Con la contundente victoria de Fuerza Patria en la provincia de Buenos Aires ayer, el país deberá superar 34 días difíciles con los mercados abiertos y tomando decisiones. La carrera comienza hoy, hasta el viernes 24 de octubre, el último día de operaciones antes de las decisivas elecciones nacionales del domingo 26 que marcará la nueva conformación del Congreso para la segunda parte del actual mandato del Presidente.
Ya se explicó en esta columna hace 15 días que además del riesgo electoral, la Argentina está afectada por otros interrogantes, en mi opinión más importantes que el resultado de las urnas. Por un lado, la dudosa capacidad de gestión política del Gobierno, cada vez más complicado en su funcionamiento interno, que deriva en choques permanentes con toda la oposición y los distintos factores tradicionales del poder. Por el otro, las inconsistencias en la política económica que, lejos de estar saldadas, se han profundizado hace ya varios meses, unificando el pronóstico de la mayoría de los observadores que advierten que el programa deberá ser recalibrado más temprano que tarde para recomponer la confianza. Pronósticos en los que coinciden todos: Domingo Cavallo, Carlos Melconian, Miguel Ángel Broda, Enrique Szewach, Daniel Artana, Rodolfo Santangelo, Esteban Domecq, Martín Rapetti, Luis Secco, Marina Dal Poggetto, Daniel Marx, o Miguel Kiguel, por mencionar algunos.
Se espera que siga más o menos la presión sobre el dólar, se duda de la posibilidad de mantener como está el régimen de bandas cambiarias, hay alarma por el nivel de las tasas de interés y no está claro que vaya a ceder significativamente el riesgo país, ni que se revierta fácilmente la pendiente descendente en la actividad económica si no hay modificaciones. En este contexto, hay un dato que anticipa un arranque caliente de los mercados: las cotizaciones del dólar cripto treparon arriba de los $ 1400, a partir de las 19.00 horas del domingo, cuando empezaron a trascender algunos resultados de las elecciones bonaerenses adversos al oficialismo.
Para el Gobierno, se sabe, están todos equivocados. Como aquel automovilista embriagado que marchaba por la Avenida del Libertador en el carril equivocado y suponía que todos los que veía por el parabrisas conducían a contramano.
El frente cambiario y monetario está claramente más enrarecido. No parece muy auspicioso que, para evitar la suba del dólar, además de llevar las tasas activas al triple de la tasa de inflación con niveles récord de encajes, el Gobierno haya tenido que comenzar a quemar reservas al ritmo de 100 a 150 millones por día hasta el pasado viernes. De continuar esa dinámica, en unos 10 días se agotarían los dólares del Tesoro y habrá que comenzar a echar mano a las divisas que guarda el Banco Central de lo aportado por el FMI. Convengamos, además, que el relato oficial que distingue entre reservas «del Tesoro» de aquellas en poder del BCRA no parece muy creíble a la hora de la verdad. Podrá ser así en EEUU, donde el país del Norte emite dólares y tanto la FED como el Tesoro son prestamistas de última instancia. En la Argentina, cuyo Banco Central emite papelitos de colores, es básicamente lo mismo. Al punto que los dólares que compró el Tesoro con pesos que le giró el Central por «ganancias contables» están depositados en el BCRA, y se anotan como reservas brutas a la hora de medir la capacidad de pago del país y la resistencia ante eventuales procesos de dolarización de las carteras en pesos.
En el pasado Federico Sturzenegger y Luis Caputo cayeron en la misma trampa estando al frente del BCRA y la administración financiera en la era Macri. Creían que gobernaban la Reserva Federal y que no había problema en emitir Lebacs, ya que las mismas estaban supuestamente calzadas con dólares ingresados del exterior. Las Lebacs de ayer, son las Lecaps, Boncaps y Bontams de hoy. Que la solidez actual sea porque el festival de bonos no esté ahora en cabeza del Banco Central y sea deuda del Tesoro es un cuento que, de tanto repetir, ya causa un poco de risa. Cierto es que la situación fiscal es hoy más sólida que en la administración Macri. Aunque habrá que medir en este caso el impacto de la caída en la actividad y la recaudación, más la expansión que se prevé por la explosión de los intereses de la deuda en pesos, más lo que pueda sobrevenir por las audaces y polémicas operaciones de venta de dólar futuro.
Tampoco está resuelto el problema de los dólares necesarios para pagar los vencimientos de la deuda en lo inmediato. Argentina debe afrontar vencimientos por unos USD22.000 millones el año próximo, y como mínimo hay que juntar genuinamente entre 5 y 7 mil millones para pagar los intereses. Y rezar para que baje el riesgo país de modo de poder colocar nuevos bonos para ir pagando los vencimientos de capital. Más temprano que tarde el Gobierno deberá ir al mercado a comprar divisas. Esa presión se agrega a las compras del público y los importadores que no parecen llamadas a moderarse. Desde la salida del cepo a las personas en abril pasado se atesoraron unos 15.000 millones según los datos oficiales, con un ritmo que se aceleró a 5000 millones por mes en julio y agosto. Muchos esperan que pasado el período electoral se alivie el cepo para las empresas. ¿Será? Porque ante semejante demanda de divisas, ¿quién pone los dólares? El ingreso que aporta el campo recién llega con algo en diciembre por el trigo, y el grueso en mayo y junio que viene con la soja y el maíz. Hay millones de hectáreas inundadas y el impacto en los rindes por ahora es un misterio, si bien se informa que algo del trigo se salvó. Vaca Muerta existe, pero aún no puede salvar la ropa. Y para que haya un fuerte ingreso de capitales financieros las condiciones políticas deberían estar mucho más despejadas, imposible con un riesgo país entre 800 y 900 puntos. En ese contexto, no parece que pueda seguir el dólar barato que se sigue atrasando con una inflación que no baja de 2% mensual.
Desde el equipo económico se transmite el relato de siempre. Los economistas profesionales están equivocados, no entienden el nuevo paradigma y el problema es solamente la política que conspira contra la economía. Una vez resuelto el dilema electoral, todo debería resolverse como por arte de magia. Colocar la responsabilidad en la oposición ayuda a evitar asumir los errores propios. «Son ellos, no somos nosotros» se exculpan en el Palacio de Hacienda. Y ensayan teorías conspirativas para explicar las tensiones con el dólar, argumentos más propios de un equipo de colaboradores de Cristina Kirchner o Axel Kicillof, que de profesionales estrella de Wall Street como quienes rodean al Ministro de Economía. A propósito: después de los groseros ataques del Gordo Dan contra aliados del Presidente, como Luis Juez y otros argentinos de bien, ¿seguirá Luis Caputo rindiendo tributo en ese streaming que lidera el cuestionado dirigente libertario, con el sketch semanal de «Las Tres Anclas» que protagoniza junto a sus colaboradores en dicho espacio? No está del todo claro. Podría ocurrir como tantas veces en el pasado, que el Gobierno se siga radicalizando. Ganen, empaten o pierdan finalmente en octubre próximo. Hasta que, también como en el pasado, la realidad se imponga. En cualquier caso, habrá por lo pronto 34 días difíciles para los mercados y la economía a partir de hoy.