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Los dilemas que enfrenta Milei

El Gobierno “porotea”, una vez más, votos que no son propios, pero que necesita para frenar la andanada opositora que sufre desde hace una semana en el Congreso. Javier Milei, aunque nadie en la Casa Rosada lo reconozca, está atado hoy a lo que logre negociar con los gobernadores que armaron el nuevo grupo Provincias Unidas.

Son ellos quienes pueden aportar la decena de votos necesarios para impedir el rechazo a los vetos de Milei sobre las leyes de aumento a jubilados, la extensión de la moratoria previsional y los fondos para discapacidad.

Es curioso, pero no irreal: en este punto se pone en evidencia una vez más la falta de política que los libertarios muestran en el armado de algunas sesiones de Diputados. Muchos de esos gobernadores tienen buena relación con la Casa Rosada desde hace tiempo e inclusive militan en sus provincias ideas de sanidad económica similares a las que sostiene Milei.

Allí están Martín LlaryoraMaximiliano PullaroCarlos SadirIgnacio Torres y Claudio Vidal, aunque en breve debería sumarse también el correntino Gustavo Valdés. Ninguno de ellos reniega del superávit en sus provincias. De hecho, algunos de ellos, y otros que no están en ese grupo como la Ciudad de Buenos Aires o Mendoza, ya habían arreglado sus cuentas públicas mucho antes que la Nación. El problema que sienten todos es la lejanía del poder central que sufren muchos de esos caciques provinciales cuando tienen que hablar de números o de listas, los dos temas que monopolizan hoy la agenda federal. “Cuando no es con Guillermo, todo se complica”, reconoce uno de ellos. Se refiere, claramente, a los problemas que aparecen cuando la ventanilla a la que deben acudir no es manejada por Guillermo Francos, el jefe de Gabinete.

La batalla que viene

Eso se vio y se verá en el Congreso en los próximos días. La semana pasada hubo mezcla política de todo tipo en el 12 a 0 que debió sufrir el Gobierno en la Cámara de Diputados. Ese mismo partido se va a jugar ahora en el Senado y la tormenta promete ser de la misma dimensión.

Ninguno de esos gobernadores quiere chocar con el Gobierno si no hace falta. Al contrario, muchos de ellos negocian con Milei y quieren seguir haciéndolo, pero entre los problemas con las transferencias por coparticipación, la demora en terminar de negociar el traspaso de obra pública, la incertidumbre por el final de Vialidad Nacional (que impacta más de lo pensado en las provincias) y la impiadosa estrategia de Karina Milei para armar listas en las provincias inclusive golpeando a aliados que el oficialismo necesita en el Congreso, se les hace muy difícil seguir siendo amigos.

Javier Milei usó la cadena nacional el viernes para enviar claras señales de campaña; podríamos decir que fue el inicio oficial de la carrera al 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires y al domingo 26 de octubre en la nacional. Y, no tranquilo con eso, publicó en la cuenta oficial del Gobierno en X un extenso posteo donde proclama su pensamiento económico-financiero sobre las enfermedades fiscales de la Argentina y el futuro de su accionar en el gobierno.

Milei militó en la cadena nacional los mismos principios con los que hizo campaña en el 2023: ajuste y ni un paso fuera del camino al equilibrio fiscal. Con un lenguaje más medido (hay que recordar que la semana pasada prometió que no insultará más a sus adversarios) defendió vetos y motosierra, y anunció una ley para prohibir que se sancionen leyes que puedan generar déficit.

Una ley que ya existe

No hubo novedades allí más allá del anuncio de la ley que, en realidad, es una norma redundante. Desde 1992 rige en Argentina la Ley de Administración Financiera y de los Órganos de Control, una suerte de norma madre de la contabilidad nacional. Esa ley, que fue sancionada durante el gobierno de Carlos Menem y que significó un avance histórico para el país dentro de la legislación en todo Latinoamérica, establece, entre otros puntos, que no puede aprobarse una ley que genere gasto si en su texto no está incluida específicamente la fuente del financiamiento. Es decir, el problema no es que falte una ley, sino que desde hace más de 20 años que los gobiernos y el Congreso no cumplen la norma.

Mañana habrá novedades alrededor del Banco Central. Antes que se envíe al Congreso la ley para evitar leyes con déficit, el Gobierno firmará una resolución por la que se le prohíbe al Tesoro cubrir gasto primario con emisión, y mucho menos financiada por el Banco Central. El texto ya está listo y será también herramienta de campaña como lo fue la cadena nacional del viernes.

La Casa Rosada insistirá durante toda la campaña de este año que cada peso que se intente distribuir- aunque sea a jubilados o discapacitados- a costa de herir las cuentas públicas, terminará luego impactando con más fuerza en una caída del poder adquisitivo a través de la inflación, cuyo control es el máximo éxito que aún sigue mostrando el Gobierno.

Por ahora ese frente sigue relativamente tranquilo. Esta semana comenzaron a conocerse mediciones sobre el impacto que produjo en precios la suba del dólar de la semana pasada. El nuevo piso para el billete verde, en cualquiera de sus versiones, quedó entre los $1320 y los $1350. Tras la baja, los promedios se fijaron en esos precios. No resulta ilógico pensar que el gobierno podría respirar ahora hasta octubre y despejarse dolores de cabeza en la campaña con un dólar más liberado de presiones.

