La histórica condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua por corrupción que recibió Cristina Kirchner fue apenas uno de varios eventos que se acumularon en una semana para mostrar a las instituciones argentinas en uno de sus peores momentos desde el regreso de la democracia. El veredicto contra la vicepresidente, sin embargo, es quizás el que encierra más significados, consecuencias y mensajes cifrados: ¿fue un renunciamiento o una virtual rendición? ¿derrota o bandera blanca? ¿el anuncio de que no será candidata en 2023 podrá destrabar un sistema político polarizado y atenazado por la grieta?
El veredicto de los jueces Jorge Gorini, Rodrigo Giménez Uriburu y Andrés Basso del Tribunal Oral Federal 2 que condenó por corrupción en la obra pública de Santa Cruz a la vicepresidenta, Lázaro Báez y un grupo de ex funcionarios, modificó el tablero de una manera inesperada. Coincidió con la difusión de una operación de espionaje ilegal que expuso como nunca vínculos impropios entre jueces, funcionarios, un ex espía y empresarios.Los jueces del TOF 2, Andres Basso, Jorge Luciano Gorini y Rodrigo Giménez Uriburu.
La polémica se disparó por unos chats de la plataforma Telegram capturados de manera ilícita del celular del ministro de Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, que incluían mensajes de texto y de voz que intercambiaban con indecorosa familiaridad para enmascarar un viaje recreativo a la estancia del magnate británico Joe Lewis en Lago Escondido y que, al parecer, no habrían pagado.
Esa operación de inteligencia estalló públicamente justo dos días antes de que los magistrados del TOF 2 difundieran la pena en la causa Vialidad. Se trata de un proceso que había instruido -casualidad o no- uno de los viajeros y a la vez, más locuaces organizadores de la maniobra para no ser acusados de recibir dádivas: el juez Julián Ercolini, blanco móvil permanente del kirchnerismo.
Primero el presidente Alberto Fernández por cadena nacional y, después – con la condena a prisión e inhabilitación perpetua recién leídas por los jueces – la vicepresidenta, se ocuparon de detallar y describir los diálogos capturados de los involucrados en una estadía patagónica con viaje en avión privado que tiene un costo varias veces millonario.
Cristina Kirchner aprovechó esos chats -cuyo origen ilícito no permiten determinar con precisión su plena veracidad- para exponer su argumento principal: ya no se trata de ser víctima de persecución o lawfare; para el canon cristinista ahora hay “Estado paralelo” y “mafia judicial”. En perjuicio suyo, claro.
Todo quedó en manos de la Justicia, por una denuncia ante la fiscalía de Bariloche que presentó a instancias del Presidente el ministro Martín Soria. El Gobierno acusó de incumplimiento de los deberes de funcionario público y admisión de dádivas a Ercolini, el camarista de Casación Carlos Mahiques; el juez en lo contencioso administrativo federal Pablo Cayssials; el jefe de los fiscales de la Ciudad, Juan Bautista Mahiques; el juez en lo Penal Económico Pablo Yadarola, y el ministro D’Alessandro.
Entre la cadena nacional del presidente haciéndose eco de un caso indudable de espionaje ilegal sin denunciarlo; el contenido mismo de esos chat que exponen un comportamiento de dudosa legalidad; y la propia condena por corrupción de la ex presidenta y actual vicepresidenta -la primera que ocurre con una persona en ejercicio de su cargo- conforman en términos institucionales lo que bien podría definirse como una “semana trágica”.
Los jueces Julián Ercolini, Pablo Yadarola, Carlos Alberto Mahiques y Pablo Gabriel Cayssials
Más allá de esas imágenes penosas, Cristina Kirchner le sumó a ese cuadro sombrío un anuncio de alto impacto, que tiene la potencialidad de reordenar el tablero político, tanto del oficialismo como de la oposición. La decisión sorpresiva y expresada con vehemencia de no presentarse a las elecciones del 2023, ni para la presidencia, el Senado ni otra postulación, provocó un cimbronazo masivo e inmediato que todavía es digerido por las diversas instancias y organizaciones políticas, sociales, sindicales y empresariales.
¿Inhabilitación o proscripción?
