A las seis de la tarde Jorge Argüello se fue preocupado de la embajada argentina en Washington. ¿Su destino? El edificio de estilo brutalista en el que funciona el Fondo Monetario Internacional, ubicado a unas diez cuadras de distancia. Manejó a toda velocidad. El clima no era el mismo que el de la mañana, cuando el gobierno daba por descartado que se alcanzaría un acuerdo con el Fondo. En el lapso de diez horas el diálogo de las partes técnicas se trabó.
Argüello se sumó al team massista que negociaba a cara de perro con los delegados del FMI. El embajador peronista recién llegaba de la India.
Desde el lunes, en la capital de los Estados Unidos se encuentran el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein y el vice del Banco Central, Lisandro Cleri. El miércoles llegaron refuerzos: el jefe de asesores del Ministerio, Leonardo Madcur y el secretario de Hacienda, Raúl Rigo.
Este jueves a la tarde, el pack de representantes argentinos entraba y salía del edificio del FMI. Los funcionarios rumiaban por el empantanamiento de la negociación en el desierto de discusiones técnicas.
Luego de rechazar la devaluación y unificación cambiaria que pedía el FMI, Massa habilitó que se discuta una versión sui generis de esa política, que consiste en un nuevo dólar soja más un dólar importador, construido con impuestos y una devaluación previa del 10%.
Massa habló el miércoles por la tarde por teleconferencia con la jefa del FMI, Kristalina Georgieva y alimentó la idea que el acuerdo es inminente. Pero no está fácil.
Las tensiones propias de la dificultad técnica del acuerdo, se agravaron por la inoportuna -o deliberada- difusión de un paper técnico del FMI sobre el sector externo de unos treinta países, que en su página 64 analiza la situación de Argentina y luego de considerar que el tipo de cambio está atrasado, recomienda una devaluación del 25% y la unificación cambiaria.
Massa se enojó por la falta de control de la conducción política del Fondo de su línea técnica. O por las dos caras que muestra el FMI. Una amigable y comprensible de las realidades políticas a nivel del board, pero por debajo otra mucho más intransigente. Policía bueno y malo, encarnados por el ala política y la burocracia.
«Al inicio de la quinta revisión pedían una devaluación del 100% y apretar más el cepo, pero Massa les dijo que en medio de una elección presidencial esa opción era inviable», reconocieron a LPO fuentes al tanto de las negociaciones. Una vez que se descartó la devaluación el Fondo pidió acelerara el ajuste fiscal y bajar el déficit a 1,5% del PBI, Massa se plantó en el 1,9% acordado anteriormente y el FMI habría cedido.
Pese a que los delegados del Massa en Washington mantienen el optimismo, la posibilidad que el ministro de Economía viaje este viernes a Washington para sacarse la foto del acuerdo parecía alejarse este jueves. El póker entre Massa y el Fondo se empieza a estirar. El diálogo tiene deadline: en agosto empiezan las vacaciones para el personal del FMI.
Como contrapartida a las exigencias del organismo conducido por Georgieva, Massa evalúa anunciar medidas en busca de dólares. Este mismo viernes se podría anunciar un nuevo dólar soja para exportaciones agropecuarias regionales, como paso previo al dólar soja. Los exportadores nucleados en CIARA afirman que tienen 9.000 millones de dólares en silobolsas, listos para liquidar a un nuevo tipo de cambio que rondaría los 350 pesos.
En paralelo, este jueves el FMI difundió un comunicado lavado. «Nuestros equipos continúan trabajando constructivamente, en persona, con el objetivo de llegar a un acuerdo sobre la quinta revisión del programa de Argentina respaldado por el Fondo». Y agregó: «Las discusiones continúan enfocadas en las políticas para fortalecer las reservas y mejorar la sostenibilidad fiscal. Continuaremos comunicando sobre el progreso de estas discusiones».
