El jugador del seleccionado argentino de fútbol Ángel Di María advirtió que “hubo cosas graves” que lo hicieron desistir de su regreso a Rosario Central, como había prometido. En una entrevista, el futbolista reveló que además de los disparos y mensajes amenazantes que recibió en su casa en el country Miraflores, en Funes, también ocurrió otra intimidación que nunca fue denunciada y causó estupor: le enviaron a la inmobiliaria de su hermana “una caja con la cabeza de un chancho” que tenía “una bala en la frente”, y una nota que decía –según detalló- que si volvía a jugar a Rosario Central “la próxima cabeza” sería de su hija.
En un reportaje que le dio en Rosario al periodista Juan Pedro Aleart, de Canal 3, Di María admitió que “fueron demasiadas cosas para tomar esta decisión –la de no regresar a Rosario-, no son papelitos solamente, hubo tiros y cosas graves”.
“Hubo una amenaza en el barrio de mis papás, que salió en todos lados, y simultáneamente hubo otra amenaza en la inmobiliaria de mi hermana, que no salió a la luz porque mi hermana y mi cuñado se asustaron y no denunciaron. Era una caja con una cabeza de chancho y una bala en la frente, y una nota que decía que si yo volvía a Central, la próxima cabeza era la de mi hija Pía. También nombraban a [Patricia] Bullrich y [Maximiliano] Pullaro, que querían que se fueran”, contó Di María.
Y agregó: “¿Cómo voy a pedir yo seguridad cuando en Rosario pasan tantas cosas? ¿Cómo voy a pedir eso cuando a los rosarinos nos matan como si nada? Es una falta de respeto que se hable de seguridad y protocolos para mí cuando los rosarinos no pueden salir a trabajar, no pueden esperar el colectivo sin que les roben, cuando los matan por una mochila. ¿Cómo voy a pedir yo eso? Quisiera y deseo que haya seguridad para todos”.
Las declaraciones de Di María se produjeron después de que la Justicia detuviera el jueves de la semana pasada a dos narcobarras de Newell’s, que habrían sido quienes financiaron y planearon esta serie de amenazas contra el jugador. En Rosario las barras de los dos clubes tienen una particularidad, como reveló LA NACION en un extenso informe en 2016. Las facciones de ambos clubes rosarinos se enredan para rediscutir los liderazgos, entre interrogantes y sorpresas; la territorialidad crece desde la tribuna; Rosario es un polvorín, sus barras están vinculados a los principales grupos criminales, como la banda de Los Monos, que provocaron desde hace más de una década esta ciudad tuviera una tasa de homicidios cuatro veces más alta que el promedio nacional.
En esta trama hay dos hipótesis que se cruzan, o cumplen dos objetivos, según señalaron los investigadores. Por un lado, buscaron provocar conmoción social al amenazar a un jugador del seleccionado nacional, en reclamo por los mayores controles en las cárceles que enfrentan los grupos narcos. Y por otro, hacer desistir a Di María de que vuelva a Rosario Central, como había prometido.
El contexto en el que se realizaron las amenazas contra Di María fue particular. Se concretaron días después de que Rosario sufriera una serie de ataques “narcoterroristas” que provocaron la muerte de cuatro trabajadores elegidos al azar. Esta situación inédita causó una conmoción tal, que la ciudad quedó durante varios días paralizada, sin servicio de transportes y con todos los comercios cerrados. Esta crisis desembocó en que el Ministerio de Seguridad de la Nación reforzara la presencia de fuerzas federales. Se comprobó que quienes planearon estos ataques fueron narcos presos en penales provinciales y federales. En el gobierno santafesino creen que Esteban Alvarado fue quien planeó todo.
En abril de 2022, una funcionaria del Ministerio Público de la Acusación aseguró que Alvarado le había enviado a su casa la cabeza de un perro dentro de una caja. Después, su residencia fue baleada. Esta funcionaria investigaba las inversiones y empresas que tenía el narco, cuyo contador era el mismo que tenía el juez federal Marcelo Bailaque.
Por ahora, no hay relación entre los dos hechos, pero sí un contexto que los une: el malestar de los grupos narcos por las medidas que se implementaron en las cárceles tanto provinciales como federales. Las fuertes amenazas que recibió Di María se enmarcan en ese escenario, según delinean en el gobierno.
La detención de los dos barras de Newell’s la semana pasada aporta certezas de que la banda de Los Monos tuvo que ver con esta serie de amedrentamientos contra Di María, para hacer desistirlo de que vuelva a Rosario. La banda de Los Monos domina el brazo violento de la hinchada de Newell’s desde hace casi una década.
El fiscal Pablo Socca ordenó la detención de Alejandro “Rengo” Ficcadenti y Sergio Di Vanni, luego de que en los peritajes de los teléfonos de otros detenidos aparecieran estos barras mencionados. “Usamos la figura de intimidación pública porque, en ese momento, se sucedían todos los días acciones de dejar carteles y balaceras con amenazas en distintos lugares. El cartel que dejaron en la puerta del country de Di María incluía la amenaza al gobernador Maximiliano Pullaro. Por eso, una de las hipótesis era generar un reclamo por el endurecimiento de las condiciones de detención que sufrían la mayoría de los presos de alto perfil”.