La vicepresidenta habló después de la lectura del veredicto de la Causa Vialidad. Ocurrió minutos después de que Gorini dijera las condenas, inhabilitaciones -la inesperada absolución de Julio De Vido– y que pronunciara la frase “este juicio se terminó”. En su discurso, CFK avisó que no estaba dispuesta a ser “una mascota del poder” y atacó con dureza al Poder Judicial por una condena que rechazó y por considerar que la inhabilitación perpetua que impone la legislación se trata, en realidad, de una proscripción.
“Esta no es una condena por las leyes de la Constitución, por las leyes administrativas o por el Código Penal. Tiene su origen en un sistema que yo, casi ingenuamente el 2 de diciembre de 2019, hablé de lawfare. Esto no es ni lawfare, ni Partido Judicial, esto es un Estado paralelo y mafia judicial”, afirmó.
Fue un discurso largo en el que Cristina retomó muchas de las ideas que había expresado en una entrevista que tuvo con el diario Folha de S.Paulo. A la periodista Mônica Bergamo, en el reportaje que se difundió el lunes, incluso tangencialmente su “renunciamiento”. Fueron “miguitas” sembradas en ese reportaje que preanunciaban una definición de política de shock, como las que suele tomar. Eso porque sobraron los que vincularon su paso atrás a una alteración emocional. “No me gobiernan las hormonas”, aclaró en público más de un vez.
Lo cierto es que en términos judiciales, la vicepresidenta vinculó la condena con el tipo de trasiegos que se dan en ese y en otros “Lagos Escondidos”. En el entorno de CFK reconocían que quedó expuesta “una semana de un país que atrasa, de una Argentina devastada que muestra que la Justicia no funciona, que tiene comportamientos corruptos y que incluso jueces, fiscales y funcionarios se ponen de acuerdo para mentir y esconder un delito”. “No se puede creer que esto sea único. Es imposible pensar que el resto de la Justicia funciona de manera ecuánime”, agregaron, al referirse a los mensajes pese a que, al surgir de chats pinchados de manera ilegal, no pueden ser considerados pruebas legales. La frase sobre la corrupción pareció un exceso en la legítima defensa.
Más allá de los cuestionamientos al proceso judicial y a la calidad de los propios jueces involucrados en el Caso Vialidad, Cristina Kirchner actuó respetando las reglas de juego del proceso y se mostró dispuesta, incluso, a “ir presa” en caso de que Casación y la Corte Suprema confirmen su condena. Es la variante Luiz Inacio Lula Da Silva en Brasil, que estuvo preso 580 días por un supuesto acto de corrupción y volvió a la presidencia después que la propia Justicia señalase defectos en el trámite del juicio que lo puso tras las rejas.
Se diferencia de lo que hizo Rafael Correa, otro ex presidente progresista que también está acusado de corrupción, tiene pedido de captura, pero goza de un asilo político en Bélgica.
Cristina Kirchner se mira en el espejo del líder del PT y confía, incluso, en una reivindicación que le traería algún futuro incierto. Volvamos al reportaje de Fohla: “Los que lo metieron preso a Lula lo fueron a buscar. ¿Por qué lo hicieron? Porque llegó Bolsonaro, las consecuencias de su gobierno le hicieron mucho daño a Brasil. Los mismos dan toda la vueltita”, le dijo a Mônica Bergamo.De la cárcel a la presidencia. Cristina se identifica con el recorrido de Lula.
Renunciamiento, derrota o rendición
Ahora, la apelación y el reconocimiento de que sin fueros terminará presa ¿es agitar bandera blanca o reconocer una derrota política y judicial? Los pocos que hablaron con ella no arriesgan una definición. Sólo admiten que la última vez que la vieron -antes de que el COVID la encontrara en Calafate- estaba entre enojada y decepcionada con un presente que sabía que iba a llegar.
“La condena real es la inhabilitación perpetua a ejercer cargos políticos electivos (…) Pero no voy a ser candidata a nada, ni a Presidenta, ni a Senadora… Mi nombre no va a estar en ninguna boleta. Termino el 10 de diciembre y me vuelvo como me volví el 10 de diciembre de 2015 a mi casa. A la misma casa de donde salí un 25 de mayo de 2003 para acompañar a quien fuera mi compañero”.
