Todos los años, en el tiempo de la cosecha de la caña de azúcar cuando las fábricas azucareras comienzan a moler, los olores nauseabundos envuelven a la capital tucumana y alrededores.
Es una costumbre que los capitalinos deban soportar un olor espantoso y nauseabundo que invade todos los lugares y vuelve desagradable a todos los ambientes.
Los que están sospechados son los ingenios que derraman la vinaza sin tratamiento a cielo abierto jodiéndole la vida a los vecinos. Específicamente los que producen alcohol.
Cansa tanta impunidad con que producen este malestar a miles de familias que deben soportar esta agresión y violencia a causa de la desaprensión y la negligencia.
Por qué hay que resignarse a este espanto. Por qué no se acaba de una vez por todas esto. Qué hacen las autoridades para frenar esta afrenta gratuita.
No puede el sector azucarero tener esta actitud. La vinaza tiene un olor tan desagradable que arruina cualquier reunión ya sea al aire libre o dentro de los domicilios particulares, porque se filtra por cualquier rendija o mínimo espacio.
Se experimenta la sensación de vivir en medio de un basural inhalando el asqueroso y repulsivo olor que emana de la vinaza. Algo que contradice eso de ser el Jardín de la República.
La contaminación por malos olores genera diversos malestares a la salud en las personas que están expuestas a ella. Entre los más comunes, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, se encuentran dolores de cabeza, insomnio, náuseas, vómito, problemas respiratorios y estado de ánimo negativo, entre otros.