La peste negra, causada por la bacteria Yersinia pestis, se extendió por Europa, Oriente Medio y el norte de África entre 1346 y 1350 y provocó la muerte de entre el 30% y el 50% de la población de la época. En los brotes de los 400 años siguientes, las tasas de mortalidad disminuyeron, lo que pudo deberse a una adaptación genética humana a la bacteria, tal y como apuntan los autores de un estudio publicado esta semana en Nature.
El trabajo, conducido por la Universidad de Chicago (EE. UU.), encontró pruebas de que uno de los períodos más oscuros de la historia ejerció una importante presión selectiva sobre la población y produjo cambios en el sistema inmunitario humano que persisten hoy en día.
Según comentó a SINC Luis Barreiro, profesor de Medicina Genética y coautor del estudio, “la peste negra fue el mayor evento de mortalidad de la historia; por eso, nos propusimos probar la hipótesis de que las personas que sobrevivieron a esta pandemia tenían variantes genéticas que aumentaban su protección el virus”.
Para explorar la evolución de la variación genética, los científicos examinaron muestras de ADN antiguo de los huesos de más de 200 individuos de Londres y Dinamarca que murieron antes, durante y después de que la peste acabara con el 50% de la población europea a finales de la década de 1340.
Mediante la secuenciación selectiva de un conjunto de 300 genes relacionados con la inmunidad, identificaron cuatro de ellos que, dependiendo de la variante, protegían o aumentaban la susceptibilidad de una personas pudiese contagiarse de la bacteria Yersinia pestis.
En concreto, el equipo descubrió que contar con dos copias de una variante específica del gen ERAP2 estaba fuertemente asociado con la supervivencia a la peste. Los que sobrevivieron a la pandemia transmitieron esa variante genética funcional, denominada rs2549794, a su descendencia.
“Cuando un macrófago se encuentra con una bacteria, la corta en trozos para presentarlos a otras células inmunitarias señalando que hay una infección. “Tener la versión funcional del gen, parece crear una ventaja, probablemente al mejorar la capacidad de nuestro sistema inmunitario para detectar al patógeno”, explicó Barreiro.
Según estimaciones hechas por la agencia científica, poseer dos copias de la variante rs2549794 habría hecho que una persona tuviera un 40% más de probabilidades de sobrevivir a la peste negra que los que tenían dos copias de la variante no funcional.
Sin embargo, esta ventaja que hizo que estas personas sobrevivieran a la pandemia, supone, a su vez, un costo. “Tener esa misma variante que encontramos como protectora contra la peste negra se asocia hoy con una mayor susceptibilidad a ciertas dolencias autoinmunes”, advierte el docente.
El investigador señala que en este trabajo se evaluó “de una forma muy directa el impacto que tuvo un único patógeno en la evolución humana. Durante mucho tiempo se especulo si la peste negra pudo haber sido una fuerte causa de selección, pero es difícil demostrarlo”. “Hasta donde yo sé -agrega-, esta es la primera demostración de que, efectivamente, la peste negra supuso una importante presión selectiva para la evolución del sistema inmunitario humano”.
Los autores planean ampliar el proyecto para examinar todo el genoma, no solo un conjunto seleccionado de genes relacionados con la inmunidad. Su próximo objetivo es analizar las variantes genéticas que afectan a la susceptibilidad a las bacterias en los seres humanos modernos, y compararlas con las del ADN antiguo para determinar si esas variantes fueron también el resultado de la selección natural.