Entre las hipótesis figura que las amenazas a Di María le iban a servir a “Rengo” Ficcadenti, uno de los detenidos, para ganar consenso en la tribuna leprosa para asumir el liderazgo absoluto de la barra, con el aval del presidente Ignacio Astore, que tuvo un comportamiento vidrioso cuando la banda de Los Monos exhibió una gigantesca bandera el 24 de junio del año pasado, durante la despedida de Maximiliano Rodríguez.
En ese partido participaron varios jugadores del seleccionado nacional, entre ellos, Lionel Messi y Di María. Ficcadenti sería quien tendría el camino allanado con el aval de un sector de la dirigencia del club para asumir el nuevo liderazgo de la barra. Los crímenes en torno a la conducción de la hinchada leprosa se repiten desde hace una década, cuando la banda de Los Monos comenzó a tener una influencia determinante a partir de un uso de la violencia extrema.
El “Rengo” Ficcadenti, vinculado al líder de Los Monos, Ariel Máximo “Guille” Cantero, fue imputado en 2022 por el crimen del exjefe de la barra Nelson “Chivo” Saravia, a quien ejecutaron en octubre de 2021 con una ametralladora en presencia de niños de 8 y 13 años. Luego, “Rengo” quedó en libertad por decisión de la jueza Gabriela Sansó.
Esa magistrada sufrió un atentado en 2018, en una casa donde vivió su familia. Se interpretó como un mensaje intimidatorio contra la funcionaria que debía analizar las condenas contra 17 acusados de la banda de Los Monos de atacar a balazos 11 residencias de jueces y edificios judiciales.
El viernes pasado, una vocal de la comisión directiva de Mewell’s, María Fernanda Corte, sufrió un atentado con nueve balazos en su casa. Este ataque tiene relación con la tensión que hay en la institución por los reacomodamientos de la barra.
Ficcadenti está acusado de planear el crimen de Saravia junto a Guillermo “Ojito” Sosa, que está detenido y por eso, su exladero, ahora pretende ejercer el liderazgo operativo de la barra.
La intimidación contra Di María tendría como motivación que desistiera de regresar a Rosario Central para disputar la Copa Libertadores, como evaluaba el jugador. Después de ganar la Copa América, Di María comunicó a las autoridades del club que no iba a volver a ponerse una camiseta canalla. El presidente del club Gonzalo Belloso confirmó esta semana que “Fideo” iba a seguir en el Benfica de Portugal y no regresaba a Rosario porque “no siente las garantías de seguridad para él ni para su familia”.
Luego de conocerse la decisión, el gobierno de Santa Fe salió a advertir que “hay protocolos vigentes para garantizar la seguridad” del jugador. Maximiliano Pullaro, mandatario de Santa Fe, consideró que respetaba la decisión del jugador y su familia, pero explicó que las personas con exposición pública, como futbolistas internacionales o funcionarios, deben ser conscientes de que no tienen “una vida normal” y que deben “perder márgenes de libertad”.
La sospecha es que Ficcandenti fue quien estuvo detrás de las intimidaciones contra Di María como una especie de plataforma para tener consenso en la tribuna leprosa. El 25 de marzo pasado, desde un auto Renault Megane color gris dos personas dispararon al aire y arrojaron un cartel intimidatorio dirigido al padre del jugador que vive en el country Miraflores: “Decile a tu hijo Ángel que a Rosario no vuelva más porque, sino le cagamos matando un familiar. Ni Pullaro te va a salvar. Nosotros no tiramos papelitos. Plomo y muertos tiramos”.
El 3 de abril pasado, fueron imputados Pablo Acotto, de 35 años, y Sara Gutiérrez, de 23 por haber tirado un escrito amenazante dirigido a Di María. Para el fiscal Pablo Socca, el hecho –al que calificó de intimidación pública– buscaba “infundir temor y generar conmoción en la población”. Y enmarcó la intimidación en la coyuntura que atraviesa la ciudad desde diciembre, donde se cometieron homicidios de trabajadores al voleo y a diario aparecen amenazas al gobierno.
La investigación se profundizó para detectar quiénes habían planeado esta amenaza que generó una fuerte repercusión en el país y en el exterior, por tratarse, la víctima, de un jugador del seleccionado argentino.
En uno de los lugares allanados quedó demorado Marcelo “Colo” Rubattino, apuntado como presunto integrante de esa facción de la barra. La policía incautó allí 2.000.000 de pesos y tres teléfonos. En otras casas inspeccionadas se encontraron, entre otras cosas, 17.598.000 pesos y celulares. Además, fue demorada una dirigente del Sindicato de Empleados Municipales, que sería la pareja de Ficcadenti, aunque esta mujer no está involucrada en la investigación por las amenazas a Di María.
Fideo quedó envuelto en una maraña de violencia que desde hace tiempo envuelve a la barra leprosa. La irrupción de Los Monos en Newell’s solo dejó sangre. Hay temor de que los reacomodamientos políticos activen el sicariato para solucionar las tensiones internas en la barra, como ocurrió en 2016, cuando se produjeron cinco crímenes.