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Le inyectaron testosterona a los 6 años para “masculinizarlo” 

Hace cuatro años, Cristian Alarcón, editor de la revista Anfibia,estaba leyendo un libro de ficción cuando, como un fogonazo, su inconsciente lanzó un recuerdo que había guardado en lo más profundo. La imagen era terrible y lo transportaba a sus 6 años, momento en el que sus padres decidieron someterlo a terapia de conversión a través de inyecciones de testosterona. No querían que fuera gay.

A partir de ese recuerdo, el periodista y escritor chileno encarnó su propia historia en una obra de teatro híbrida que refleja el horror atravesado durante su niñez: “Es una apuesta a reflexionar sobre los mandatos que nos condenan, que nos condicionan, que nos moldean a pesar de nuestros propios deseos”, expresó.

Además, subrayó lo fundamental de llevar a cabo el proyecto en este contexto sociopolítico: “Estamos transitando una democracia en la que se eligió a un Javier Milei sancionatorio, cuestionador de las diferencias y esto se vuelve más palpable, más visible. La existencia de esta obra no lo hubiera imaginado como un hecho contracultural tan contundente”.

Los Alarcón llegaron a la Argentina en la década del ‘70 para instalarse en la ciudad rionegrina de Cipolletti. En aquel momento, Cristian era apenas un niño: “Mis juguetes quedaron en Chile cuando dejamos el pueblo en el que vivíamos entre montañas, ríos y frutales. Era difícil jugar del otro lado de la Cordillera”.

Él no quería jugar con una pelota, más bien prefería abstraerse leyendo cuentos o jugando escondido con la ropa de su mamá. Fue esto último lo que hizo que sus padres decidieran inclinarse por las inyecciones, que ocurrieron cuando cursaba el primer y segundo grado de primaria.

El recuerdo de su niñez, las inyecciones de testosterona y el cuerpo negado. (Foto: Gentileza Cristian Alarcón)

“Había muchos problemas en la casa, no era una familia enteramente feliz y los nenes en el colegio eran muy crueles conmigo, aunque yo me defendía como podía”, expresó.

Lo que pasó durante ese período fue, de alguna manera, bloqueado en su cabeza. De hecho, su primer recuerdo luego del tratamiento tiene que ver con la manera que encontró de manifestar su esencia: “Tenía un amor especial por mi seño Margarita y quería hacerle un regalo, así que recorté revistas durante todo el verano e hice mi propia versión con la temática de cuerpo humano. Era un nene cuyo cuerpo era negado y a través de un collage lo exteriorizaba, lo comunicaba”. Las paradojas de la vida lo llevaron a fundar su propia revista mucho tiempo después.

En ese sentido, remarcó: “No era un nene sufriente. Era contemplativo, taciturno, que tenía el regalo de pasar los veranos en Chile con mis abuelos. Yo era bastante feliz dentro de la incomodidad en la que vivía”.

Sin embargo, el tiempo pasó y un día el recuerdo inundó su mente: “Uno no lo planea. No se produjo en el diván, ni en un sueño. Demoró mucho, pero fue repentino mientras leía. Creo que uno necesita solo el indicio del horror para empezar a sanar”.

Desde aquel momento, Cristian decidió tomar esa vivencia y transformarla en arte: “Vino el recuerdo, después fue un poema, un ensayo, una novela y ahora una performance. Una metáfora maravillosa sobre vivir en transición”.

“Testosterona” es una puesta en escena diferente, compuesta por un montaje que va “desde la noche porteña, (Rodolfo) Walsh desde sus personajes, la niñez de un nene patagónico intervenido para masculinizarlo, el periodismo, el amor, el cuerpo como territorio de exploración y cambio permanente”.

"Testosterona", la obra de teatro que encarna Cristian Alarcón para contar su propia historia. (Foto: Gentileza Nora Lozano)

Es la primera vez que Alarcón se sube a las tablas y toma de su profesión lo más valioso para plasmar el proyecto que tiene en conjunto con Lorena Vega: “Me dediqué toda la vida al periodismo y la literatura, pero no había descubierto la potencia de una pieza escénica y cómo los humanos nos entregamos a esta ficción que sucede en vivo como si fuéramos testigos privilegiados de algo mágico”.

Una noche, después de la función, un hombre de unos 30 años se acercó a la puerta del teatro Astros para hablar con Cristian y, conmovido, decidió compartir un fragmento de su historia: “Me contó que a sus 13 había sufrido en el norte de Argentina las mismas terapias de conversión que usaron conmigo”.

“Cuando vi las lágrimas mientras me contaba sobre sus inyecciones tuve la necesidad de abrazarlo. Se largó a llorar y yo también. Lo que sentí en ese momento fue un compartir un dolor misterioso que alguna vez tuvimos, ese trauma que intentamos sepultarlo y olvidarlo para sobrevivir”, expresó.

"Testosterona", la obra de Cristian Alarcón en el Teatro Astros. (Foto: Gentileza María Arnoletto)

En ese sentido, destacó la posibilidad de encontrarse con otras víctimas y sentirse cerca: “Es extraordinario que una obra como esta no solo es el resultado de un hecho como lo que me sucedió, sino que es el motor que impulsa a otros a contarlo”.

Al ser un mundo nuevo para él, cada noche se descubre a sí mismo y sana lentamente, día a día: “Desde las primeras funciones empecé a sentir un leve alivio de un orden desconocido, una calma, una quietud interna que me permite sentir algo parecido a la depuración. Es como si, de una manera espiritual, se estuviera yendo de mí lo que inyectado”.

“El líquido duró seis meses en mi, pero las marcas son de otro tipo. No hay procedimientos mágicos que nos vayan a curar, no es una ceremonia la que nos va a sacar del tránsito de ese dolor. Es la persistencia, la defensa de nuestro presente como un presente feliz”, describió y le dedicó unas palabras a aquel niño que soñaba despierto con un futuro distinto: “Le diría que está muy bien que se escape leyendo cuentos de ficción en el fondo de la casa, abajo de la parra, lejos del fútbol que no le gustaba. Que no se sintiera culpable por volverse un chico raro porque le gustara jugar con muñecas y que sea feliz”.

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