El jueves, estaba terminando el mediodía y la Plaza de Mayo lucía literalmente partida en dos. De un lado de las vallas, hacia el Cabildo, se juntaron las columnas de los sindicatos que eligieron el día de San Cayetano para volver a protestar contra el Gobierno. Más cerca de la Casa Rosada, parece otro país: decenas de turistas aprovecharon el sol para sacarse fotos frente al histórico balcón.
Adentro del edificio, en un clima también de calma, empezaron a registrarse algunos movimientos sintomáticos. El vocero Manuel Adorni se bajó de una reunión pautada por otro encuentro más urgente y el poderoso asesor Santiago Caputo subió rápido una de las imponentes escaleras del palacio. Estaba con lentes de sol, junto a una colaboradora, y saluda amable al pasar.
Minutos después, ya entrada la tarde, se conoció la noticia: Javier Milei había convocado a una cumbre de Gabinete, fuera de agenda, para analizar una situación compleja para el oficialismo.
Unas horas antes, la oposición había conseguido darle media sanción en Diputados a una docena de proyectos que prevés más fondos para universidades y el Hospital Garrahan, entre otros.
Ese mismo día, la Iglesia también había aprovechado el aniversario del patrono del Trabajo para sumarse al reclamo opositor por los jubilados y los discapacitados. Y una ex, Diana Mondino, sin ninguna diplomacia había plantado una duda dañina contra el Presidente. Dijo que la recomendación en X para comprar la cripto $Libra había sido producto de falta de inteligencia o un intento de corrupción.
Este escenario inédito para el Gobierno, donde la oposición avanza más que la libertad, desembocó en la cadena nacional de este viernes, cuando Milei ratificó una de las máximas del rumbo económico: no se toca el déficit cero ni la política monetario y todo lo que quiera torcerlo será vetado. La pregunta siguiente cae por sí sola: ¿tendrá el oficialismo el poder para evitar el rechazo a los vetos?
El parlamentario no es el único horizonte adverso que vislumbran en la Rosada. Como anticipó Clarín, Karina Milei y sus referentes están transmitiendo que no sería descabellada una derrota en la elección bonaerense del 7 de septiembre. El propio Presidente se puso al frente el primer día de campaña con eslogan y bandera provocadora: «Kirchnerismo nunca más».
«En esa elección se juegan todo los intendentes. Para eso la separaron y por eso ellos van a poner todo. No sería raro que perdamos. Igual, no es ningún drama. Y creemos que ellos (por los intendentes) no van a militar la boleta en octubre y ahí podemos ganar la Provincia para los cargos nacionales», especulaba ese mismo jueves ante Clarín un funcionario del Gobierno.
Y hasta dejaba su pronóstico/cábala: «Con Manuel (por Adorni) en la Ciudad, también venía de atrás y luego fue levantando y terminó ganando. En un punto, en Provincia nos conviene que el peronismo se vea ganador».
Los análisis electorales, más que nunca, parecen ensayos prematuros y endebles en mesas de arena. Por primera vez en la historia, la Provincia decidió separar su comicio del nacional. Jugada del gobernador Axel Kicillof para complacer a los intendentes que lo apoyan y para dar señales de autonomía ante los Kirchner (y Massa).
Pero a un mes de la elección local, algunos datos asustan. Una consultora especializada en territorio bonaerense preguntó a los votantes de la Primera Sección (la más populosa) qué se elegía el 7-S: «Gobernador», respondió más del 70%. Cualquiera: se votan «Legisladores provinciales y concejales municipales».
Esos mismos encuestados conocían poco y nada a los dos principales candidatos para esta región: el peronista Gabriel Katopodis y el libertario Diego Valenzuela.
La vicegobernadora Verónica Magario, que encabeza la lista de Fuerza Patria en la Tercera Sección, bastión histórico y empobrecido del PJ, también encargó un estudio. Por un lado, en coincidencia con otros trabajos, ratificó una amplia ventaja contra el excomisario Maximiliano Bondarenko (de LLA). Por el otro, confirmó una tendencia preocupante: sólo el 56% contestó que «seguro irá a votar».
En ese rango, más cerca del 50% que del 60%, se cree que estará la participación bonaerense. La especulación es que podría favorecer al peronismo si es verdad el mito de su maquinaria para movilizar electores. No será fácil. El desinterés en ir a las urnas alcanza también a sectores identificados con el PJ, como las clases más bajas.
A este fenómeno lo cruza un desaliento marcado y de final incierto: la gente no quiere ir a votar porque cree que los políticos no le solucionarán sus problemas cotidianos. Sobre todo en los comicios legislativos.
Un consultor que trabajó con el primer Kirchner y siguió siempre vinculado a este espacio encaró hace poco un estudio cualitativo con jóvenes bonaerenses. Quedó espantado por el desaliento y tres problemas profundos: el desempleo, la salud mental y las adicciones. «Tres temas que no arrancaron ahora, claramente, pero no se ve muy bien la salida», explica.
Esta incertidumbre fomenta movimientos políticos particulares. El intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray, híper crítico del kirchnerismo en general y de Máximo Kirchner en particular, terminó acordando con Fuerza Patria para no arriesgarse a perder peso en su municipio.
Hasta último momento, venía negociando con Somos Buenos Aires (la alianza de peronistas no K y radicales) para colgar su boleta de concejales allí. Pero el matrimonio de Gray con el peronismo K podría ser exprés: el intendente ya se mandó a medir para diputado nacional por fuera de ese espacio, para octubre. Y tan mal no le fue.
Como viene contando este diario, las encuestas de coyuntura vienen marcando una baja en distintos parámetros vinculados con Milei y su gobierno. ¿Ejemplos?
1) Aunque suele ser el de mejor imagen, en muchos estudios el Presidente ya acumula más rechazos (negativa) que apoyos (positiva).
2) Si bien se desinfló la preocupación por la inflación, crece el temor a perder el empleo.
3) Se reciente también un activo muy sensible para la Rosada: las expectativas económicas de mediano plazo, uno de los pilares con los que asumió la gestión libertaria.
«Acá la duda es hasta cuándo durará la luna de miel de la gente con Milei», resume en encuestador de los más consumidos por la política en la actualidad. Por ahora, la mayoría de los analistas pronostica un triunfo libertario en los comicios nacionales de octubre.
Un exfuncionario K, en las antípodas ideológicas de los libertarios, agrega con humor autocrítica opositora: «La ventaja de Milei es que no tiene contra quién perder».
En la Rosada abonan a ambas hipótesis. Confían en ganar en la mayoría de las provincias en las legislativas, pero saben que con la (baja de) la inflación no alcanza: «Lo tenemos claro. Por eso el Presidente habla de cambios de segunda generación, como la reforma laboral y la reforma previsional».
El 27 de octubre arranca otro partido.