Vista desde el cielo, la playa parece cubierta de piedras de colores. Al acercarse, la imagen es otra: miles de cajones de plástico y restos de redes cubren las costas de la Península de Valdés en Chubut.
Son toneladas de residuos pesqueros que se entierran en la arena, puntas de plástico que sobresalen.
Los barcos que trabajan en el mar los lanzan o los pierden en su labor diaria. Y terminan en un espacio natural protegido. Los elefantes marinos que allí se reproducen se arrastran entre las toneladas de plástico. Algunos se cortan o se enredan en las redes y se lastiman. El panorama en las islas Tova y Tovita, un archipiélago frente a las costas de Chubut en donde anidan los pingüinos, es el mismo.
“Sobrevolamos el lugar con una avioneta y observamos más de 100.000 kilos de residuos en la costa. Y esto data de muchos años atrás”, contó Yago Lange, deportistas y activista ambiental. “Estamos intentando que se mantenga el tema en agenda. Pero ir al problema de raíz que es hablar con la industria pesquera, que no se tiren más cajones, amplificar las áreas marinas protegidas no se da. Hay mucho por trabajar”.
Lange denuncia desde hace años esta situación. Cada tanto, su reclamo se hace eco y le permiten organizar campañas de recolección de estos residuos (como están rodeados de espacios privados y el área está protegida hace falta una logística especial) o se movilizan funcionarios de la provincia.
De hecho, esta semana, después de que él viralizara imágenes del lugar, ya se limpiaron las islas Tova y Tovita. Un barco recogerá esos residuos y en mayo comenzará el operativo en la Península, cuando haya terminado la temporada reproductiva de los elefantes marinos.
Irónicamente, quienes aportan para esta campaña son las propias pesqueras: ceden sus barcos o pagan el combustible para poder sacar la basura que la propia industria genera.
Pero esta limpieza ya se había hecho hace dos años. Al igual que un compromiso por evitar la contaminación de la industria pesquera. Pero nada cambió y sin inspectores a bordo de las embarcaciones ni cambio en las prácticas, los cajones se siguen tirando por la borda.
Al respecto opinó Nadia Bravo, subsecretaría de Conservación y Áreas Protegidas que está coordinando las limpiezas. “Estamos yendo detrás del problema. Estamos tratando de mitigar el problema limpiando, pero esto es transversal no es solo de nosotros. Esto viene de hace un par de años, pero ¿cuáles son las buenas prácticas pesqueras? Queremos saber quiénes van a controlar, monitorear, etc. Se va a pedir en el Consejo Federal Pesquero que esto se regule para que nuestra fauna esté en condiciones”, explicó la funcionaria.
Bravo adelantó que en el Consejo Federal Pesquero además se va a exigir que haya un responsable ambiental y un inventario riguroso de lo que lleve cada embarcación antes de zarpar.
Sobre la industria que genera estos descartes, se consultó a Lucía Castro, directora de la fundación Sin Azul no hay Verde que explicó que la pesca de arrastre es la principal causante de este daño ambiental.
“Las playas están contaminadas y dentro de un año van a seguir contaminadas si no vamos a la causa del problema y a solucionar el tema de raíz. El control y la fiscalización de la industria es nula”, explicó Castro. “Lo que vemos en la costa es solo una parte, muchas cosas quedan bollando o en el fondo marino, lo que se desintegra en microplásticos y se lo comen los animales”.
Y cerró: “No es solo lograr la limpieza en si sino entender cómo es la industria que funciona detrás. Que durante años hizo lo que quiso. Hay que empezar a ponerle el ojo que las prácticas son super destructivas y dañinas”.