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Ajuste y menor actividad, la otra historia detrás de la desaceleración del IPC

No solo de cepos y controles de precios vive el IPC. El buen dato de 4,9% de noviembre, que quebró la racha desde febrero, se montó también en el manejo de variables macroeconómicas que empiezan a surtir efecto desde lo previsto, y también desde lo no deseado pero con efecto antiinflacionario.

Ayer el Banco Central hizo un punto al recalcar que, a pesar de la baja del ritmo de la inflación, mantendría la tasa de interés. No la subiría pero tampoco la bajaría. De cara a un año electoral, el movimiento de la tasa pasa a ser un bien sensible, sobre todo cuando la mirada histórica de Miguel Pesce, en su momento disputada con Martín Guzmán, era que la tasa debía ir por delante de la inflación.

Un indicador de actividad del IERAL a partir de la trayectoria de los impuestos asociados al mercado interno muestra una caída desestacionalizada en noviembre de 0,8 % mensual, luego de haber retrocedido 0,4 % en octubre.

El cuarto trimestre retrocedería respecto del tercero. Las ventas de productos de consumo masivo detectaron -dijo el IERAL- para noviembre y lo que va de diciembre una caída de entre el 2 % y el 4 % en volúmenes, respecto de igual período del año pasado.

En este contexto, las tasas neutras, una disciplinada pero evidente moderación fiscal que tiene a Sergio Massa como animador de fuste con la venia (todavía) de Cristina Kirchner, contribuyeron a la baja de los niveles de inflación.

La política es el principal sostén de la tendencia, que debería frenar una espiralización de la inflación. Todo dependerá de cómo se mantenga el carril acordado con el FMI.

Y de cómo se siga calibrando la expansión monetaria, alimentada por el triple juego del sostenimiento de los bonos con las compras de títulos del Banco Central, la contabilidad creativa de DEG y la contención en el sistema financiero de la esterilización de las Leliq y de los intereses que paga esa captación de pesos.

Si la política continúa avalando el ajuste silencioso del Gobierno, habrá que seguir monitoreando la evolución de la sequía y de cómo se proyectará el flujo de divisas, tanto de la exportación como el abastecimiento de la demanda interna.

Por ahora, todo indica que continuará la administración de los dólares, o lo que es lo mismo, una caída de importaciones con menos actividad.

Nuevos desafíos, lejos del apocalipsis, pero para nada menores.

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