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Incendios en la Patagonia: los vecinos volvieron a reconstruir sus casas

En marzo de 2021 más de 500 familias vieron sus casas reducidas a cenizas. Hubo bosques que dejaron de existir. Esta historia es también sobre la solidaridad y la ayuda comunitaria que dio todo por devolver el derecho a vivir: “Fue lo primero que tuve después de no tener nada”.

Esta es la historia de una vecina que vivió la ferocidad de los incendios y la injusticia social, al ver su hogar reducido a cenizas como otras más de 500 familias de la Comarca Andina, en uno de los incendios más graves de los últimos años en la región patagónica. Pero también es la historia de la resiliencia del ser humano, de una persona que cuando todo parecía cuesta arriba, logró sobreponerse a la peligrosa combinación de un fuego intencional descontrolado en un contexto de cambio climático donde las sequías producen más vegetación combustible.

Jessica arranca desde cero

Jessica tiene 42 años y es una vecina que lo perdió todo: “Vivo en Golondrinas, la zona más afectada en el incendio del 9 de marzo. Tengo 3 hijos de los cuales el mayor es discapacitado. Después del incendio me quedé sin trabajo, así que me la rebusco como puedo”.

Las Golondrinas es una localidad al sur de El Bolsón que bordea el Cerro Piltriquitrón, dentro de la Municipalidad de Lago Puelo y al norte de esta localidad, en la turísticamente anhelada Comarca Andina. El día 7 de marzo -2 días antes de que se desatara aquel infierno -, Jessi estaba en Rawson (capital de Chubut) donde viven sus parientes, lejos de Las Golondrinas.

Se había ido para celebrar en familia el cumpleaños de 15 de su hija que no había podido festejar en 2020 por las estrictas restricciones de la cuarentena: “el día 9 me llaman para avisarme que había un incendio en Golondrinas. Yo pensé que era un incendio controlable”. Pero lejos estaba la realidad de ser así de bondadosa con su hogar. Al rato, cerca de las 15 horas, una vecina vuelve a llamarla: “Jessy, ¡se quemó todo! ¡Tu casa, mi casa, todo el barrio!”. En ese momento, cuenta Jessica que solo pensaba en sus perros, sus gatos, los recuerdos y fotos, las cosas de sus hijos y el propio hogar donde cada día y noche compartían momentos: “todo por lo que uno trabajó, una vida, ¡perderlo todo y encima estar lejos!”.

Inmediatamente, el 10 de marzo volvió a Las Golondrinas mientras sus hijos se quedaron a 800 kilómetros de lo que hasta hace 2 días había sido su hogar: “Donde estaba mi casa no quedaba nada. Las chapas del techo tiradas en el piso, todo el suelo aun hirviendo, aunque llovía. Todo negro, olor a humo y partes que aún tenían fuego. No encontré a mis perros ni a mis gatos”. Y agregó: “sólo me arrodillé y lloré”.

En un panorama desolador, que nadie merece nunca jamás vivir, Jessi se preguntaba ¿qué iba a ser de sus hijos y de ella? En un contexto donde la fortuna parece cuanto menos lejana, al día siguiente consiguió un lugar donde poder dormir mientras veía como salir adelante. No tenía cama, ni sábanas, ni señal, ni nada más que un techo prestado: “Fueron 2 meses así… pero jamás me voy a olvidar de la gente”. Durante ese tiempo, su familia no sabía nada de Jessi, ni ella de ellos, pero la solidaridad y la fortaleza del ser humano en comunidad logró darle la energía para seguir: “Mis vecinos estaban todos iguales, nos abrazamos y nos conteníamos entre todos”.

A pesar de las restricciones pandémicas, los vecinos de la zona y de otras localidades se acercaban a ayudar, donar carpas para tener donde dormir, comida y agua: “Voluntarios que pasaron por todo para ayudar al que podían, a levantar una casita con lo que podían. Se formó una unión barrial que hasta el día de hoy mantenemos… gracias a Dios. Mucho agradecimiento al pueblo argentino que fueron los primeros en asistirnos sin juzgar”.Los vecinos de Lago Puelo trabajan en la reconstrucción de las casas tras los incendiosLos vecinos de Lago Puelo trabajan en la reconstrucción de las casas tras los incendios

Sin embargo, la ayuda estaba lejos de resolver el problema. La municipalidad tardó más de un mes en aparecer y dar un mano. Mientras, los vecinos vivían sin luz, techo ni comida. Nadie quería dejar su terreno “porque había vivos que querían tomarlos después del incendio”. Y como si fuera poco, a todo esto, se suma la promesa de construcción de viviendas por parte del municipio que terminó en un escándalo de corrupción aún no resuelto por la justicia: el gobierno nacional transfirió $400 millones de pesos a la Municipalidad de Lago Puelo para la reconstrucción de más de 500 viviendas. La municipalidad se acercó, prometió casas equipadas, pero solo se construyeron unas pocas, sin servicios ni ventanas, y descriptas como una “caja de zapatos con una vida útil de 2 años”. La investigación sobre dónde fueron a parar esos fondos sigue abierta.

