La seguridad digital es una preocupación creciente para las familias. Los riesgos en línea son muchos: pérdida de privacidad, ciberacoso, suplantación de identidad, fraudes, exposición a contenido inapropiado e impacto en la autoestima, el sueño y la atención. Los malestares emocionales vinculados al abuso en la conectividad también están en alza en los jóvenes: ansiedad, depresión, soledad, autolesiones e ideación suicida.
El psicólogo social norteamericano Jonathan Haidt en su libro ‘La generación ansiosa’ (2024) plantea que quienes nacieron después de 1995 y vivieron su adolescencia entre 2010 y 2020 presentan niveles de ansiedad nunca vistos en la historia, incluso en períodos complejos como las grandes depresiones económicas o las guerras mundiales.
El autor plantea que ahora se combinan dos fenómenos: la aparición de los celulares y las redes sociales (a su criterio más adictivas que el tabaco y la heroína porque son impuestas socialmente), y los estilos de crianza sobreprotectores. “La sobreprotección en el mundo real y la infraprotección en el virtual son las principales razones por las cuales los niños nacidos a partir de 1995 se convirtieron en la generación ansiosa”, dice.
Perfil Córdoba consultó a expertos en tecnología, ciberseguridad, protección de datos e inteligencia artificial para saber qué medidas aplican con sus propios hijos (o cómo lo harían si los tuvieran) en el mundo tecnológico. Matías Cuenca Acuña es doctor en Ciencias de la Computación. Trabaja en ciberseguridad e inteligencia artificial y tiene dos hijos, de 14 y 17 años.
“Hay que demorar la entrada al celular conectado porque supone el riesgo de meter a otras personas dentro de tu casa”, dice Cuenca. En su familia aplicaron esa estrategia hasta que apareció la necesidad de comunicarse. Pero en ese caso, era “el celular de la casa” y estaba en la cocina.
Retrasar el ingreso del mundo de internet al hogar no significa que no haya tecnología, apunta. Puede haber tablets, teléfonos no conectados donde las aplicaciones las instala y controla un adulto. También, películas. “Es un escenario donde hay tecnología, pero donde el contenido está pre decidido, como cuando uno elige qué juego de mesa o libro meter en su casa”, refiere.
Cuenca explica que cuando los hijos comienzan a tener acceso a internet es necesario mediar, supervisar y acompañar. En ese escenario, las herramientas de control parental son útiles, igual que las rueditas de una bicicleta. Es como un “salvavita”.
“Las herramientas de control parental tienen mecanismos como el toque de queda. Yo lo uso con mi hijo; a las 9 de la noche el celular se traba los días de semana porque tiene que dormir para ir al colegio”, explica. Otra funcionalidad es la cantidad de horas por día de uso del celular. En su caso: una hora diaria.
Cuando son chicos, los filtros de contenido permiten que el adulto indique qué es apto. Hay aplicaciones nunca permitidas, siempre permitidas y controladas. “En mi caso, las siempre permitidas son las de comunicación, WhatsApp siempre está permitido. Nunca permitidas: TikTok, muy adictiva, Y controladas: Youtube permitida una hora por día”, enumera. Dentro de las siempre permitidas hay juegos como ajedrez o apps de estudio.
Otra sugerencia es compartir la ubicación con los padres por si se pierde el celular o para saber dónde están. En relación a eventos que puedan alterar la seguridad o “casos de ataque”, como el robo del dispositivo o uso indebido de las cuentas por parte de terceros, hay mecanismos que pueden impedir o mitigar el daño: activar el segundo factor de autenticación en WhatsApp y el código PIN en el SIM del celular. “El PIN del celular de los chicos tiene que ser único, no el de los padres. Es común que los amigos sepan el PIN de los chicos. Hay que enseñar que tiene que ser privado”, apunta.
Otra práctica que implementa Cuenca es que su correo es el email de recuperación de todas las cuentas de su familia, lo que ayuda a que si les roban las cuentas hay una instancia para impedirlo o recuperarlas.
Recomendaciones
Enrique Dutra es especialista en ciberseguridad y tiene una hija de 25 años, con quien vivió todos los cambios de la tecnología. “Mi hija empezó a usar la tecnología de manera temprana, no había manera de que no lo hiciera dado que era accesible para su uso en casa. Al principio con restricciones importantes, pero a medida que entró en la adolescencia, las cosas se complicaron por el relacionamiento que tenía con sus pares”, cuenta Dutra.
No había juegos en línea en la casa, sólo la consola habilitada después de terminar las tareas o compromisos. “Jugábamos mucho juntos porque era la manera de incentivarla a usar la tecnología”, cuenta.
Ella empezó a usar dispositivos de captura de imagen digital (hoy es fotógrafa profesional) y comenzaron las recomendaciones.
1) No sacar fotos de niños sin permiso de los padres.
2) No sacarse selfies que comprometieran su identidad y privacidad. En las pijamadas, ser cuidadosa con ella y sus amigas.
3) No subir fotos sin el permiso de sus amigas y etiquetarlas para que ellas aprueben el contenido.
4) Mostrarle que siempre hay alguien del otro lado que podría sacar provecho de sus contenidos en las redes sociales.
5) Ajustar los dispositivos con contraseñas, patrones y todo aquello que evite que otro acceda. “Ella misma luego configuró la opción de selfie si alguien quería usar su celular y se equivocaba en el patrón”, dice.
5) Hacer backup de sus datos. “Esto fue muy útil, ya que lo vivió en carne propia. Un día le robaron el celular en pleno centro de Córdoba y no perdió ninguna foto, chat, nada. Tampoco pudieron acceder a su equipo”, sostiene Dutra. Hoy con sus fotos hace backup a la nube, en disco, etc.
6) Tener siempre actualizados los sistemas operativos de los equipos y su antivirus.