Europa mira con aprehensión a las urnas estadounidenses. Cuando los europeos se despierten el miércoles probablemente sabrán quién será el nuevo presidente estadounidense. Si gana la continuidad que representa Kamala Harris o si vuelve a la Casa Blanca el agitador reaccionario de Donald Trump, una pesadilla para Bruselas y la mayor parte de las capitales europeas, aunque ya son un puñado los países del bloque controlados por ultraderechistas que aplaudirían al magnate.
Más allá de esos dirigentes, como el húngaro Viktor Orban, el eslovaco Robert Fico o la italiana Giorgia Meloni (la más discreta de todo ese grupo en este asunto), Berlín, Bruselas, París, Londres o Madrid esperan que todo siga como hasta ahora, que gane Harris, porque la victoria de Trump llevaría a una crisis de seguridad y comercial no vista en décadas.
La Comisión Europea intenta preparar al bloque desde hace meses para la eventualidad de la vuelta de un Donald Trump que dejaría caer a Ucrania, generando una crisis de seguridad en Europa con los rusos, dentro de unos meses, avanzando hacia Kiev.
Bruselas puso en marcha un grupo de trabajo que prepara escenarios y que dirige un funcionario español. El próximo comisario europeo de asuntos económicos, el letón Valdis Dombrovskis, ya dijo esta semana que la UE está “reforzando la resiliencia de la economía europea y fortaleciendo sus capacidades de Defensa porque, en general, estamos viviendo en una situación geopolítica más fragmentada”.
Maros Sefcovic, eslovaco y próximo comisario de Comercio, dijo por su parte que quiere mantener buenas relaciones con Washington sea quien sea el presidente, pero “al mismo tiempo, estaremos listos para defender nuestros intereses si tenemos que enfrentar un escenario disruptivo”.
Durante el primer mandato de Donald Trump hubo imposición cruzada de aranceles entre Washington y Bruselas, una guerra comercial limitada que empezó Estados Unidos y la UE respondió golpe a golpe. Pero nadie en Bruselas, entre las fuentes consultadas estos días, cree que se vaya a ese escenario si gana Trump, sino a uno mucho peor.
Más allá de las consecuencias a corto plazo, el eventual regreso de Donald Trump a la Casa Blanca relanzaría los grandes debates existenciales sobre la Unión Europea. Una victoria de Kamala Harris sería más tranquilizadora para las relaciones transatlánticas, pero sin disminuir la urgencia de temas como la “soberanía europea” y “autonomía estratégica” (ir reduciendo la dependencia de Estados Unidos en asuntos como seguridad y Defensa).
Los líderes europeos se reunirán este jueves en Budapest en una cumbre informal (debate político sin decisiones legalmente vinculantes, al contrario que las cumbres que se celebran cuatro veces al año en Bruselas) en la que discutirán los resultados de las elecciones estadounidenses.
Sobre la mesa hay preguntas que no tienen respuesta fácil. ¿Qué harían los europeos si un Donald Trump presidente decide abandonar a Ucrania? Los europeos pueden sostener a Kiev financieramente pero su suministro de armas no cubre ni la mitad de lo que necesitan los ucranianos.
Y, como decía la semana pasada el ‘canciller’ europeo Josep Borrell, a la guerra se va con armas, no sólo con billetes. Algunos países, sobre los bálticos o Polonia, no quieren dejar caer a Ucrania porque temen ser los siguientes. Otros, como Hungría, Eslovaquia o incluso Italia, desean dejar de apoyar a Kiev cuanto antes mejor.
En Budapest los líderes europeos deben también discutir un plan para hacer que la economía europea no se vea aplastada entre el dominio mundial tecnológico y militar de Estados Unidos y China.
“Un plan para no morir”, como dijo el presidente francés Emmanuel Macron. Lo harán siguiendo dos informes que intentan diseñar el futuro económico europeo. Los dos redactados por dos italianos, los dos ex jefes de Gobierno: el socialdemócrata Enrico Letta y el inclasificable, pero en realidad liberal Mario Draghi.
Son dos informes que, de aplicarse unidos, serían la base de un cambio de paradigma económico en Europa. Algunos diplomáticos dicen que una victoria de Trump aceleraría esa transformación, pero la mayoría cree que es mejor no tentar a la suerte y que la crisis de seguridad que conllevaría la caída de Ucrania lo ensombrecería todo.