En el propio entorno de Cristina Kirchner admitían en diálogo con Infobae que esta decisión es para el peronismo “el dato político de la década”, porque tiene la potencialidad de reordenar el sistema, actualmente estructurado en relación al apoyo o rechazo a la vicepresidenta. Abre un escenario de enorme dispersión y donde cada organización y sector del peronismo va a pugnar por un lugar vacío.
“Es la dirigente política con mayor caudal electoral y peso político. Pero este no es un final, sino el comienzo de algo nuevo. Ella les dijo en la reunión de Ensenada a los que fueron a verla después del discurso que tienen que sacar todos el bastón de mariscal, como decía el general (Perón), y ponerse a militar”, explicaron en el entorno de la vicepresidenta.
En esa reunión, que no tuvo nada de festivo y siguió con la tensión que se vio en el discurso que dio después del veredicto, bajó el mensaje a los intendentes que los quiere en la calle y en los medios “disputando el sentido”. “Hay que salir de la comodidad de que todo lo resuelve Cristina, tenemos que hablar y explicar, porque sino, queda que los que gobernaron se llevaron la plata a la casa, que robaron y eso no es cierto”, explica el mismo interlocutor que resalta una frase que, como esa “miguita” había dejado en la entrevista de Fohla de S.Paulo.
“La política no es solamente ocupar un cargo. No es solamente ser presidente, Vicepresidenta, senadora, o diputada. Es poder enhebrar ideas. Transmitirlas. Que haya gente que las reciba, que las sienta. Ayudar a interpretar y a decodificar. ¿Qué es ser un dirigente? Dirigente no es un lugar formal, ser dirigente es poder mirar un poco más allá y decir la historia va por allá, hay que hacer esto. Es por allá. Es por allá. Eso no lo voy a perder nunca. No podré ser presidenta, no podré ser legisladora, no podré ser vicepresidenta. Pero opinar, decir lo que me parece que hay que hacer para salir y para construir un país mejor para nuestra gente, eso no voy a renunciar nunca”. La sorpresa del renunciamiento fue de los que no la venían escuchando. Que son también los que, cree, “no la cuidaron”.
Una Justicia en crisis
El espionaje que reveló supuestas canonjías de empresarios de telecomunicaciones a jueces, fiscales y funcionarios irrumpió con una precisión suiza en el momento en que el Poder Judicial tenía que mostrar la mayor solidez. La condena que leyeron tres jueces de primera instancia contra la personalidad política más poderosa del país ocurrió después de la intervención de más de 20 jueces, fiscales y defensores que recorrieron de ida y vuelta las tres instancias que garantizar el resguardo de los derechos y garantías de los enjuiciados.
Jorge Gorini, Rodrigo Giménez Uriburu y Andrés Basso no fueron tres quijotes, sino integrantes de un sistema que es a la vez un Poder del Estado y encargado de sancionar conductas antijurídicas. La obscena reaparición del sottogoverno -con un espionaje clandestino que benefició a la acusada y perjudicó a los jueces- no invalida que las conductas que quedaron expuestas pueden merecer incluso, reproche penal.
El propio Ercolini, al condenar al multiprocesado Ricardo Jaime por viajar en un avión sin pagar, escribió: “Existe la prohibición expresa para los funcionarios públicos a que reciban dádivas que hayan sido otorgadas en consideración o por motivo del desempeño de su cargo. Esto quiere decir que la dádiva se le ha otorgado debido a la posición pública que desempeñaba, de modo que si no hubiese desempeñado dicho cargo no se hubiera hecho el regalo”.
En este contexto es que aparecieron la única declaración pública que surgió del ámbito judicial después de la filtración surgida de una operación clandestina de inteligencia. “Debemos en todo momento mantener una conducta irreprochable porque el Poder Judicial es, y debe seguir siendo, el último refugio de los derechos, la libertad y los valores republicanos. No se puede ejercer la función judicial de tal manera que ponga en crisis el fundamento mismo del Poder Judicial”, advirtió la junta federal de Cortes y Superiores Tribunales de Justicia de las provincias argentinas y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (JU.FE.JUS.).