El dólar no se toca

De todas formas, Luis Caputo tuvo que salir a reforzar la idea de que en octubre, tras las elecciones, nada cambiará en el mercado del dólar. No es lo piensa el mercado, y quizás tampoco JP Morgan cuando recomendó tomar posiciones en pesos en Argentina y aprovechar las tasas altas y la estabilidad que muestra el dólar tras la suba a su nuevo piso. El problema es hasta cuando recomendará apostar a mantenerse en pesos; ese mismo banco de inversión fue el primero en tomarse “un respiro” en junio y salir de Argentina cuando las dudas se instalaron en algunos operadores del mercado.

JP Morgan habló ahora de una mayor estabilidad macroeconómica, de consolidación fiscal, de un mayor control del financiamiento monetario, del cumplimiento con el FMI y, obviamente de las modificaciones en el tipo de cambio. No hizo referencia inmediata al ambiente político y las presiones en el año electoral, pero claramente el mercado está mirando también ese frente.

Los mismos gobernadores que se mostraban en el banco dialoguista y que, seguramente, aun defenderán leyes y vetos del gobierno en el Congreso, tuvieron dialogo este fin de semana con sectores del peronismo para apurar el miércoles que viene en comisiones el debate de los proyectos para establecer la distribución automática de los ATN y un nuevo esquema de reparto del impuesto a los combustibles. Es decir, están modificando una vez más por una ley externa, la Coparticipación Federal de impuestos, una norma que ya está agotada en Argentina y que exige una reforma a gritos, pero que nadie, desde Raúl Alfonsín, se animó a poner en debate.

Esos cambios en los ATN y combustibles vienen siendo la exigencia de los gobernadores durante meses mientras ven que la recaudación cae impactándoles sus cajas producto de los impuestos locales y también los nacionales como consecuencia de la baja en la actividad de algunos sectores.

Una oferta que no tuvo eco

El Gobierno había ofrecido precisamente ponerlos en debate a cambio de frenar la sesión de la semana pasada en la que la Casa Rosada perdió las 12 votaciones en las que se aprobaron más fondos para el Hospital Garrahan y las Universidades, y se rechazaron decretos de desregulación y reforma del Estado que están dentro del programa que lleva adelante Federico Sturzenegger. No alcanzó con la oferta: la sesión terminó en desastre para el gobierno y ahora el Congreso apura igual los proyectos.

La dimensión de la tempestad que enfrentan los libertarios en ambas Cámaras merece una análisis por separado. El problema puede resumirse en tres batallas que deberá pelear Javier Milei y que tienen orígenes y destinos distintos.

En el Senado, puede venir una semana negra para el oficialismo, con maldades varias que el kirchnerismo, en campaña y herido por la interna, intenta ocultar entre Cristina Fernández de Kirchner con su prisión efectiva y Axel Kicillof.

En primer lugar el Senado debatirá los proyectos que lastiman el superávit, según versión oficial y que establecen fondos para el Garrahan y Universidades. Allí Milei debe esperar a la votación y luego, como anunció, proceder al veto. A partir de ese momento habrá poroteo en el Congreso para ver si la oposición logra número para rechazar esos vetos.

El segundo tema es tanto o más complicado que ese. En Diputados rechazaron los decretos firmados en uso de facultades delegadas y que establecen cierre o modificaciones en Vialidad Nacional, INTA, INTI, Institutos nacionales del Teatro y de la Música a Secretaria de Cultura, los Institutos nacionales Eva Perón, Sanmartiniano, Yrigoyeneano y Juan Manuel de Rosas; la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, la pérdida de autonomía del Banco Nacional de Datos Genéticos y el régimen especial para la Marina Mercante.

Recintos al rojo

Esta votación de Diputados ahora debe pasar al Senado, pero por detrás hay un debate que inclusive puede llevar a la judicialización. Milei avanzó con esos decretos con la autorización que le dio el Congreso al concederle la delegación de facultades. Resulta difícil pensar que pocos meses después le rechacen decretos que los mismos senadores y diputados le habilitaron. No hay antecedentes legales cercanos en nuestra historia sobre esto.

Finalmente, el Gobierno tendrá una tercera batalla con el intento de la oposición de rechazar los vetos presidenciales ya firmados a las leyes de aumento a jubilados, moratoria y discapacidad.

El escenario es complejo y el mercado ya lo está mirando. El Gobierno deberá apelar a la negociación para lograr número en cada batalla. En el campo de la política hay muchos heridos por estos días: la foto de Javier Milei en Villa Celina, lanzando la campaña rodeado de candidatos, ministros y dirigentes de LLA y el PRO con vistosos buzos de egresados violetas tiene su contrapartida en algunas broncas que el macrismo más duro ya hizo públicas, como la de María Eugenia Vidal.

Cada voto cuenta ahora como nunca, pero, como viene sucediendo desde hace tiempo, hoy a nadie le sobra nada, ni en política, ni en economía en la Argentina./Rubén Rabanal