Sin embargo, a pesar de la insoslayable injusticia acontecida, hubo personas que se movilizaron para devolverle la esperanza de vivir dignamente a estas familias: ‘los primeros días de abril vimos en un momento a 2 chicas con papeles en la mano. Pensamos que eran del municipio que mandaba chicas todo el tiempo a encuestarnos sin sentido porque nunca decían para qué’. Pero esta vez fue diferente: “Dijeron que eran de la fundación TECHO. Nos hicieron unas preguntas y se fueron”. Horas más tarde, alrededor de las 18hs, las dos chicas de TECHO vuelven a comunicarse con Jessi y dos vecinas más: “¡Nos habían elegido para hacernos una casita!”. Para quienes perdieron todo, esa casa era una esperanza de vida, de volver a nacer: “Se me pone la piel de gallina… nos largamos a llorar las 3!!! Fue re emocionante”. Aquel encuentro fue un jueves, y aseguraban que para el fin de semana ya estarían las casas.

No era solo recuperar un hogar, sino un espacio donde tener derecho a existir: “Ya iba a poder traer a mis hijos que estaban en Rawson, ya tenía un lugarcito para volver a reunir a mi familia…”. Y agregó: “Siempre, toda la vida le voy a agradecer a esos pibes que, en 2 días, con frío y lluvia, trabajaron incansablemente para que vuelva a ver a mis hijos”.

La historia no termina acá. Dentro de ese grupo de voluntarios que viajaron hasta Las Golondrinas para devolverle la esperanza a personas como Jessi, había uno que tenía una nueva propuesta: ‘La idea loca de un loco Sixto, que colaborando con TECHO dice un día… “¿Qué hace falta acá? Reforestar ¿Qué les parecería reforestar? Y ahí quedé, mirando el Piltriquitrón y pensando. Pasaron los meses, se comunicó con los vecinos y dijo que habia conseguido árboles para reforestar, y ¡no solo eso! Nos trajo 2 tanques australianos”.Los árboles vuelven a dar frutos en la Comarca Andina, tras el paso de las llamasLos árboles vuelven a dar frutos en la Comarca Andina, tras el paso de las llamas

Sixto Cristiani es cofundador de Treeple y también dialogó con Infobae: “Somos una organización socioambiental que adapta asentamientos informales al cambio climático, mediante la plantación de árboles en zonas estratégicas, reduciendo el efecto de isla de calor y el impacto de fuertes lluvias”. Consultado sobre qué lo llevó a imaginar una actividad de este tipo en una localidad tan lejana a Buenos Aires, donde él vive, respondió: “Cómo no actuar, cómo no involucrarse ante una situación tan dura. Ser indiferente en una situación tan crítica, es cruel (…) Nos mueve la convicción de que todas las personas tienen el derecho a un ambiente sano, y el deber de protegerlo”. En una distendida conversación, surgió una pregunta conceptual que puede decir mucho de una persona: ¿cómo es aquel mundo ideal que querés para las generaciones presentes y futuras? A lo que desde Treeple respondieron: “Un mundo en armonía y más justo. Donde todas las personas puedan ejercer plenamente sus derechos humanos, que haya más tranquilidad en un mundo que hoy es caótico, acelerado”. Esta ONG lleva adelante proyectos y plantaciones en distintas partes del conurbano bonaerense a las que cualquier persona puede sumarse y ayudar.

Sixto recordó a las sensaciones que le dejó aquel proyecto: “Cumplimos un sueño colectivo. Fueron 400 árboles, se quemaron 375.000 hectáreas. Una semilla en un continente de destrucción y, sin embargo, esos árboles ya están dando frutos para el barrio… y eso, es lo que importa.”.

Jessica recordó como la ayudó aquella campaña a recuperar su alegría: “El trabajo de TECHO y Treeple, voluntarios y vecinos, son valores hermosos que al menos yo cuido porque fue lo primero que tuve después de no tener nada (…) Hoy por hoy, tenemos árboles frutales y nativos gracias a Treeple y todos esos pibes hermosos que vinieron a conocernos y ayudarnos”.Tras extinguir los incendios, arrancó el operativo de reconstrucción de las casasTras extinguir los incendios, arrancó el operativo de reconstrucción de las casas

Sobre la causa de los incendios, no dudó en asegurar que “debería dejar de haber personas que se beneficien del fuego, eso pasó acá… prendieron y se les fue de control por el viento. Ya hubo intención de quemar Puerto Patriada y varios lugares que tienen alto valor, pero no se pueden vender por las especies nativas”. Y sentenció: “Lo fácil que se le hace a esa gente un bidón de nafta, una cubierta, se quema todo y pueden vender. Para que se terminen las quemas intencionales debería dejar de haber gente que se beneficia de la desgracia del resto”.

Sobre cómo sigue su vida en aquella localidad sureña: “Pasando por la ruta, mirando el paisaje negro que perdura floreciendo de a poco, el recuerdo da dolor… pensar en lo que perdiste, pero tratando día a día de disfrutar lo que vamos logrando”. Y agrega: “Mi escape para calmar mi cabeza y poner los pies sobre la tierra es justamente la tierra, que me da fuerza… trabajarla, sembrar, plantar. Hoy en día la verdura está muy cara y nada me da más satisfacción que cosechar mi propio alimento y el de mis hijos. Me regalaron tres gallinas y un gallo, así que huevos para consumo tengo todos los días”.

Sin embargo, no es sencillo: “En temporada baja, donde el invierno es tan crudo, acá es más complejo: no hay changas, no hay cosechas, a veces no hay posibilidades de salir de casa por la nieve, por eso, es re importante hacer conservas y acumular alimentos”. En tiempos en los que Sixto supo describir como un mundo caótico, acelerado, y en los que un incendio golpea a vecinos que lo perdieron todo, Jessica demuestra que siempre se puede volver a nacer, a creer y agradecer.

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