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Hallan en España un documento con la firma de Manuel Belgrano

Le propongo un ejercicio metafísico. Imagine un dirigente educado, honorable e inteligente. Añádale formación en leyes en las universidades más prestigiosas, conocimientos de economía, experiencia jurídica, mercantil y periodística. Es difícil, lo sé; desafía las leyes de la actualidad política, pero haga el esfuerzo. Hagámoslo un poco más inverosímil, si cabe, pensándolo sin los fastuosos inmuebles o empresas a nombre de testaferros, cuentas opacas en el extranjero, dinero escondido en cajas fuertes, causas penales por coimas, asociación ilícita, defraudación al Estado, ni agresiones al periodismo, que hemos naturalizado con mitridática tolerancia a sus contemporáneos colegas. Sin la fanfarronería, vulgaridad, grosería y simpleza intelectual que vemos a diario, y sin autopercibirse el mejor dirigente de la historia, ni una víctima de conspiraciones de poderes fácticos y mediáticos.

Complételo con ideales a favor de la educación pública y gratuita, la industrialización, la igualdad de las mujeres, las políticas agrícolas, forestales y ambientales, que entienda los cambios de su época y esté dispuesto a luchar por una relación más justa con el poder establecido —un woke, en términos actuales—, y que no dude en tomar las armas frente a un invasor extranjero —un fascista xenófobo, también en términos actuales—. Finalmente, que anteponga el bienestar público por encima de la propia hacienda, terminando en la pobreza y el olvido. Una criatura casi mitológica, ¿verdad?

Este hombre inverosímil, más cercano al héroe inmaculado de una novela clásica de capa y espada que a un político, existió. Fue uno de los padres de lo que hoy conocemos como la República Argentina y se llamó Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano —o simplemente Manuel Belgrano, para sus paisanos—; pero antes del mito y del bronce ecuestre, Belgrano fue un joven español de América, un muchacho de voz aflautada, bien parecido, inteligente y ávido por el estudio, que viajó a la madre patria para formarse en las prestigiosas universidades de Salamanca —natura dedit, en su caso—, Oviedo y Valladolid.

Tal vez la faceta menos conocida de este personaje extraordinario sea su paso por España a finales del silgo XVIII. El hallazgo documental que nos ocupa lo ubica en el año 1793, tras completar sus estudios y graduarse en leyes por la Universidad de Valladolid, de colaborar en la defensa de su padre, acusado de malversación de fondos, y a punto de presentar la solicitud para examinarse y obtener la habilitación como abogado en la Real Chancillería de Valladolid. Este organismo de alto nivel judicial, similar al Tribunal Supremo de la actualidad, resolvía las apelaciones de grandes causas judiciales, desde finales de la edad media hasta 1834, contaba con el poder delegado directamente del rey para dictar sentencias en su nombre y su jurisdicción comprendía el norte de la corona de Castilla, desde el río Tajo. En la actualidad, el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid se encarga de custodiar y difundir la documentación del tribunal. Cuenta con el fondo documental más extenso del antiguo régimen que existe en España, más de 15 km lineales de documentación, entre los que se halló el vestigio material que da testimonio del paso del prócer argentino por esta ciudad.Manuscrito. El documento en el que Belgrano solicita su habilitación como abogado, con su firma al pie.Manuscrito. El documento en el que Belgrano solicita su habilitación como abogado, con su firma al pie.Partida bautismal. Dice que Manuel Belgrano, hijo de don Domingo Belgrano Pérez y de doña Josefa González, nació el 3 de junio de 1767. Partida bautismal. Dice que Manuel Belgrano, hijo de don Domingo Belgrano Pérez y de doña Josefa González, nació el 3 de junio de 1767.

Los documentos vinculados a Manuel Belgrano se hallaron dentro de un conjunto de legajos pertenecientes a la documentación de gobierno del propio tribunal, que se mantuvo en forma separada por haber tenido menos interés de los investigadores respecto de la de los procesos judiciales penales, de hidalguía o civiles. Y formaban parte de los más de 2500 expedientes de abogados identificados desde 1720 hasta 1836, que iniciaron su carrera como juristas o abogados en la corona de Castilla. El expediente conserva la solicitud de puño y letra presentada ante el Real Acuerdo por el propio Manuel Belgrano, el 22 de enero de 1793, acompañada de una copia de su partida de bautismo, dos certificados de su graduación en leyes y certificados de pasantías en las que prestó servicios legales a favor del agente fiscal del Consejo de Hacienda, Francisco Clemente, y del abogado Gregorio María Rojo.Archivo de la Real Chancillería, Valladolid. Archivo de la Real Chancillería, Valladolid.

A continuación, el 24 de enero de 1793, el Real Acuerdo ordenaría que se traslade al Colegio de Abogados para ser examinado como jurista, lo cual será comunicado positivamente el 26 de enero. Tras esa comprobación, fue convocado a otra prueba el 28 de enero, demostrando su capacidad con un pleito real del propio tribunal. A los dos días, el Real Acuerdo lo examinará de nuevo, declarándolo con habilidad suficiente para concederle la facultad de usar y ejercer el empleo «de tal abogado como los demás de esta Real Chancillería». Un año más tarde de su incorporación como abogado, Belgrano regresaría a su tierra natal con el nombramiento de secretario del Consulado de Comercio en Buenos Aires, donde comenzará el derrotero hacia la figura política y militar de relevancia que fue.

En la partida bautismal del expediente se añade un dato curioso. La fecha de nacimiento difiere de la que la historiografía oficial cita tradicionalmente como fecha de nacimiento de Belgrano, en el año 1770. La copia que conserva el Archivo de la Real Chancillería indica la fecha de nacimiento tres años antes, el 3 de junio de 1767. Esto llamó la atención de los archiveros de Valladolid y difundieron la noticia con la intención de —atención, historiadores— alentar una investigación o revisión de este punto interesante en la vida del prócer. Y, recientemente, esta documentación ayudó a identificar el acta y la sesión registrada en el libro de actas, donde consta la aprobación del examen de Belgrano ante el órgano de gobierno del Real Acuerdo.

El esfuerzo de personas como Javier Requejo, Subdirector del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, y su equipo, nos permite viajar al pasado para mantener viva la memoria de lo que fuimos. Cada tanto conviene evocar algunos hombres y mujeres de nuestra historia, en comparación a los de los tiempos en que vivimos, aunque a priori parezca un ejercicio sadomasoquista.

Resulta casi balsámico recordar que siempre hubo ciudadanos ejemplares, especialmente en esos días nefastos en los que el cuerpo pide bajar la persiana, cerrar con llave y tirarla al alcantarillado; y entender que las grandes figuras de la historia no sólo nacen, sino que también se hacen. Que fueron y serán jóvenes que estudian, que persiguen la mejor versión de sí mismos, que trabajan y que, si la historia les brinda la oportunidad y su temple lo permite, serán capaces de hacer un servicio por un bien superior o más allá de su tiempo. En algún sitio estarán, pienso, mientras sostengo un trozo de papel amarillento que así lo certifica.