“Los chats aparecieron en el peor momento. Esto complica la credibilidad de la Justicia justo en el momento en que se está condenando a Cristina. Ahora somos expediente, somos carátula”, se lamentó una fuente del ámbito judicial.
Cisne negro
La renuncia de Cristina Kirchner a ser candidata el año que viene irrumpió en el escenario político como un verdadero cisne negro, un fenómeno inesperado que altera y reordena todo el sistema. En primer término afecta al Frente de Todos, al poner de manera prematura una certeza a más de cinco meses de las definiciones de lista.
No es una bomba de racimo sobre los posibles presidenciables, sino una bomba de profundidad sobre el peronismo todo, al quitarse de la boleta alguien que -de piso y en todo el país- reunía entre el 25% y el 30% de los votos. Ni la elaboración de las listas para diputados, senadores, concejales o consejeros escolares tendrán la misma dinámica que las últimas dos décadas, ni quien encabeza surgirá ahora sólo de la Vicepresidenta.
Con o sin bastón de mariscal, el peronismo va a empezar a buscar un sucesor que empiece a ocupar la centralidad que hasta ahora ejerce la vicepresidenta. Aparecen varios nombres, como el propio presidente Alberto Fernández, Juan Manzur, Axel Kicillof o Sergio Massa.Una foto de Cristina con los principales dirigentes políticos de la provincia de Buenos Aires.
El primer mandatario si bien amagó con un operativo reelección, lo archivó debido a que su poder se fue irremediablemente angostando. Juan Manzur, que es jefe de Gabinete y tiene vocación depende de que en mayo las elecciones en Tucumán le den un triunfo, Kicillof está más enfocado en reelegir que en saltar de jurisdicción y el ministro de Economía le dice a quien lo escuche que su objetivo es estabilizar las variables para darle elegibilidad al Frente de Todos y no buscar una candidatura presidencial.
Pero la decisión de no competir en las próximas elecciones, principalmente, afecto al centro de gravedad político del kirchnerismo que es la provincia de Buenos Aires, en general, y el conurbano bonaerense, en particular. “Kicillof genuinamente es el dirigente que mejor fideliza el voto cristinista, pero sacarlo de la provincia, donde mide bien, puede ser peligroso, porque se puede perder la Nación y también la provincia. Ese es un escenario de catástrofe”, explicó un dirigente de buen diálogo con las distintas líneas del PJ que preside Máximo Kirchner.
La política y “la gente”
Mientras la Justicia enfrenta una crisis derivada de una virtual intoxicación política y los políticos se tiran con munición gruesa para ver quién es o quién no es candidato el año que viene, la sociedad observa con incredulidad una película donde los dirigentes están discutiendo sus problemas. En la discusión pública está ausente la discusión y los acuerdos para frenar la inflación elevada, mejorar los salarios e ingresos que no logran seguirle el ritmo a las remarcaciones, reducir la pobreza creciente y resolver un dólar que es caro y escaso.Las reacciones en redes sociales a la condena de Cristina Kirchner
De esa desilusión participan por igual los kirchneristas y los no kirchneristas. Una investigación de la consultora Ad Hoc trackeó las interacciones en redes sociales del juicio a Cristina Kirchner y sus repercusiones. La condena fue catalogada como un mega evento ya que “el 100% de los usuarios digitales en Argentina vieron al menos una mención al tema en el ecosistema digital, siendo 1,3 veces el promedio de alcance a cada usuario. Hubo más de 49.800 menciones, con más de 179 millones de usuarios alcanzados en la región”.
Los hashtags destacados fueron #CristinaCondenada #CristinaCondenadaEsJusticia y #TodosConElla: los dos primeros contra la vicepresidenta y el último a favor. Independiente del apoyo o rechazo, lo que caracterizó la conversación es que el 90% compartió conceptos negativos sobre la vicepresidenta o el Poder Judicial. Son métricas que confirman una presunción: una condena por corrupción no es motivo de celebración.
Con la decisión de correrse de las candidaturas después de la condena y la inhabilitación perpetua, Cristina Kirchner parece asumir el personaje de Alejandro Villari, del cuento La Espera, de Jorge Luis Borges: “Es menos duro sobrellevar un acontecimiento espantoso que imaginarlo aguardarlo sin fin”.