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Crisis de consumo e inflación amesetada

La baja del Impuesto PAIS cumplió ya un mes y al lanzarlo el Gobierno lo expuso como una medida que tendría un impacto directo sobre los precios de algunos productos, aunque su foco estaba puesto casi de forma exclusiva en el efecto que tendría sobre los alimentos.

«Que se note», fue el pedido que el ministro de Economía, Luis Caputo, le había hecho, sobre todo, a los supermercadistas al momento de anunciarles la baja de 17,5% a 10% de la alícuota del Impuesto PAIS, algo que el oficialismo pretendía que se viera de forma clara en las góndolas.

Pero a poco más de un mes de esa rebaja -que arrancó con septiembre- los efectos deseados no llegan. Esto tiene que ver en buena parte con que el nivel de consumo no solo no repunta, sino que también cae. Según cálculos privados, en septiembre el movimiento en supermercados tuvo una baja cercana al 20% en comparación contra el mismo mes del año pasado, en tanto que los propios comercios hablan de un retroceso que rondó el 15%.

Este escenario desembocó en una cuestión central. Al no crecer las ventas, el nivel de rotación de los productos tampoco se mueve, es decir que la gran mayoría de la mercadería que hoy está en venta es la que fue producida o comprada (en el caso de los productos 100% importados) cuando la alícuota del Impuesto PAIS todavía era de 17,5%, es decir que no habría en esos casos argumentos para pensar en una baja de precios.

En la industria dicen que, con este lento nivel de rotación, los productos con real impacto de la baja de la alícuota del PAIS no se verá hasta entrado 2025.

«Se trae poco porque se vende poco. Todavía no hay tanta rotación. Lo poco que ingresa a la venta al público sí entra con la implementación de la nueva tasa; pero tampoco es que vemos un impacto fuerte», afirmaron fuentes del sector.

Ese impacto fuerte que no se ve tiene que ver con dos cuestiones. La primera, justamente con esa falta de rotación de productos. La segunda, con que el impacto real de las importaciones en la mayoría de los productos llega al 10% del precio final (salvo aquellos que son traídos ya terminados del exterior), por lo que tampoco se puede esperar una baja de precios que se alejen demasiado del 3% o 4%.

Lo que está en juego ahora es el nivel de inflación con el que cerrará septiembre. Se sabe, la obsesión del Gobierno es romper de una vez por todas el 4% mensual, algo que no viene logrando. Y más allá de que esta marca -que ya es más psicológica que clave para que cambie realmente la economía- se rompa o no, lo cierto es que no se espera que se cumpla el objetivo de la inflación cero de la que varias veces se habló desde el Gobierno.

Algunos privados hablan de que la nueva meseta se daría entre el 3% y el 3,9% en los próximos meses, pero lo que sigue preocupando es cuál será el comportamiento del consumo.

Tanto para la industria como para el comercio, el trimestre que acaba de arrancar -el último del año- es clave para el cierra de 2024. Sobre todo por el peso fuerte que tienen las fiestas de fin de año, entre octubre y diciembre se vende el 40% del total anual. «Si no llegamos a esa cifra entonces será una pésima noticia; y hoy no tenemos indicios respecto de una reactivación», apuntaron desde la industria.

En principio, casi que dan por hecho que el nivel de consumo de fines de 2024 no se acercará al de 2023, en primer lugar por el flojo momento actual, pero además porque el año pasado -con la mirada en elecciones de por medio- se le había dado un impulso especial.