Domingo Cavallo tiene varias características personales. Una que incluso sus críticos más acérrimos podrían reconocer es que siempre tuvo el cuero duro, rasgo típico de alguien que en un momento fue uno de los hombres más poderosos del país. Carga en su espalda haber sido el padre de la Convertibilidad, el proceso económico que tuvo sus mieles pero que terminó con Argentina envuelta en una megacrisis con muertos en las calles. Fue también el primer político en denunciar públicamente el emporio de Alfredo Yabrán, en 1995, en tiempos en que salvo esta revista nadie se animaba ni siquiera a pronunciar el nombre de ese empresario mafioso. Luego “Mingo” tuvo que vivir, las últimas dos décadas, con la fama de haber sido uno de los responsables de una de las grandes catástrofes modernas, lo que en este suelo significa lidiar casi a diario con insultos, acusaciones y también escraches. Todo eso es parte del repertorio de su vida, y se podría decir que está acostumbrado a esos roces. Sin embargo, al economista ahora le recorre una fría sensación, algo que rara vez experimentó: Domingo Cavallo tiene miedo. Específicamente, le tiene miedo a Javier Milei.
No es una manera de decir. El ex superministro de Carlos Menem venía sintiendo el aliento en la nunca, sabiendo que estaba en la mira del Presidente y del Gobierno simplemente por atreverse a opinar. Sus temores se acrecentaron a lo largo de todo el año pasado, cuando vio que dos funcionarios cercanos a él -uno, directamente, entró por recomendación suya- fueron eyectados de mala manera. Y ahora, esa sensación se confirmó luego del último raid mediático que tuvo el mandatario contra él, que incluyó, como una vendetta personal, expulsar a su hija, Sonia, de su cargo como embajadora en la OEA. Y Cavallo sabe lo descontrolada que es la furia del libertario porque fue, en varios sentidos, el padre de la criatura. Pero la apuesta, como le sucedió al doctor Víctor Frankestein, se le volvió en contra. Y ahora Milei decidió, en términos de Freud, “matar” a su padre, romper con eso que los padres representan y, en especial, adueñarse de su legado.
En los últimos tiempos todos los que se juntaron a hablar de actualidad con Cavallo, y lo escucharon marcar algunas críticas al plan económico, se llevaron una frase muy parecido al final de la charla. “Por favor, te pido que todo lo que acabás de escuchar lo mantengas en estricta reserva. Javier es muy cruel”. Esa palabra, que incluso llegó a la tapa de este medio -“psicología de la crueldad, el goce de Milei”, en octubre- parecería ser una que define bien a este momento histórico y a este gobierno. El caso de Cavallo lo atestigua.
La relación que lo unía con Milei era, en principio, de admiración profunda de parte del libertario, casi rayando la devoción. “El mejor ministro de Economía de la historia”, “el mejor economista de la historia”, “para mí es un honor hablar con él”, “fue el único que domó la inflación”, “fue estigmatizado por la política que nunca le pudo perdonar los muchos curros que aniquiló”, eran algunas de las frases que solía usar el Presidente, que con regularidad subía a sus propias redes los análisis que hacía Cavallo y hasta algunas veces lo “entrevistó” en su canal de Instagram. Ese fervor venía aparejado al que Milei le tuvo siempre al gobierno de Carlos Menem, de quien hoy se declara como una especie de continuación histórica. Cavallo, por otro lado, recibía todos estos elogios con agrado y se podría decir que hasta lo tomó como una especie de pupilo.

Este vínculo estrecho se notó en cómo el ex ministro apadrinó la candidatura del libertario, aún en una época en la que, como suele recordar con saña el propio Milei, casi todos lo veían apenas como un “fenómeno barrial”. En septiembre del 2021, en su primera campaña electoral, Cavallo lo llenó de elogios. “Lo veo muy bien. Las ideas que pregona son las ideas correctas”, dijo en varias entrevistas. Estaba alimentando al propio perro que después le iba a morder la mano.
Al año siguiente, con Milei ya diputado, la trama se iba a poner un poco más espesa. Es que, más allá de que participó como orador estrella en un evento que hizo Milei en el teatro Broadway -“el fin de la inflación”, acto que luego el libertario desgrabó textual y lo convirtió en un libro-, el empuje de Cavallo iba a ser mucho más directo. En el 2022 hizo su entrada a La Libertad Avanza Carlos Kikuchi, que fue hasta el final del 2023 un actor central de ese espacio. Él llegó a manejar el armado nacional junto a quien se convirtió en su jefa, Karina Milei, y confeccionó las listas a lo largo y a lo ancho del país. Las personas que hoy integran el bloque oficialista en el Senado y en Diputados pasaron por el filtro de Kikuchi, que, salvando las distancias y los roles, fue el predecesor de Santiago Caputo en uno de los vértices de aquel “triángulo de hierro”.

Kikuchi, hoy senador bonaerense enemistado con el gobierno nacional, era un viejo operador noventista que había sido el jefe de prensa de Cavallo cuando era superministro. De hecho, en el espacio juraban que “el Chino” -en verdad hijo de un embajador japonés- había llegado como un enviado del ex ministro, en una especie de apoyo o bendición al proyecto libertario que en aquel momento recién estaba arrancando. Consultado por el autor de esta nota, a mediados del 2023, Cavallo no negó haber estado detrás de la aparición de Kikuchi.
En el último tramo de la campaña presidencial, ese vínculo se iba a intensificar aún más. No sólo porque Cavallo salió, en la previa del ballotage, en varias notas a aclarar que apoyaba al libertario -“lo voy a votar y si puedo lo voy a ayudar a que pueda llevar adelante sus ideas, es quien puede producir el cambio en la dirección que se necesita”-, sino que hizo varias cosas más. Colaboró en situaciones que en público no se vieron. En principio, fue quien contuvo, tanto a nivel logístico como emocional, a Demian Reidel. Eso sucedió cuando Milei ya había ganado las elecciones, pero estaba a veinte días de asumir y no tenía ministro de Economía.