“Salí a correr por el vial costero del Río de la Plata, y me sorprendí con una triste imagen: la marea baja dejaba ver decenas de botellas de plástico acumuladas entre la espuma y la tierra negra de la costa”, recordó Malcolm Rendle sobre el día de 2017 que le cambió la vida.
El emprendedor nacido y criado en el bajo de San Isidro acababa de volver de vivir un tiempo en Barcelona, “donde ya había cinco tachos para separar los residuos, cuando en la Argentina apenas se hablaba de reciclaje”. Por eso, se le ocurrió crear una marca de anteojos de sol hechos con plásticos reciclados,Bond Eyewear,con la idea de “abrir los ojos de las personas” sobre la problemática y la importancia de cuidar el planeta.
“El principal desafío sigue siendo abrirles los ojos a las personas respecto a la contaminación por plásticos y, tal como el nombre de marca indica, generar un ‘vínculo’ entre los consumidores y el ambiente”, dijo el emprendedor.
Rendle se dedicaba al marketing y tuvo que adentrarse tanto en la temática del reciclaje y la economía circular como en la industria de las gafas. Con sus ahorros, se compró una impresora 3D y comenzó a triturar botellas de plástico y diseñar sus primeros modelos. “Tardaba unos 40 minutos en hacer un armazón, me la pasaba en casa imprimiendo e imprimiendo, hasta 12 pares por día”, explicó.
Para incentivar el reciclaje, se le ocurrió ofrecer un descuento de 2% por cada kilo de plástico domiciliario que le traían sus clientes. “Con 50 kilos, se llevaban unas gafas sin cargo. Eso de pagar con plástico es una idea que seguimos manteniendo hasta el día de hoy”, dijo Rendle.
“La idea es incentivar las prácticas de reciclaje y hacer reflexionar sobre la cantidad de residuos plástico que generamos. No se puede ir en contra de una industria tan grande como la es la del petróleo y la del plástico, pero tratamos de educar y atacar el problema más arriba, para que el plástico no termine en los ríos y océanos”, afirmó Rendle.
Siete años después, la impresora fue relegada a simple pieza de exhibición en su oficina. Hoy en día los 800 pares de anteojos que Bond produce por mes son fabricados en una planta, con moldeo por inyección y corte CNC de 5 ejes. Para fabricar un par de anteojos se necesita una botella plástica, y Rendle calcula que ya lleva recicladas y convertidas en accesorios unas 70 toneladas de plástico.
Rendle se asoció con una de las principales plantas de reciclado del país y estima en 130.000 kilos la cantidad total de plásticos que le llevó con su emprendimiento, que supera su producción. “Nosotros usamos una parte ínfima de lo que conseguimos y el resto queda a disposición para otras industrias”, dijo.
El emprendedor incursionó además en los biomateriales y desarrolló otra línea de anteojos hechos con resinas vegetales que son totalmente biodegradables y compostables. “Esto demuestra que se puede fabricar algo desde cero sin afectar a las próximas generaciones”, comentó.
Al meterse en el rubro de las ópticas, Rendle descubrió otra fuente de contaminación. “Los armazones que probamos tienen una lentilla de plástico que se saca y se tira cuando se le pone la graduación. Eso multiplicado por la cantidad de ópticas y la cantidad de armazones que se venden al año, es un número exorbitante. En la Argentina son 220 mil kilos al año, según un estudio que hicimos”, reveló. Por eso, armó una red de ópticas sustentables que recolectan las lentillas y luego Rendle las recupera cuando les entregan su mercadería. “Las procesamos y transformamos en productos de la marca, entonces también estamos generando valor a partir del rubro óptico”, sostuvo.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), anualmente se producen en el mundo más de 400 millones de toneladas de plástico y apenas el 9% de los desperdicios es reciclado.
Se estima además que cada año llegan a los océanos unos 11 millones de toneladas de residuos plásticos, que causan la muerte de un millón de aves y 100.000 animales marinos por año. El plástico puede tardar hasta 500 años en degradarse y cuando lo hace, forma microplásticos que están en todos lados: desde las heces de focas de la Antártida hasta en nuestra sangre.
Cada argentino produce 55 kilos de desechos plásticos al año, y según datos del CEAMSE, los residuos plásticos representan el segundo grupo de importancia (18,82 %) de los residuos sólidos que reciben en el AMBA y Gran La Plata. Por eso es clave su valorización y reinserción en el circuito productivo. La Cámara de la Industria de Reciclados Plásticos (CAIRPLAS) afirma que se reciclan en el país cerca de 258.000 toneladas anuales de plásticos.
Los lentes también son accesorios de moda y la moda es una de las industrias más contaminantes del planeta. Para tratar de “romper el círculo vicioso del fast fashion” y reducir el impacto de su marca, Malcolm decidió tomar como parte de pago los modelos viejos de su marca que le traen sus clientes. “Para evitar que se quede en un cajón, ese producto lo volvemos a valorizar, le sacamos las bisagras, le sacamos todas las partes que se pueden reciclar, lo trituramos en frente de la persona y creamos otros anteojos con ese material”, sostuvo.
Además, el emprendedor apunta a las colecciones cápsula -muchos modelos distintos, pero pocas unidades- para “generar más variedad que cantidad y darles a los clientes un sentimiento de exclusividad”. También trabaja en la creación de otros productos, como bolsos y camperas de poliéster reciclado, y hasta hizo los pisos de su local de San Isidro con un desarrollo propio de terrazo sustentable, que mezcla cemento blanco con plástico triturado.
Por su labor, Rendle fue elegido como Joven empresario 2024 en los premios Ciudad Productiva Joven que organiza la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (FECOBA), junto a la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) y la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), siendo ganador en todas las categorías de Impacto Social, Creatividad y Diseño, Relevo Generacional, Desarrollo Empresarial, Innovación y Tecnología e Internalización.
“Fue muy lindo porque fue una convocatoria en la que participaron unos 60 proyectos con un nivel altísimo. Haber competido y ganado entre tanto talento argentino es un orgullo muy grande, y me da la pauta que hay que seguir apostando este tipo de productos con historia y hacer parte a los clientes”, sostuvo.
Rendle sigue corriendo a diario en la orilla del Río de la Plata, de hecho hasta vive en frente del agua. “Veo la cantidad de plásticos y botellas que hay y combatir eso es muy difícil. Si bien sé que con Bond no voy a cambiar el mundo, espero contagiarle al otro que le moleste ver esa botella flotando. Porque si le molesta a la larga va a hacer algo contra eso, es una cuestión de tiempo. Pero bueno, el tiempo apremia”, dijo.
Sin embargo, el emprendedor no pierde la esperanza de que se pueda “inspirar a otras personas y empresas a construir un futuro más sostenible, porque entre todos el cambio es posible”.