y eso revelo también la importancia de no concentrar tanto las compras, especialmente en China. Se precisa una desconcentración fuerte de estas compras lo que abrirá nuevas cabezas comerciales en el mundo y Brasil puede posicionarse por su papel relevante. Lo mismo en lo que refiere a la descarbonización y la necesidad de una matriz más sustentable: Brasil puede trabajar en forma asociada a la Argentina, Paraguay, Colombia, Uruguay, México y la India para producir una nueva fuente energética a partir del etanol y el hidrógeno. Y proponer así una nueva solución al mundo para la industria automotriz. La mejor solución no es el carro eléctrico, como lo que vemos en Europa. Con eso en agenda, estamos hablando con todas las industrias del sector para trabajar en un modelo de movilidad sustentable.

¿Pueden Brasil y la Argentina trazar algún tipo de alianza productiva como polo en este mundo que describe?

Argentina y Brasil son los grandes líderes de América latina y precisan de un alineamiento estratégico para volver a crecer de manera sustentable. Hoy el vínculo se vio afectado por la sustitución de compras regionales a través de importaciones desde Asia como estrategia de ambos países para crecer y eso ha afectado nuestras industrias. Debemos trabajar en una estrategia de win-win con Argentina en ese sentido, somos complementarios en muchos aspectos, para ofrecer nuestros productos de manera estratégica y ganar así nuevos mercados. Si se considera a América latina y el Caribe como un todo, tienen un PBI mayor al de Estados Unidos, lo que representa un poder de compra importante y podemos trabajar de manera significativa para recomponer esas cadenas productivas. Al mismo tiempo, hay que mirar con atención la migración exponencial de nuestras industrias hacia la digitalización productiva: la industria 4.0 de la manufactura avanzada es la ruta para valorizar nuestra producción y volverlas más dinámicas que es lo que el mundo del mañana pide. Le pongo un ejemplo con la industria textil. Antes se mudaba de colección cada seis meses. Hoy ese plazo de acortó, puede ser casi cotidiano, por el acceso digital a colecciones en todo el mundo. Las compras digitales nos obligan a repensar nuestros modos de producción a partir de la elección del consumidor. Un ‘click’ dispara todo un mecanismo de producción y logística que le permita recibir el producto en dos horas a través de drones o un sistema neumático subterráneo como el que se utiliza en Singapur.

Hubo un debate en los últimos años respecto al arancel externo del Mercosur y la flexibilidad para negociar con terceros países, impulsada en parte por el gobierno actual de Brasil, ¿cuál es la opinión de la CIESP en ese sentido?

Nuestra opinión es bastante fáctica: no estamos en contra de la apertura del mercado, pero la forma cómo se propuso, bajando las alícuotas de importación sin antes resolver el enorme problema que Brasil tiene de competitividad, no tiene un buen efecto. La misma discusión sobre la necesidad de una política de Estado a nivel estadual y federal implica el debate respecto a una política industrial de largo plazo. Brasil no tiene hoy una política industrial. Y precisamos lo mismo: previsibilidad. En lugar de eso, «se hace política, se cancela política», una y otra vez. Es una política de ‘puxadinho’: no resolvemos los problemas, simplemente los empujamos para más tarde. «Ahora no es el momento adecuado, ahora no se tiene capacidad», etc. Necesitamos una política integral, isonómica y definitiva como país. Tenemos un estudio hecho con el Boston Consulting Group que muestra que las diferencias de competitividad entre producir productos en Brasil o en países comparables de la OCDE es de 1,5 trillón de reales. Esto se explica por múltiples ítems que lo hacen más costos, desde el entrenamiento de capital humano y la infraestructura hasta el nivel de ambiente jurídico y regulatorio eficiente, impuestos y demás. En cuanto resolvamos estas cuestiones, podemos abrir nuestras fronteras, pero no de forma unilateral porque es ridículo y no existe en ningún lado. 

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