La mitad del Amazonas podría sufrir alteraciones irreversibles e incluso desaparecer en 2050, concluye un equipo internacional de investigadores tras evaluar los umbrales críticos que pueden provocar cambios profundos en la región y empujar al bosque tropical más grande del mundo a un punto de «no retorno» que repercutirá en el clima global de la Tierra.
Los resultados del trabajo, liderado por la Universidad Federal de Santa Catalina (Brasil) y en el que participaron expertos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español, aparecieron este miércoles en la revista Nature, y entre las conclusiones más alarmantes destaca una: dos de esos umbrales, los correspondientes a los niveles de deforestación y a la degradación del bosque amazónico, ya se han sobrepasado.
Las potenciales alteraciones van a depender de cinco factores principales: el aumento de la temperatura; la disminución de las precipitaciones; el aumento de la temporada seca; la intensidad de la estacionalidad de las lluvias; y la deforestación.
Todos están relacionados directa o indirectamente con el cambio climático, y traspasar el punto de inflexión en cada uno de ellos puede provocar cambios locales y sistemáticos en la Amazonía.
Todo el planeta puede sufrir
Pero los investigadores dijeron en que la desaparición de los bosques amazónicos influiría en la regulación climática del planeta, así como en la pérdida de diversidad biológica y cultural a nivel global.
El informe sitúa como punto de inflexión una deforestación acumulada del 20 por ciento, y el equipo de investigación estableció el «límite seguro» en el 10 por ciento, aunque ya se superó el 13 por ciento.
Señala también que el umbral crítico de aumento de temperatura media a nivel global se sitúa en 2 grados, y establece como límite seguro para el bosque amazónico el de 1,5 grados; y en cuanto a la reducción de las lluvias, el punto de inflexión se sitúa en los 1.000 litros por metro cuadrado anuales, y fija como límite seguro los 1.800 litros.
Los investigadores alertaron además de que no debería superarse el déficit de 450 litros por metro cuadrado de lluvia al año en los periodos de estación seca, en este caso han establecido como límite seguro los 350 litros.
Una de las investigadoras advirtió del «efecto cascada», y de cómo un factor, el de la deforestación, puede aumentar la potencia negativa de los otros, ya que la mitad de las precipitaciones que se registran en la cuenca amazónica proceden del agua reciclada de forma natural en la misma cuenca.
La investigadora se refirió a los bosques amazónicos como los «refrigeradores» del planeta y como gigantescos sumideros del dióxido de carbono -principal responsable del cambio climático-, y alertó de que su degradación impedirá que sigan actuando como «una bomba de agua» por un lado y como un «succionador» de dióxido de carbono por otro, por lo que aumentarían los efectos del cambio climático.
El estudio señaló la pérdida de diversidad biológica y cultural que implica la desaparición de los bosques amazónicos, no sólo por el papel de «regulador climático» que juegan en el planeta, también porque en la Amazonía residen 42 millones de personas, incluyendo 2,2 millones de indígenas y comunidades locales que pertenecen a unas 400 etnias y culturas diferentes.
«Son los vigilantes; son los que tienen el conocimiento tradicional; viven, conocen y usan de manera sostenible los bosques amazónicos», aseveró la investigadora española, Encarnación Montoya, y observó que no pueden quedar fuera de la gestión, porque el sistema amazónico lo componen nueve fronteras geográficas y nueve países con gobiernos diferentes.
«Si las personas no están implicadas no se llegará a buenos resultados, porque las poblaciones indígenas son los principales protectores del bosque amazónico», dijo.
Los investigadores apelan en Nature a la responsabilidad local e internacional para reducir las potenciales consecuencias negativas y evitar la desaparición de la Amazonía.
Y subrayan la importancia de impulsar la participación de los indígenas en la toma de decisiones, así como de adoptar prácticas tradicionales, ya que las zonas protegidas, y en especial los territorios gobernados por ellos, son a menudo espacios mejor preservados.
Los investigadores constatan en Nature que la selva amazónica alberga el 10 por ciento de la biodiversidad del planeta, almacena carbono equivalente a unos 20 años de las emisiones de la Tierra y es responsable de un efecto de enfriamiento neto que ayuda a estabilizar el clima global.
Para llegar a sus conclusiones, los científicos utilizaron registros históricos (que abarcan unos 65 millones de años), modelos climáticos y datos de observación de los últimos cuarenta años -observaciones por satélite de la propagación de los incendios forestales, la cobertura arbórea o la deforestación-.