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Ricardo Lorenzetti, el preferido de Javier Milei

Javier Milei lo tiene marcado a Horacio Rosatti. El Presidente considera que, en campaña, el titular de la Corte Suprema le jugó en contra con referencias difusas a la dolarización y a la Constitución Nacional. Y está dispuesto a meterse en el barro del máximo tribunal de Justicia.

Para eso tiene a un preferido, con el que conversa con asiduidad y que fue quien le puso sobre la mesa el nombre de Ariel Lijo para que lo postule como ministro de la Corte. En el diálogo entre poderes, Milei sólo habla con Ricardo Lorenzetti.

El Presidente conoció al juez cuando era diputado, fruto de una ronda habitual de reuniones con políticos que el cortesano suele hacer. La conexión fue inmediata: había muchos puntos académicos en común entre ambos, por lo que se generó un ida y vuelta que creció cuando el economista liberal llegó a la presidencia.

“Cuando asumió lo volvió a llamar”, le cuentan en el cuarto piso del Palacio de Justicia. Le reveló su desconfianza con Rosatti y le pidió que le acercara nombres para ocupar las dos vacantes del máximo tribunal. Lorenzetti le dijo que el lugar de Elena Highton de Nolasco, quien se jubiló en el 2021, debía ser ocupado por otra mujer, pero el Presidente se negó: para él, la cuestión de género era irrelevante.

En segundo término, Lorenzetti argumentó que la Corte tenía una deuda con la Justicia Federal. “Los actuales integrantes venimos de la política o de la academia”, le dijo, y se comprometió a buscar nombres, aunque ya tenía uno en mente: Lijo. Milei aceptó y completó la postulación con alguien de su riñón, Manuel García Mansilla.

Desde que el nombre del juez Lijo salió a la luz, reaparecieron las múltiples denuncias que acumula, desde demoras en la tramitación de causas hasta hechos de corrupción que involucran a su hermano Alfredo. Elisa Carrió, por ejemplo, acusó a Lijo y Lorenzetti de haberle armado una causa por enriquecimiento ilícito.

Milei defendió a su postulado: “La realidad es que, cuando usted entra en detalles puristas, puede encontrarle cosas a todo el mundo”, dijo en una entrevista. Y completó: “Hay que evaluarlo en el contexto en el que uno está”. En sus conversaciones privadas, Lorenzetti suele usar los mismos argumentos: que a un juez en actividad le pueden aparecer controversias y que si a alguien se le valora ser inmaculado es porque no hizo nada: “Yo no tenía manchas porque venía de la academia”, usa su propia referencia cuando otros colegas le preguntan por la designación.

El contacto con un presidente no es extraño para Lorenzetti, que se jacta de haber tenido relación con los cinco mandatarios que pasaron desde que él es miembro de la Corte. Es todo lo contrario a la doctrina que quiere imponer Rosatti para el máximo tribunal: “Las relaciones deben ser puramente institucionales. No hacemos reuniones con ningún político”, suele repetir.

El presidente de la Corte reconoce que la relación con Milei es nula. “Sí hay contactos con el jefe de Gabinete, con el ministro de Economía y el ministro y el secretario de Justicia”, dicen en el Palacio. “Todas esas relaciones, si se las compara con el kirchnerismo, son un gran avance”, agregan.

En el entorno de Rosatti lo defienden de las acusaciones de Milei, de haberle jugado en contra en la campaña. “El ministro habla de la Constitución desde hace décadas. Si alguien tomó esas declaraciones e hizo una interpretación incorrecta, corre por su cuenta”, dicen. El Presidente no lo perdona.

En el Gobierno creen que, más allá de las denuncias, Lijo conseguirá los dos tercios de los votos para entrar a la Corte, al igual que García Mansilla. Y que, de esa manera, Lorenzetti podrá equilibrar el peso de la balanza inclinado hacia Rosatti desde que él dejó la presidencia, en el 2018.

En el Palacio de Tribunales aseguran que Milei no debe confiarse. “No se puede soslayar la doctrina Petracchi”, dicen con sorna sobre los supuestos dichos del ex ministro que falleció en el 2014. “Lo primero que tiene que hacer un juez es traicionar a quien lo puso”, habría sentenciado el hombre que fue sometido a juicio político en el 2002. El último ejemplo es el del actual presidente del máximo tribunal, Rosatti, que fue nombrado por Mauricio Macri y en su primera sentencia de relevancia votó en contra de los intereses del entonces presidente. “Me arrepiento”, escribió el fundador del PRO en su biografía sobre haber postulado al magistrado santafesino.

Tanto el Gobierno como Lorenzetti deberán prestar atención a que la máxima de Petracchi no se cumpla. Milei se metió de lleno en la batalla de la Corte. Y quiere crear su propio bando.

Tras su exitoso trabajo como abogado, Mariano Cúneo Libarona va  por el bronce. Pero en el ministerio debe hacer méritos constantemente: pocas cosas llevan su sello. El secretario de Justicia, Sebastián Amerio, trabajó en la Corte y tiene línea directa con el Palacio de Justicia, y eso genera recelos. Pero además, el jefe de la cartera no pudo postular a ninguno de los nombres que se barajan para completar las vacantes en el máximo tribunal. Aún así, debe militar sin concesiones a Ariel Lijo y a Manuel García Mansilla. De hecho, en el entorno de Milei hicieron renunciar al jefe de Gabinete de Cúneo, Diego Guerendiain, que es amigo personal del titular de la cartera. Libarona goza de la confianza de Milei, pero trabaja en soledad en su propio ministerio./Carlos Claá

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