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El planeta está al límite

Nuestro hogar, el planeta Tierra, enfrenta serias amenazas tales como la contaminación, el cambio climático, la destrucción de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad. Estos problemas son resultado de un modelo de crecimiento que asume erróneamente que los recursos naturales son inagotables.

Vivimos en una sociedad de consumo en la que solemos toparnos con una suerte de adicción a la compra de productos que parecieran garantizar felicidad y plenitud. Si realizáramos una línea de tiempo, podríamos ver que, durante siglos, fuimos una sociedad predominantemente rural y autosuficiente, donde cada individuo producía casi todo lo que necesitaba, con un intercambio de servicios dentro de la familia o la comunidad.

La producción se alineaba con las necesidades, respetando los ciclos naturales. Sin embargo, esa sociedad cambió y aparecieron nuevos elementos -como el mercado– expandiendo los ciclos de producción y consumo.

La sociedad cambió a partir de la aparición del mercado y la producción aumentó más y más, causando contaminación ambiental. (AdobeStock)

En esta “evolución”, la extracción y el uso de recursos, los flujos de materiales, el consumo de energía y la generación de diversos contaminantes y residuos superaron la capacidad del planeta como proveedor de tierra productiva y de absorción de la contaminación.

El actual modelo económico lineal de extraer, fabricar, comprar, usar y desechar ha llevado al planeta al límite de su capacidad física. Esto generó una situación crítica en términos ambientales, sociales y culturales: estamos frente a una doble emergencia ambiental, compuesta por la crisis climática y la pérdida de biodiversidad, que amenaza el bienestar de todas las especies que habitamos el planeta.

La degradación ambiental pone en peligro los mismos sistemas de los que depende nuestro desarrollo para garantizar el acceso al agua segura, a fuentes de energía y alimentos. Si hablamos en números, consumimos un 70% más de los recursos naturales que el planeta puede producir anualmente.

Cerca del 40% del total de la comida que generamos acaba en la basura. (Foto: AdobeStock)

Vivir a crédito no es nunca una lógica sostenible en el tiempo. Hay ejemplos obscenos en este sentido. ¿Uno? Producimos muchísima más comida que la que podemos consumir. Estudios recientes demuestran que cerca del 40% del total de la comida que generamos acaba en la basura y millones de personas no tienen cubiertas sus necesidades básicas de alimentación.

Esta situación vulnera el derecho de las personas a un ambiente saludable y subraya la urgencia de modificar nuestra relación con la naturaleza para asegurar un planeta sano. Necesitamos cambiar y adoptar un nuevo modelo de producción, consumo y disposición que contribuya a la supervivencia de los ecosistemas, su biodiversidad y, por lo tanto, las personas.

Como alternativa al modelo lineal, la economía circular busca modificar la forma en que producimos y consumimos para reducir el impacto en el ambiente. Este modelo ofrece beneficios económicos, ambientales y sociales al fomentar prácticas de producción y consumo sustentables, colaborando en reducir la contaminación, el cambio climático y la pérdida de ambientes naturales y biodiversidad. Por eso, una de las patas es la participación ciudadana.

Existe una urgencia de modificar nuestra relación con la naturaleza para asegurar un planeta sano. (Foto: AdobeStock)

En este sentido, entendemos a la educación ambiental como la base de este cambio, como una herramienta fundamental para promover una evolución en la forma en que nos relacionamos con el ambiente. La educación ambiental integra a todas las personas y a todas las edades y posee como objetivo generar conciencia del entorno que nos rodea, la importancia de protegerlo, como también reflexionar y reaprender sobre la relación de la sociedad con la naturaleza.

Brinda herramientas para crear hábitos y actitudes que permitan tomar acción y revertir las problemáticas ambientales que impactan no solo sobre la naturaleza, sino también sobre las personas.

Recuperar el vínculo de las personas con la naturaleza es el objetivo. Necesitamos dar vuelta la página y avanzar hacia una transición donde nuestro papel sea ser protagonistas de revertir el daño ambiental que hemos causado. Todavía estamos a tiempo, pero necesitamos comenzar a transitar ese camino de forma urgente.

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